Vitoria - Cuando un equipo entrega las llaves de su centro del campo a un jugador que es un piernas, corre el grave peligro de perder la posición, la posesión y su ventaja competitiva respecto a su rival. Pero cuando un equipo ni tan siquiera apuesta por esta opción sino que enfoca todo su fundamento ofensico a una transición defensa-ataque que sobrevuele lo más rápidamente posible el espacio aéreo del medio campo, el resultado le suele hacer depender en la mayor parte de las veces de la suerte o, en su defecto, de la decadencia de un rival que sea peor, como le ocurrió el pasado fin de semana al Alavés frente al Leganés. Un rival manso, casi sumiso, que a pesar de sus evidentes limitaciones fue capaz de birlarle la posesión y el juego a la escuadra vitoriana durante gran parte del partido. Y eso que actuaba como visitante.

Para la preocupación del Deportivo Alavés, lo ocurrido el sábado ante el Lega no fue un hecho aislado. Ya pudo verse una disposición similar ante el Las Palmas unos días antes en Mendizorroza -entonces el partido se saldó con un empate a uno- y también a lo largo de la temporada contra la mayor parte de sus rivales. Asume este equipo un planteamiento que es alérgico al balón y también a la transición natural de la pelota desde atrás, evitando casi por imperativo legal las salidas por banda tanto de Medina o Galán como de Raúl García o Castillo cuando Manu Fernández toca arrebato.

¿es lanza el pelotero? Por descontado tampoco ninguno de los centrales asume la decisión de pedir y sacar el balón desde atrás o establecer situciones de superioridad numérica con ese pivote ofensivo que se supone debería ofrecerse para iniciar el tránsito hacia el ataque. No ocurre nada de eso, sencillamente, porque el estilo que ya Javier Zubillaga, director técnico del club y hombre fuerte de Querejeta en la parcella deportiva, anunció el pasado verano es otro. Quizá mucho más vertical o rápido a la hora de pisar suelo enemigo con continuos pelotazos pero definitivamente más peligroso. Porque si todo el fundamento queda fiado a esa especie de pim, pam, pum con la idea idea de aprovechar alguna segunda jugada en el área, fallo del rival o similar, el esquema se viene abajo en cuanto la pelota no entra. Que es lo que le está sucediendo esta temporada al equipo de Alberto López, que parece seguir pensando que Viguera será capaz de bajar del cielo una piedra imposible, se fabricara él solo la jugada y acabará rompiendo las mallas como hizo la pasada temporada.

Como quiera que este ejercicio de ficción resulta eso, ficción, y como quiera que ni Manu Barreiro, ni Despotovic, ni Ion Vélez ni Juli, por citar algunos ejemplos, están por la labor ofensiva, lo más plausible es que al Glorioso le toque sufrir en cada uno de los partidos que resta como le ocurrió el sábado o antes con el Las Palmas, al que aventajaba en el marcador y en número de efectivos hasta que en el tramo final se dejó escapar los tres puntos.

¿Por qué? Porque el centro del campo desapareció y con él el control de la posesión y el ritmo. En consecuencia, y los canarios sí que tenían esta vez pegada, terminaron por empatar. Al Alavés le salvó la suerte ante el Leganés porque éste era una medianía, una escuadra de de feria, pero no siempre va a ser así. Jugando en casa y renunciando al control del balón como hasta ahora es seguro que acabe sufriendo otra vez. Quizá por eso la llegada y los primeros minutos de Manu Lanza inviten al optimismo. Calidad y visión de juego se le presuponen a este catalán que en su época en el Sabadell, estando a las órdenes del exalbiazul Carreras, se hinchó a marcar goles desde la medular, esa zona franca con acceso restringido a jugadores de mente y toque claros. Jugadores que, como decía Johan Cruyff, hacen bailar al equipo al primer toque, al son de una música celestial que anima las victorias. Solo hace falta que Alberto, de una vez por todas, se anime a sí mismo, y de paso a la grada, y crea en el juego, en la pelota y en ese centro del campo estratégico que hasta ahora ha ignorado. Pablo Gómez, uno de los últimos peloteros que tuvo el Alavés, sufre cada domingo desde la grada. Aseguran que si pudiera saltaría de nuevo al campo para exigir la pelota a Manu o bajar al suelo una bomba de Laguardia. A su lado tenía entonces a tipos duros como Astudillo o Desio, labradores que ahora, visto con perspectiva, guardan muchas similitudes con Beobide y Toribio. Solo hace falta que alguien asuma el liderazgo de la pelota.