Vitoria - “Hoy he saltado la valla de la General para disfrutar del Alavés desde el otro lado”. Corría el mes de julio de 2012 y Manu García cumplía el sueño de toda una vida pasando de la grada de Mendizorroza al césped del estadio del Paseo de Cervantes. El pasaso sábado, justo dos temporadas y media después, el vitoriano celebraba ante el Las Palmas su partido cien con la camiseta albiazul. No es el primero que alcanza la cifra mágica, pero son pocos los vitorianos que pueden vanagloriarse de haberlo conseguido con el equipo de su ciudad. Y lo verdaderamente relevante ha sido el poco tiempo que ha necesitado Manu García para conseguirlo. Y eso teniendo en cuenta que en los dos últimos meses su presencia en el equipo se ha visto reducida de manera considerable, primero por una lesión y posteriormente por no entrar en los planes de Alberto. La centena, por eso, se ha retrasado un poco con respecto a lo inicialmente previsto. Y es que el ritmo de partidos del capitán era absolutamente demoledor hasta este paréntesis. Precisamente, la constancia y la fuerza de voluntad han sido las que han guiado a este vitoriano hasta una marca que ahora quiere seguir ampliando al mismo ritmo que antes. Cien veces Manu. Y las que quedan por delante.
Manuel Alejandro García Sánchez tiene ya 28 años, pero soñaba con jugar en Mendizorroza desde que le empezó a dar patadas al balón en el patio del colegio San Viator o en su antiguo campo de fútbol de arena. El alavesismo se lo inculcó Alejandro, su padre, que lo llevaba a Mendi cada quince días para ver a su Glorioso. Y es que el apoyo de la familia siempre ha sido fundamental para el vitoriano, que ha tenido siempre detrás el respaldo necesario para seguir creciendo como futbolista. Hoy en día tanto su padre como su madre, Chelo, intentan no perderse ni un partido de su hijo y ya le han dado unas cuantas vueltas al cuentakilómetros de su coche recorriendo el mapa futbolístico estatal.
En San Viator, Manu García ya comenzó a destacar. Junto a otros dos compañeros que luego llegarían hasta Segunda B como Eneko López de Munain y Alain Barrón se proclamó campeón de Álava en un equipo que se quedó a las puertas de alzarse también con el título de Euskadi y acudir así al estatal. El colegio tenía un convenio con la Real Sociedad, que se fijó en el joven vitoriano que destacaba ya por una capacidad física descomunal y tenía cierto olfato goleador. Así, cuando ya era cadete, desembarcó en Zubieta. Quizá entonces no lo sabía, pero iniciaba una etapa de ocho años en el club donostiarra, donde se formaría como futbolista y también como persona. Al principio, recorriendo a diario la carretera para ir a entrenar acompañado de nuevo por sus padres. Posteriormente, ingresado ya en la residencia del club. Aprendiendo a ser futbolista. Pero cuando sus compañeros soñaban con debutar en la Real, su mente seguía volando hacia el azul y blanco de su Alavés.
En su última campaña en el filial txuri urdin Manu García fue el máximo goleador de su equipo. Asentado como extremo izquierdo, empezó a recorrer el mapa en busca de su futuro. Degustó las mieles del ascenso a Segunda con el Real Unión, pasó posteriormente por el Eibar y tuvo un periplo de dos temporadas en el UD Logroñés. Era uno de los extremos más solventes de la categoría de bronce en el fútbol vasco y su capacidad goleadora, sobre todo a través de los remates de cabeza, le hacía muy interesante. Entonces, en julio de 2012, el Alavés, su Alavés, llamó por fin a sus puertas. Y, desde entonces, se ha convertido por méritos propios en una de las figuras relevantes de este equipo e ídolo de la afición.
la reinvención De la mano de Natxo González, Manu tuvo que reinventarse. Era un extremo notable, pero tuvo que adaptarse al lateral izquierdo. Sin rechistar, como siempre. Con trabajo y fuerza de voluntad, igual que siempre. Con su potencia física logró superar sus carencias defensivas. Y siempre se mostró como una pieza muy importante a balón parado, finalizando el curso con tres goles. Su mayor punto negro, un ímpetu incontrolable que le llevó a acumular demasiados castigos por expulsiones (vio tres rojas) o acumulación de amarillas (recibió 19 amonestaciones).
Las sanciones fueron las que le impidieron jugar incluso más minutos en esa primera temporada como albiazul, en la que solo Óscar Rubio y Jaume le superaron en cuanto a minutos. Pero lo verdaderamente importante ese año era el ascenso. Para eso les habían fichado a todos ellos. Y el 1 de junio de 2013 Manu García era una de las personas más felices sobre la faz de la tierra. No solo había ascendido, lo había hecho con su Alavés. Su imagen en las celebraciones, con una bota de vino que había volcado casi todo su contenido sobre su camiseta en la que había impresa una foto de Iraultza 1921, fueron memorables.
Renovado por objetivos, al vitoriano le llegaba la oportunidad de estrenarse en el fútbol profesional. Y lo hizo teniendo que reinventarse de nuevo. Del lateral izquierdo, al centro del campo. Una posición nueva, el doble pivote. El mismo trabajo y esfuerzo de siempre. Entonces, al lado de un compañero y amigo desde Zubieta como Beobide. La extraña pareja. El carácter y la garra del Alavés. No es de extrañar que tanto el gudari como el capitán sean dos de los jugadores más queridos de la parroquia albiazul.
Con Natxo, con Mandiá y con Alberto fue prácticamente indiscutible en las alineaciones del equipo. Tanto es así que fue el segundo alavesista con más minutos, solo por detrás de otro buen amigo suyo como Borja Viguera. Cerró la temporada con tres goles y con ese partido mítico en Jaén en el que Manu dejó momentos memorables. Como salir del banquillo y recorrer el campo de lado a lado con el 1-2 de Quiroga. Tuvo que sufrir todavía un rato más e incluso tras el partido reconoció estar en estado catatónico. “Es el día más feliz de toda mi vida, más incluso que el del ascenso a Segunda. Todavía me tiembla la mandíbula”, aseguró mientras su bota de vino volvía a correr entre los jugadores.
Tras ese momento histórico llegó una renovación por dos temporadas que se había ganado con creces sobre el césped pero que hubo de ser muy trabajada en los despachos. Licenciado en Empresariales, aficionado a la fotografía y actual estudiante de idiomas, Manu García volvió a ser indiscutible hasta que sufrió su primera lesión como alavesista. Perdió el sitio, pero no ha tardado en recuperar su espacio para celebrar su centenario en azul y blanco.
“Está aquí por el compromiso que tiene hacia el Alavés; es lo que más le puede y esa ilusión le ha llevado a seguir en el club”.
“Manu, mucha fuerza por tu partido número cien con El Glorioso y que sepas que deseo verte debutar en Primera División con este equipo”.
“Los deportistas que ponen pasión a su trabajo consiguen algo más importante que demostrar su talento porque la pasión se contagia y se transmite. Este es Manu García”.
“Cien partidos con El Glorioso ya... ¡Y los que te quedan! ¡Y encima en tu equipo! Un placer haber compartido contigo tantas cosas. Zorionak amigo!”