vitoria - El día que Pablo Infante anuncie su retirada, el alavesismo exhalará un suspiro de tranquilidad. El jugador burgalés ha cambiado la camiseta rojilla del Mirandés por la blanquiazul de la Ponferradina, pero en su particular punto de mira no ha variado de objetivo predilecto. El Glorioso lleva sufriendo ante su particular bestia negra ya durante unas cuantas temporadas. Legendarios fueron los enfrentamientos en Segunda B y tela tuvieron también los duelos en la Liga Adelante, que ayer tuvieron continuidad, ahora con una camiseta diferente. De nuevo, Pablo ejerció como verdugo de un Alavés que se descompuso en apenas tres minutos ante las genialidades del extremo izquierdo del cuadro leonés. Dos internadas desequilibrantes en el área albiazul, la primera para servir el pase de la muerte a Yuri y la segunda para forzar un penalti que suponía, de paso, que Galán se llevase la primera de sus dos amarillas. Otra vez el alavesismo se llenaba la boca de palabras poco agradables para maldecir una nueva ejecución de este calvo divino, desesperante para sus rivales y definitivo para su equipo.

Seguro que por la cabeza de Pablo clamaba el deseo de venganza. Por una vez, El Glorioso se libró de su verdugo. Fue en la distancia existente entre Jaén y Lugo en el cierre de la pasada campaña. En la resolución de la temporada fue tan importante la victoria alavesista en La Nueva Victoria como la incapacidad del Mirandés para puntuar en el Anxo Carro. Esa tarde lo intentó una y otra vez Pablo, que tuvo incluso sus más y sus menos con el guardameta gallego José Juan. El cuadro rojillo descendía y el alavesismo, sobre todo en las redes sociales, se cobraba su particular revancha. La misma que ayer se tomó el propio Pablo, de nuevo verdugo.

Carlos Lasheras no dudó a la hora de llevarse al burgalés a su nuevo proyecto. “Es un jugador desequilibrante”, señalaba esta misma semana. Ayer lo demostró con creces. Sobre todo en una segunda parte soberbia. Primero un disparo que desvió Laguardia para evitar el gol. Posteriormente, forzando de manera individual las dos acciones que terminaron en gol.

En la primera, casi a trompicones, dejó atrás a Beobide, Galán y Laguardia para servir en bandeja el tanto a Yuri. En la segunda, una nueva internada por ese carril zurdo para forzar un penalti ante un Galán que no estuvo nada hábil ante un futbolista que al mínimo contacto siempre se va al césped.

Y es que la otra cara de Pablo también salió a relucir. Es genial futbolista. Tan bueno como antideportivo. Gesticula, provoca, busca siempre la triquiñuela para tratar de engañar... El repertorio es completo y a los jugadores del Alavés les tiene hartos. Hubo pique y duelos verbales, pero Pablo volvió a ejecutar.

Frío. Jugadores y entrenadores no entienden que los árbitros les obliguen a saltar al césped con tanto tiempo de antelación al inicio del partido para después tenerles esperando durante muchos minutos y quedándose fríos antes del arranque.