Vitoria - Esto es lo que hay. No fue el sábado, a la conclusión del partido empatado contra el Elche, la primera vez que José Bordalás hacía una crítica más o menos velada a la confección de la plantilla del Deportivo Alavés que dirige. Es algo que lleva repitiendo con insistencia desde los albores de la temporada, cuando reclamaba fichajes que no terminaban de llegar nunca. Posteriormente, incidió en esa crítica al calificar a Llamas y Einar como “jugadores del filial” para destacar que le faltaban más piezas profesionales para equipararse a otros equipos o al referirse como “fichajes del club” a las incorporaciones del mercado de invierno. Incluso la semana pasada, en una entrevista concedida en Elche, no se cortó un pelo al asegurar que su plantilla cuesta “2,4 millones de euros” (desde el club se defiende que la cantidad es muy superior y ronda los 3,5) y que se trata de una cifra baja comparada con otros clubes de Segunda División, entre ellos, un Leganés del que ha dicho en varias ocasiones que ha invertido todo el dinero del contrato televisivo en su plantilla. La cantinela, que viene a comparar la lucha de Don Quijote contra los molinos de viento, se ha repetido en no pocas ocasiones, en público y sobre todo en privado. Incluso varias decisiones del entrenador han parecido claros mensajes, por no decir dardos envenenados, a sus superiores, haciéndoles ver que sus recursos son tremendamente limitados en comparación con los de sus competidores directos. Que el pasado sábado, con el equipo amenazando naufragio e incapaz de hacer nada positivo en el tramo final, solo decidiese ejecutar un solo cambio de los tres de que dispone en cada partido no fue más que otra señal de que su confianza se extiende solo a un número muy limitado de jugadores con los que va a tratar de jugarse el todo por el todo en el tramo final del curso. Una apuesta al todo o nada que puede salir redonda o acabar con el sueño del ascenso.

falta calidad Que Bordalás tiene buena parte de razón en lo planteado es una cuestión indudable se coja por donde se coja. Que exponer su particular guerra con el club de manera pública no es la mejor solución, también parece evidente. Ni en verano se completó la plantilla en condiciones ni en invierno se aprovechó la excepcional situación del equipo para buscar el salto de calidad necesario para afrontar la segunda parte del curso. Y esa mala planificación es la que está poniendo en riesgo un ascenso que ya podría ser prácticamente una realidad visto el sensacional rendimiento del equipo a pesar de sus graves carencias, sobre todo en una línea de ataque completamente coja y donde la calidad brilla por su ausencia.

Si a principio de temporada el preparador alavesista tenía sus ideas muy claras en cuanto a los jugadores que debían ser preponderantes en sus esquemas, dicha posición está ahora todavía más reforzada en su cabeza. Solo la obligación le ha llevado a hacer cambios y está decidido a morir o matar con prácticamente los mismos jugadores que han tenido su confianza a lo largo de todo el curso. La suplencia de Barreiro ante el Elche es el ejemplo más claro. Y si a ello se le une la renuncia a dos cambios, todo se hace más evidente.

Si a los hechos hay que remitirse, no le faltan argumentos al preparador alicantino. En las últimas jornadas, los cambios han empeorado al equipo. Por esa sensación arrastrada de jornadas precedentes realizó solo una permuta en el transcurso del partido ante el Elche. Fuera del núcleo duro por todos conocido, apenas nadie está respondiendo. Y los que lo han hecho de manera puntual no han tenido después continuidad. Y eso hay que ponerlo en el debe del entrenador.

decisiones inexplicables Y es que los bandazos de Bordalás en este sentido solo tienen explicación si se entienden en forma de mensaje hacia arriba. Jugadores que tienen unos minutos y la semana siguiente se quedan sin convocar, citaciones con ausencias demasiado llamativas, los minutos que le dio a Vadócz justo antes de que el húngaro se fuese, la llamada a Asier Benito y su presencia con minutos en el primer equipo para desaparecer después... Demasiadas piedras que parecen directamente lanzadas contra el tejado propio y que vienen a incidir en que no se puede exprimir más cuando se ha alcanzado ya la cáscara. Como si estuviera gritando a los cuatro vientos que poco más se puede hacer con lo que hay.

A lo largo de toda la temporada el preparador alavesista se ha mantenido prácticamente inamovible en un once fijo y su confianza no se ha extendido más allá salvo casos muy puntuales. Por ejemplo, la actual relevancia de Bernardello. En cambio, muchos otros han ido perdiendo protagonismo por el camino, casos de Estrada, Guichón o Llamas. Mientras que en el último grupo, los que casi nunca han contado.