Miranda - Y otra vez la afición albiazul volvió a peregrinar en su empeño por animar a su equipo en el camino hacia el regreso a Primera División. Si semanas atrás ya hizo lo propio en estadios como el del Valladolid, el del Numancia o el de, hace quince días, Nuevo Tartiere, donde se dieron cita más de mil aficionados, ayer el destino fue Anduva, feudo del Mirandés que asistió a un nuevo y espectacular ejercicio de apoyo a unos colores. Por si hubiera quien a estas alturas de la película aún no entiende el papel preponderante que la afición tiene sobre el club, ayer tuvo tiempo para salir de dudas. Y eso que el tiempo no ayudaba -estuvo lloviendo durante gran parte del partido- ni tampoco el juego desplegado por el equipo, que así y todo logró arrancar un empate que sabe a gloria. A falta de juego, por tanto, se impuso el ambiente y ahí la afición volvió a jugar su particular partido. Ya desde antes del pitido inicial dio muestra de su presencia en el fondo sur con un precioso mosaico azul y blanco elaborado a partir de los mil chubasqueros que el club repartió entre sus seguidores para capear la lluvia, y a partir de ahí se empeñó en silenciar Anduva. Celebró las numerosas paradas de Pacheco, entonó, y ya es costumbre, el himno albiazul en el minuto 21 y festejó al final el punto conseguido, que mantiene al Glorioso en lo más alto y permite seguir soñando a su increíble afición, que ya prepara el siguiente desembarco. En 15 días en Leganés.
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