Vitoria - El fichaje de Xabi Castillo fue uno de los más relevantes en el verano del Deportivo Alavés, pero una lesión que aguó su primer tramo de la temporada hacía augurar una nueva decepción en una demarcación maldita para la entidad albiazul. El sensacional rendimiento de Raúl García en el lateral izquierdo hacía prever que a su recuperación tendría bastante complicado hacerse con un puesto en el once, pero nada más lejos de la realidad. La confianza de Alberto en el durangarra estuvo en todo momento por encima de los problemas físicos y nada más que tuvo la oportunidad le dio la alternativa. Así, tras apenas haber disputado 38 minutos en las primeras once jornadas ligueras -también jugó entero el partido de Copa contra Osasuna-, en las que alternó el banquillo, la grada y la enfermería, Castillo se ha convertido en la única pieza inamovible, junto al guardameta Manu Fernández, en las alineaciones de Alberto en las últimas ocho jornadas. Desde que estrenase titularidad en la visita al Tenerife, el vizcaíno acumula todos los minutos -solo ha descansado en la vuelta copera frente al Espanyol- y ha ofrecido un rendimiento creciente que le ha llevado a convertirse en una de las piezas fundamentales del equipo en las últimas semanas, haciéndose amo y señor de la banda izquierda y recordando el esplendor futbolístico que le llevó a ser una referencia en su demarcación hace unos años.
Tras su decisión de no continuar en el Las Palmas, un club en el que vivió una situación muy extraña perdiendo la titularidad a comienzos de 2014 tras haberlo jugado todo con anterioridad para luego volver a ser importante en el tramo final del curso, el lateral zurdo de Durango decidió abandonar el club insular tras el trágico desenlace de temporada con el ascenso perdido en el último segundo ante el Córdoba. La dirección deportiva del conjunto amarillo quería renovar al vizcaíno, pero este buscaba nuevos retos. Y el paso fue regresar cerca de casa cerrando su vinculación por un año con el Alavés, que hacía una apuesta muy importante por el jugador.
No en vano, Castillo cuenta con una de las nóminas más elevadas de la actual plantilla albiazul. Su trayectoria anterior es notable y es uno de los futbolistas con más experiencia de la plantilla tanto en Primera como en Segunda División. Real Sociedad, Athletic y dos etapas en Las Palmas, clubes todos ellos con un gran potencial económico que apostaron fuerte por el de Durango. Igual que el propio Glorioso, que vio ante sí la oportunidad de dar un salto de calidad muy importante en una demarcación en la que tradicionalmente ha tenido muchos problemas. Por eso, incluso, hubo de ceder la dirección deportiva albiazul a la hora de firmar un contrato al vizcaíno por solo una temporada cuando la norma para casi todos los jugadores -Laguardia es la otra excepción- era suscribir acuerdos con una segunda campaña condicionada al deseo del propio club o a la consecución de objetivos. El jugador formado en Zubieta solo quería una vinculación por una campaña y esa petición hubo de aceptarse.
Un inicio complicado Las expectativas depositadas en el vizcaíno eran muy grandes, pero comenzaron a venirse abajo ya en la pretemporada. Primero por el sensacional rendimiento de un Raúl García que llegó a Vitoria en una condición física excepcional. Después, por un duro golpe en la tibia que el propio Castillo sufrió en el amistoso contra el Eibar y que durante semanas le llevó por el camino de la amargura. El arranque del curso fue un calvario para el durangarra, incapaz de encontrar un poco de regularidad por sus constantes problemas musculares.
Su inclusión en el once parecía cada vez más complicada, pero en la visita al Tenerife, en la duodécima jornada, Alberto sorprendió a propios y extraños optando por un cambio en el lateral izquierdo, donde Raúl García estaba rindiendo de manera notable. Para dar una mayor consistencia a la defensa, el preparador alavesista dio entrada a Castillo. El vizcaíno demostró desde el primer momento estar recuperado y respondió a esa confianza con un buen rendimiento que le ha llevado a no desaparecer desde entonces del césped. Así, el de Durango acumula todos los minutos en los ocho últimos compromisos ligueros, el único jugador de campo que se mantiene invariable en los planes del técnico, al igual que el guardameta Manu Fernández.
Parecía complicado que alguien mejorase el rendimiento de Raúl García, pero Castillo ha subido las prestaciones del gallego, con quien incluso ha formado una pareja en la banda izquierda muy poderosa. La apuesta de Alberto por sus dos laterales resultó llamativa en el primer momento, pero ha funcionado bastante bien cuando ha sido utilizada. Y es que si el coruñés había dado muy buenos partidos, el nivel del vizcaíno ha ido creciendo con el paso de las semanas hasta recordar a su mejor versión, esa que le ha llevado a ser un futbolista muy cotizado en su posición.
Brillante en los servicios Elegante en su carrera, siempre con la cabeza alta y de larga zancada, las cabalgadas de Castillo por la izquierda se han convertido en una de las referencias ofensivas de un Alavés que insiste mucho por sus carriles y que tiene en el lateral a un asistente de lujo por su precisión. El vizcaíno siempre ha destacado por su proyección al ataque y por sufrir bastante en defensa, pero esta temporada está solventando esos apuros con bastante solvencia y con su rendimiento se ha ganado los minutos por méritos propios.
“El comienzo no fue fácil porque encadené un par de lesiones que no me dejaron coger el ritmo, pero desde que entré cada vez me siento mejor. Físicamente estoy bien y con ganas de ayudar al equipo a sacar unas cuantas victorias y salir de esta dinámica”, señaló ayer el propio jugador.
En las últimas jornadas, además, Castillo se ha destapado como un magnífico ejecutor de las acciones a balón parado y dos de los últimos tres goles han brotado de su sensacional pierna izquierda. El Alavés ha tenido a lo largo de toda la temporada un serio problema en los saques de las acciones de estrategia, en demasiadas ocasiones demasiado malos como para que acabaran siendo rematados. La solución en las faltas lejanas ante Girona y Mirandés fue el servicio del durangarra. En Montilivi puso un balón medido en la cabeza de Galán, que remató a placer. Ante el cuadro burgalés, su servicio fue prolongado de testa por Laguardia para el gol de Barreiro. Además, en otras ejecuciones el equipo también generó mucho peligro e incluso él mismo a punto estuvo de marcar en un disparo de falta envenenado. Ante la falta de consistencia del resto de lanzadores, no sería de extrañar que el cuerpo técnico apostase por Castillo para todos los servicios. Y es que su pericia con la zurda no se puede desaprovechar una vez que Castillo ha recobrado su mejor nivel.