Eibar - Es miércoles de mercado en Eibar y entre tenderetes, frutas y verduras la conversación gira constantemente en torno a un balón de fútbol. No es para menos la pasión por el balompié que se destila en la villa armera cuando al final de esta semana el club de la ciudad puede plantarse por primera vez en su historia en Primera División. Al borde de conseguirlo se quedaron en la temporada 2004-05, cuando finalizaron cuartos de Segunda por detrás del Deportivo Alavés. Entonces el equipo lo dirigía José Luis Mendilibar y uno de los referentes sobre el césped era Gaizka Garitano. Hoy, el hijo de Ondarru, que colgó las botas con el descenso a Segunda B del Glorioso, es el gran referente en Ipurua y en una ciudad como Eibar que cuenta las horas para la llegada del domingo engalanada con los colores azul y rojo de un equipo que aspira a escribir la más bella página de su historia al tiempo que trata de completar una capitalización de 1,7 millones de euros para poder seguir compitiendo en el fútbol profesional. Y para lograr semejante inyección económica, el club sabe que el ascenso puede ser determinante.
Canta el gallo de una granja cercana cuando la plantilla eibarresa salta al césped artificial del anexo de Ipurua. Todo son sonrisas. Los nervios los tiene, sobre todo, en el entorno. Los primeros fieles se presentan nada más arrancar el entrenamiento. "Aquí estoy, que se me estaba cayendo la casa encima. A ver si llega ya el puñetero domingo, que la semana se me está haciendo más larga...", comenta uno de los parroquianos. "¡Mira, otra que no puede dormir!", exclama otro de ellos ante la llegada de una seguidora. Así hasta que se congregan cerca de medio centenar de espectadores y una cantidad inusual de medios de comunicación en torno al campo de trabajo del conjunto azulgrana.
En los corrillos se rememora el viaje del pasado fin de semana a A Coruña, las buenas oportunidades que se tuvieron de ganar al Deportivo, el sablazo que les metieron por una botella de albariño o las vicisitudes del viaje de vuelta. Una hora en avión para unos pocos y la intemerata en autobús para la mayoría. Precisamente, los que volvieron por carretera fueron los que comenzaron a celebrar el ascenso casi por anticipado cuando en una parada del camino se confirmó el sorprendente triunfo del Castilla ante el Las Palmas. Al cuadro amarillo, y al Murcia, miran los aficionados armeros, que dependen de sus resultados para ascender matemáticamente el próximo domingo. Y ahí la mente echa a volar imaginando la celebración, los festejos, la alegría... Ni más ni menos que el momento más histórico en la trayectoria de un club que nació en 1940, que siempre ha sido el ejemplo de la humildad y que podría plantarse en la otrora llamada Liga de las Estrellas con el presupuesto más bajo de toda la categoría de plata.
la intensidad de garitano Esa euforia que destilan los aficionados es calma chicha sobre el césped artificial del anexo de Ipurua, que se prepara para el derbi y que está remozado tras el cambio de hierba que se produjo el pasado verano. Al lado de Garitano, otros dos veteranos como Patxi Ferreira e Iñaki Lafuente marcan el ritmo de una sesión que se caracteriza por la intensidad y donde el balón es el elemento principal.
Ejercicios de centros y remates, de superioridad en dos contra uno, disparos lejanos y partidillos en espacios reducidos componen el eje vertebral de una sesión muy marcada por la constante búsqueda de la portería rival. Mucho trabajo para los porteros, sobre todo teniendo en cuenta la enorme facilidad con la que los futbolistas encuentran la red. Toca desterrar tópicos porque este equipo cuenta con calidad a raudales. El ejemplo más patente es el de Jota Peleteiro. El gallego deja pasmados a los espectadores con un gol de vaselina escasos minutos antes de retirarse tocado tras sufrir un golpe en la cadera.
Mientras, sus compañeros mantienen el ritmo bajo la atenta mirada de un exigente Garitano. "¡Va, va va!"; "¡Llega, llega, llega!"; "¡Es buena, es buena!"; "¡Hay que acabar las jugadas siempre!". Pausado, pero apretando en todo momento, el vizcaíno no quiere que la intensidad baje en ningún momento y a fe que lo consigue. Pero, eso sí, manteniendo la tranquilidad en todo momento y sin sacar al equipo de la dinámica habitual. Sin dejarse llevar por la efusividad de unos aficionados que no dudan a la hora de acercarse a jugadores y técnicos y chalar con ellos al tiempo que les transmiten sus ánimos.
frenesí en las oficinas Toda esa calma que Garitano quiere dar al día a día de la plantilla en los entrenamientos semanales se desvanece en cuanto se pasa del césped a las oficinas generales del club en el propio estadio. La ampliación de capital abierta, las entradas para el derbi, la acumulación de medios de comunicación, la posibilidad de conseguir ya el ascenso... La pila de tareas pendientes es enorme para los trabajadores del club. Faltan tiempo y manos. La ampliación es el aspecto más preocupante para el club en estos momentos y en ese proceso está volcado el presidente, Alex Aranzabal. No en vano, en juego está el futuro del club. El akziometro, un marcador que se actualiza al momento con la marcha de la ampliación de capital, marca que se han suscrito el 33% de las acciones necesarias para seguir en el fútbol profesional. Queda mucho y el ascenso se considera clave para la supervivencia. Mientras, la preocupación de los jugadores se centra en conseguir el máximo de entradas posibles para el derbi. Misión casi imposible porque el Eibar vive su semana mágica soñando con el ascenso.