Vitoria - La suerte es un apartado muy importantes en el mundo del deporte y especialmente en el del fútbol, pero en el caso del Deportivo Alavés ya no se puede hablar de desgracias que vengan por la casualidad. Que una y otra vez el equipo vitoriano regale goles a diestro y siniestro es clara evidencia de que algo no funciona como debería. Y no es una cuestión de nombres o de partidos determinados. Con unos u otros, los errores individuales y colectivos han estado presentes en casi todas las comparecencias de un equipo que tiene la mala costumbre de dar, regalar y repetir. Y no lo desaprovechan los rivales. Algunos, como el Castilla ayer, ni siquiera tienen que hacer mucho esfuerzo. El Glorioso se encargó de darle los dos goles mascados para que no tuviese que sudar. Ni disparar a puerta le hizo falta. Apenas tuvo que sentarse y esperar a que dos balones colgados al área que no deberían haber sido excesivamente peligrosos se convirtieran en sendos goles que ya serían imposibles de remontar para los albiazules.

Apostó Alberto por el relevo en la portería porque ya apenas le quedaba otra salida después de los graves errores cometidos por Goitia en partidos precedentes. No pudo salir peor el cambio. Los nervios del vizcaíno los asumió en herencia el cántabro. Una falta colgada al área, una defensa que no acierta a despejar y un portero que se queda a media salida con los puños en alto sin percutir en el objetivo. Balón que se pasea hasta que entra pegado al segundo palo. Peor aún fue el segundo, en un saque de esquina en el que tras varias rebotes el balón queda en los pies de un Manu García que no se entiende con el portero y acaba introduciendo el balón en la propia puerta en una acción que no siquiera viéndola cientos de veces repetida puede explicarse. Ha regalado este equipo tantos de todos los colores, pero la sublimación del fallo, la máxima expresión del dar, regalar y repetir, llegó ayer con esta acción.

Un equipo como el Castilla le metió al Alavés dos goles en acciones a balón parado en las que los nervios del colectivo y, en especial, los del portero acabaron jugando un par de malas pasadas determinantes que vienen a unirse a un catálogo en el que ya pocas novedades se pueden introducir. El conjunto vitoriano ha dado ventaja a sus rivales en todo tipo de acciones y ya es evidente que no se trata solo de un cambio de nombres y jugadores. Con unos y con otros, los errores incomprensibles se repiten reiterativamente. Y con tantos regalos, la permanencia es imposible.