Vitoria - No podía tener el Alavés en su primera final copera de la historia un adversario más atractivo y también potente. El Barcelona, indiscutible rey de Copas y equipo que ha tiranizado el fútbol mundial en la última década con un estilo inconfundible basado en el toque y un juego de tiralíneas, será el último escollo albiazul de cara a la consecución del título. A falta de una de las patas del tridente por sanción, Leo Messi emerge el próximo 27 de mayo como el mayor quebradero de cabeza en busca del hito más grandioso en la nonagenaria historia del club ubicado en el Paseo de Cervantes.
Con el killer Luis Suárez fuera de combate por su expulsión en el partido de vuelta de la semifinal ante el Atlético, la ascendencia del Dios del fútbol en el engranaje culé adquirirá si cabe un protagonismo más acentuado. Si el rosarino es feliz y despliega su magia sobre el césped, el Barcelona respira tranquilo. Si sufre un pequeño constipado o destapa su vena terrenal en algún partido, en cambio, afloran las débiles costuras de un gigante al que Luis Enrique ha dotado de un estilo que no gusta a los más nostálgicos del Camp Nou.
Si el mítico Barça de Guardiola era de los centrocampistas y mareaba a sus rivales con interminables posesiones de balón, el del astuarino fía toda su suerte a la pegada de su monstruoso tridente. Con la terna más demoledora de delanteros que ha estado a disposición de cualquier entrenador en muchos años -Neymar brinda una letal capacidad de desequilibrio en el extremo izquierdo-, el actual cuadro catalán ya no aplica el cloroformo de antaño ni gobierna con puño de hierro los partidos. Mientras todos los rivales le presionan cada vez más arriba y le incomodan la salida limpia de balón desde atrás, el suyo es ya un juego directo en el que el esférico ha dejado de circular por la zona ancha. Un problema agudizado en los últimos tiempos por las lesiones de Busquets y Iniesta, los solitarios guardianes de un estilo que durante años cautivó a los paladares más exquisitos.
En realidad, en el opulento rival albiazul todo empieza y acaba en Messi, un extraterrestre a punto de cumplir las 30 primaveras que desde su incorporación al primer equipo ha ayudado a desterrar todos los fantasmas que acechaban a una de las instituciones más grandes del mundo. Con el argentino impartiendo lecciones asombrosas y agigantando su leyenda en cada partido, el Barcelona ha conquistado, entre otros títulos, 8 Ligas, 4 Champions, 4 Copas del Rey, 3 Supercopas europeas y 3 Mundiales de Clubes. Se ha vuelto un club ganador con independencia de problemas extradeportivos de toda índole o la errática gestión de algunos presidentes. La era blaugrana más triunfal no se habría entendido jamás sin la presencia de un jugador único por todas las virguerías que realiza con el balón en los pies. Reconvertido casi a centrocampista, Messi no deja entrever ningún atisbo de declive físico con el paso de los años. Un futbolista total y, como mínimo, a la altura de los Di Stéfano, Cruyff, Maradona o Pelé. Para muchos, un peldaño incluso por encima.