vitoria - A 700 kilómetros de distancia, el Deportivo Alavés también debió sentir a la fuerza el aliento de una ciudad entera volcada en el sueño de la salvación. La capital alavesa amaneció ayer convencida de que el milagro podría hacerse realidad y prueba de ello fueron los 2.000 aficionados que se dieron cita en el Iradier Arena, el centro neurálgico del alavesismo en una jornada que por méritos propios pasará a la historia de la nonagenaria historia del club como una de las más gloriosas y épicas de la historia. Allí se instaló una pantalla gigante para vivir un éxito embriagador celebrado con algarabía y lágrimas. Afortunadamente, de emoción. El éxtasis se apoderó del albero en diez minutos finales taquicárdicos, vividos con una pasión desbordante. La frustración dio paso al delirio tras los goles de Juanma y Quiroga, la desazón hizo acto de presencia tras el mazazo del empate jienense y, a renglón seguido... la locura. El salvador testarazo de Guzmán desató la euforia. Desde luego, la ocasión lo merecía.
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