Vitoria - Los poco más de 8.000 habitantes de la localidad gerundense de Llagostera entrarían de sobra en casi cualquier estadio de la Liga Adelante. En uno como Mendizorroza no llegarían a ocupar ni siquiera la mitad del aforo e incluso se encontrarían por debajo de la media de espectadores que registra el campo del Paseo de Cervantes o del número de abonados que tiene el Deportivo Alavés. Y, pese a ello, el humilde club de esta localidad catalana se ha convertido en todo un especialista en ir ascendiendo categorías a toda velocidad hasta desembarcar de manera sorprendente en el fútbol profesional. La Unió Esportiva Llagostera nació en 1947 de la mano del por entonces alcalde de la ciudad, Leandre Calm, pero fue la llegada a la entidad de Oriol Alsina la que cambió por completo la historia de un club que en la temporada 2004-05 militaba en la Segunda Territorial catalana y que desde entonces ha conseguido seis ascensos en diez campañas. Primera Territorial, Preferente Territorial, Primera Catalana, Tercera División, Segunda División B y desembarco el pasado verano en la Liga Adelante. Durante toda esta etapa exitosa, Alsina ha sido una de las patas de este proyecto, ya fuese como entrenador o como director deportivo. La otra, su presidenta, Isabel Tarragó, quien lleva en el cargo desde julio de 2008. El tándem trabaja en las oficinas, pero también ha de compenetrarse fuera de ellas porque son marido y mujer y al mismo tiempo regentan una empresa textil.

La pareja deportiva estuvo rota durante unos días el pasado verano, cuando Alsina, que es un personaje que despierta pasiones encontradas, optó a ejercer definitivamente de director deportivo al Girona -compaginaba el banquillo y la responsabilidad deportiva del Llagostera, donde Lluís Carrillo figuraba como entrenador, con la dirección deportiva del club de referencia en la provincia y también estuvo un tiempo al frente del Palamós-, pero la salida del club de los dirigentes que apostaron por su fichaje llevaron al técnico a dar marcha atrás y regresar al amparo de esa pequeña gran familia que es el Llagostera. Como es evidente, su mujer no le puso demasiadas complicaciones a su vuelta. No hubo ataque de celos por esa parte. Regreso al origen con plena dedicación ahora en los despachos, quedando la dirección del equipo sobre el césped en manos de Santi Castillejo.

Con 1,9 millones de euros para gastar, el Llagostera ha optado, como siempre en su historia, por la prudencia. El primer día de cada mes los jugadores y trabajadores reciben su nómina. Tampoco el ascenso ha desatado la locura. Contención al máximo en los gastos. Tanto que se han reservado 300.000 euros a la hora de confeccionar una plantilla que hasta la fecha se ha mostrado competitiva en la nueva categoría y que ha ofrecido un rendimiento bastante por encima de los esperado en las primeras jornadas.

Y eso a pesar de que el Llagostera se ha visto obligado a exiliarse a Palamós para disputar sus partidos como local al no cumplir su estadio con los requisitos mínimos que la LFP exige en sus competiciones. Una pequeña piedra que el club ha salvado sin demasiados problemas, logrando desplazar a su afición de una localidad a otra para presenciar en directo el particular milagro de esta pequeña familia futbolística que vive en los últimos años subida en un ascensor que solo sabe seguir subiendo.