Vitoria - Muchos hosteleros vitorianos se estarán todavía hoy acordando de todos los antepasados de Javier Tebas y los horarios del fútbol que dependen de una LFP que convirtió el ascenso del Deportivo Alavés en un logro prácticamente clandestino. Una noche de domingo no es la más indicada para celebrar nada. Y menos en una ciudad, que echa pronto la persiana. Muchos fueron los bares que perdieron ayer la oportunidad de hacer su particular agosto a cuenta del alavesismo. El primer tramo de Kutxi fue el que más vibró pasada ya la medianoche, aunque todo seguidor albiazul que tenía aún cuerda para el festejo se fue directamente a la sala Mítika, donde Iraultza había organizado su particular celebración. Mientras que Vitoria dormía, el alavesismo festejaba.
Hasta allí se acercó el equipo, que antes del baño de masas tuvo tiempo para una celebración íntima en el museo de Mendizorroza. Tras la algarabía en el césped y el vestuario, la calma se apoderó de los futbolistas. Han sido muchas las tensiones acumuladas a lo largo de toda la temporada. Unos jugadores que han vivido al límite -se recordaba todavía la enorme tensión de Barakaldo hace apenas cuatro días y el desahogo que supuso esa victoria- se merecían ayer su espacio de relajación. Eso sí, algunos siempre son fieles a sí mismos y Facundo Guichón estrelló un par de copas contra el suelo al golpearlas sin querer con su inseparable mochila. Quien no permitía que se le acercase casi nadie era un Javi Carpio que, con su perenne sonrisa, todavía tenía presente el golpetazo en la nariz que le dio Víctor Laguardia -uno que se subía por las paredes en la grada durante un partido que injustamente no pudo jugar- celebrando el triunfo en Lasesarre. La extravagancia corrió a manos de Einar, que apareció con una cresta en la cabeza. Promesa de ascenso que el joven vitoriano no tardó en cumplir.
Cava, cervezas y algún refresco, como los dos Pachecos. Y brindis con Moët & Chandon para algunos privilegiados. Al cielo alzaron sus copas juntos Josean Querejeta, Alfonso Fernández de Trocóniz, Santiago Martínez de Arenaza, Avelino Fernández de Quincoces, Alfredo Martínez de Ilarduya. Luis Querejeta, Roberto Larrañaga y Jesús Echave al lado de José Bordalás. El técnico sacó a relucir su encanto y se fue pasando por todos y cada uno de los corrillos en los que estaban sus “muchachos”, quienes le iban presentando a familiares y amigos allí presentes. Eso sí, la charla más larga la sostuvo con Javier Zubillaga.
Apartado en un sofá de la estancia, Gaizka Toquero acunaba a su hija Uxue. Apenas un mes de vida y con un ascenso debajo del brazo. Eso sí, su padre todavía seguía lamentándose tras el partido no haber podido dedicarle un gol. El delantero acaba de estrenar paternidad y el siguiente en hacerlo será Raúl García. “Procreado en Vitoria”, decía el gallego -salió corriendo hacia el vestuario nada más finalizar el partido para regresar con tres banderas de su comunidad en ristre para repartir con Barreiro y Abalo-, aunque dejando el futuro en el aire con un ambiguo “ya veremos donde nace” mientras sostenía un puro de categoría entre sus dedos.
De Garcías iba ayer la cosa. Y allí estaba presente toda la familia del capitán, que le acompaña adonde juegue. Manu, liberado por fin. Mucha tensión acumulada. Muchos días de apenas dormir. El chico que vibraba en La General con el ascenso de 1998 se convertía en héroe de la gesta de 2016. Demasiadas emociones para el cuerpo. Alegría, toda; liberación, aún más. Fue uno de los grandes protagonistas en una noche en la que el equipo empezó a notar lo que supone ser de Primera, ya que todas las radios nacionales conectaron con Mendizorroza en los programas deportivos de la medianoche. Y es que un ascenso a Primera no es moco de pavo. Raúl García con el Almería, Sergio Pelegrín con el Elche, Dani Estrada con la Real Sociedad, Kiko Femenía con el Hércules, Dani Pacheco con el Betis, Dani Abalo con el Celta y Juli con el Rayo Vallecano eran los únicos que repetían experiencia.
Tras el ágape, donde la incombustible Asun Gorospe afirmó que no quiere celebrar más ascensos, el equipo quiso ir directamente a juntarse con la afición que tanto apoyo les ha dado. La sala Mítika, en Dendaraba, esperaba. No a todos, ya que algunos optaron por el camino directo a sus domicilios. Bajo el balcón del piso del entrenador, en plena calle Dato, un grupo de aficionados se congregó como ante un altar divino para emprender la letanía. Yo sin ti, Bordalás, no sabría como subir, llévame a Primera, llévame a Primera. Imposible no escucharlo en medio de una ciudad dormida.
Eso sí, el corazón del alavesismo latía en el subsuelo de la calle Paz. Todo albiazul con ganas de fiesta estaba allí citado. Todo un éxito para el promotor hostelero, que acaparó toda la clientela disponible. Una noche que se estiró a base de los cánticos que han atronado Mendizorroza. Hasta el amanecer, cuando los que aún resistían se encargaron de despertar a sus convecinos y recordarles, por si no se habían dado cuenta, que El Glorioso es de nuevo de Primera.