vitoria - Sin goles ni victorias, la ley del fútbol es taxativa. Cortará siempre por el lado más débil, que no el culpable, por una cuestión tan simple como práctica, ningún presidente puede desmontar una plantilla en mitad de la temporada y sí, en cambio, jugar a ser Dios poniendo y quitando entrenadores a su antojo. Lo dicho, la ley del fútbol. Una norma de la que lógicamente no se escapa el Alavés ni su, de momento, primer entrenador, Alberto López Fernández (Irún, 20 de mayo de 1969), que después de los últimos acontecimientos empieza a convivir en el finísimo alambre que separa la tranquilidad de la inquietante tensión. Esa que deriva de los malos resultados, la mala imagen o la falta de sintonía con sus superiores. Como quiera que la relación de Alberto con los suyos, el director deportivo, Javier Zubillaga, y el presidente de la entidad, Alfonso Fernández de Trocóniz, goza de cierto predicamento público, la delicada situación por la que atraviesa hoy el entrenador hay que buscarla, por tanto, en el resto de variables. A saber: los malos resultados deportivos y sobre todo la pésima imagen ofrecida por el equipo en las últimas semanas.
Con la excepción, cada vez parece que más milagrosa, de la contundente victoria ante el Zaragoza, donde cuatro goles bajaron al barro al conjunto maño y de paso elevaron la moral de la tropa albiazul, afición incluida, la tristeza en cada planteamiento posterior y en cada exposición pública convierten al actual Alavés en un equipo sin alma, triste y, lo que parece peor, desconfiado de su verdadero potencial. ¿Cómo es posible sino que sus peores rachas esta temporada siempre coincidan tras un resultado notable? ¿Cómo es posible que después de victorias como las conseguidas en su día ante Osasuna en Pamplona, Betis en Sevilla o, recientemente, Zaragoza en Mendizorroza, adonde llegaba invicto en las últimas cinco jornadas, a la escuadra alavesa le temblaran siempre las piernas?
Parece, pues, que el efecto psicológico derivado de las victorias está experimentando en los jugadores exactamente la medida contraria a la esperada, que sería un equipo convencido, contundente, valiente y atrevido. Justo el mismo perfil que el Alavés presentó no hace tanto ante el Zaragoza. Sin embargo, el escenario es otro bien distinto y las alarmas en la entidad albiazul han pasado de nivel. De la tranquilidad naranja de la primera parte de la temporada, donde el Alavés coqueteaba cómodamente en la zona media de la tabla, se ha pasado a una inquietante luz roja que llega para Alberto en el peor de los momentos. Cuando falta el último y decisivo tramo liguero -restan 15 partidos para la conclusión del campeonato-, cuando la parte baja de la clasificación cada vez está más constreñida, cuando los rivales que hace no tanto se hundían en la tabla cada vez están más cerca ahora -ahí están los casos, por ejemplo, del Racing o del Llagostera, en plena inercia positiva- y con un peligroso debate en la portería tras los sonoros errores de Manu Fernández ante el Sabadell y, especialmente, ante el Llagostera, donde el meta asturiano marró de manera alarmante en los tres goles del conjunto catalán.
Primera ‘final’ ante el Mallorca Bajo estas coordenadas, Alberto comenzará a preparar hoy en Ibaia -a puerta cerrada- la primera de las tres finales que deberá asumir en los próximos nueve días, encuentros que previsiblemente marcarán su futuro como entrenador del primer equipo. El estreno será ante el Mallorca de un Nanu Soler que ha sido capaz de dar la vuelta al conjunto balear. Asumió su control en medio de una crisis institucional y deportiva y parece haber calmado las aguas en la isla. Precisamente el Alavés en el partido de ida ejerció de aspirina para romper la inercia negativa que arrastraba entonces el conjunto bermellón, que aquella tarde de diciembre se impuso a los alaveses por 2-0 -el primero de los goles, por cierto, consecuencia de un error de bulto de Manu Fernández tras una inofensiva cesión de Toribio-. El partido se disputará este sábado a partir de las 18.00 y deberá servir para calibrar y recuperar con urgencia la capacidad defensiva de la que el Alavés ha hecho gala en la mayor parte de los encuentros disputados hasta la fecha. Una fortaleza que en las últimas dos semanas ha saltado por los aires tras encajar, y de qué modo, cinco goles en 180 minutos, un guarismo inaceptable para un equipo que no desea pasar apuros. Ya el propio Alberto dio cuenta de ello tras la debacle del domingo en Palamós. “Los errores nos están haciendo mucho daño”, reconoció.
Cuatro días después, miércoles, la liga regresará a Mendizorroza con la visita de Osasuna, esta vez sin la monumental capa de nieve que en febrero tapó Vitoria y obligó a suspender el partido. Y regresará además tocado casi de muerte en la esfera institucional tras el escándalo de los partidos amañados en los que presuntamente se ha visto inmerso y muy herido en el plano deportivo, con Jan Urban cesado la semana pasada, con Mateo -extécnico del filial del Alavés la pasada temporada que salió por la puerta de atrás por sus enconadas diferencias con Javier Zubillaga- al frente de un proyecto a la deriva, y con una pésima racha de cinco derrotas en las últimas cinco jornadas como tarjeta de visita. Un animal herido que llegará a Vitoria jugándose la vida ante un Alavés que, a esas alturas y después de lo que ocurra ante el Mallorca, podría presentar el mismo, o parecido, estado de tensión que los navarros. El choque comenzará a las nueve de la noche.
Sin ‘plan b’ La última de las tres finales para Alberto en el corto plazo -luego llegarán Racing, Alcorcón, Tenerife, Sporting o Betis- será la del Lugo, también en Mendizorroza el domingo 22 a partir de las 16.00 horas. Otro partido trampa ante una escuadra acomodada en estos momentos en mitad de la tabla que gusta de imprimir a su juego el mismo sello que su entrenador, el siempre provocador y elegante Quique Setién. Una víctima a priori propicia para los esquemas del irundarra, siempre más productivos cuando la pelota es tutelada por el equipo contrario. Le ocurrió ante la primera versión de Osasuna esta temporada, ante el Betis en el Villamarín o el Zaragoza hace tres semanas, escuadras de trato afable con el balón a las que el Alavés metió mano a base de actitud, defensa, presión y contraataque.
Lástima que la receta posterior sí tuviera contraindicaciones evidentes como la falta de un plan alternativo cuando el rival es otro, el juego y el balón son ya cosa tuya y la responsabilidad obliga. En las 12 ocasiones que el Alavés ha estado este curso por debajo en el marcador, en solo tres pudo arrancar al menos un empate. En el resto siempre terminó claudicando.
La portería, un mar de dudas. Después de los cuatro errores consecutivos de Manu Fernández en los últimos dos partidos, Alberto sopesa dar entrada a Goitia para restaurar la confianza.
Sin rigor defensivo. Ha sido una de las características del equipo este año, pero en las
dos últimas jornadas todo saltó por los aires al encajar cinco goles en 180 minutos.
Sin ‘plan B’. De los 27 partidos disputados, el Alavés ha empezado perdiendo en 12, de los que solo remontó tres con sendos empates. El resto fueron derrotas.
Centrales al completo. Al menos una buena noticia para Alberto, que podrá contar con Einar, Migue, Laguardia y Jarosik.