la supuesta mano blanda de Zidane como entrenador del Real Madrid asoma en entredicho desde el inicio de la presente temporada, en la que el técnico francés ha tirado de personalidad para tomar decisiones sin contar con el beneplácito de las estrellas blancas. Al contrario de lo que sucedió el pasado curso a partir de su aterrizaje en el banquillo del Santiago Bernabéu en sustitución de Rafa Benítez, Zidane ha mostrado sus garras para intentar mantener bajo control un vestuario repleto de egos al que sedujo su llegada en enero. Su sucesor, no en vano, no congenió con una plantilla que ha visto cómo el preparador galo se ha saltado el guión establecido en el tramo inicial del curso.
Lo hizo, sobre todo, el pasado 24 de septiembre en el estadio de Gran Canaria, donde no dudó en sustituir a Cristiano Ronaldo cuando corría el minuto 72 y el resultado era de 1-2 favorable al Real Madrid. El portugués, devorador de récords y ansioso por disputar los máximos minutos posibles cada campaña, mostró sobre el césped su enfado por una sustitución poco común en la Casa Blanca. No vio con buenos ojos Cristiano su cambio después de haber sido reemplazado también en la tercera jornada de liga frente al Eibar. Entonces, sin embargo, la sustitución quedó pactada de antemano por jugador y entrenador, debido a la nula pretemporada que había podido realizar el luso como consecuencia de la lesión que sufrió en la final de la Eurocopa. Tras jugar completos los encuentros contra Espanyol y Villarreal, no volver a hacerlo ante la Unión Deportiva Las Palmas crispó a la estrella blanca, que vio aumentado su cabreo después de ver cómo el conjunto canario lograba igualar el partido sin él en el campo.
Zidane, que defendió con naturalidad y suma tranquilidad su decisión, también optó en aquel partido por dejar de salida en el banquillo a Benzema en favor de Morata. El delantero francés, que salió y vio portería en la segunda mitad, arrancó el envite como suplente tras haber sido sustituido por el propio Morata tres días antes en el choque liguero frente al Villarreal, resuelto con otro inesperado empate (1-1). Fue lo sucedido en dicha cita y en la que tuvo lugar frente al Eibar en el Bernabéu, saldada también con tablas en la séptima jornada liguera, lo que impulsó a Zidane a afirmar durante el último parón que el problema de sus jugadores era “psicológico”. “No es una cuestión de estado físico, porque acabamos bien los partidos”, subrayó el entrenador francés en una entrevista, haciendo alusión a la falta de “intensidad” mostrada por sus jugadores en distintas fases de los partidos. Sus declaraciones no sentaron bien a algunos de sus principales futbolistas, que se sintieron señalados por el técnico por primera vez después de sumar tres empates seguidos en liga y uno en Champions, con el Borussia Dortmund como rival. También las convocatorias de Zidane han llamado la atención en el entorno madridista en el presente ejercicio futbolístico, en el que no ha titubeado a la hora de dar descanso a pilares como Sergio Ramos, que se quedó fuera de la lista frente al Eibar. James, relegado ya a un segundo plano la pasada temporada, es otro de los que se han visto abocados a ver partidos desde la grada o a través de la televisión, observando cómo Kovacic, con un menor peso específico en la plantilla, le ha adelantado en la rotación diseñada por el técnico.
Racha positiva Han sido las dos últimas goleadas, logradas contra el Betis (1-6) y Legia Varsovia (5-1), las que han aportado una mayor tranquilidad en las entrañas del conjunto blanco, donde ya se ha observado a un Zidane más determinante en sus decisiones. Queda por ver de cara al futuro si el técnico galo continúa exhibiendo una poderosa personalidad que ya le costó en Las Palmas su primer rifirrafe con Cristiano Ronaldo o, por el contrario, vuelve a apostar por un reparto de minutos más habitual.
En sala de prensa, su discurso se ha suavizado en las últimas semanas a raíz de los buenos resultados cosechados, una vitamina contra la incertidumbre y los nervios en todos los clubes. Más aún en el Real Madrid, donde brota la duda relacionada con la mano blanda o dura que trata de imponer Zidane, reacio a utilizar el látigo con sus pupilos. Amante del diálogo y del tono constructivo, el francés no se ha separado todavía de su particular manual de estilo, lo cual no significa que deje de tomar decisiones relevantes por mediáticas que puedan resultar.