seguridad defensiva, orden en todas las líneas, presión adelantada, desequilibrio por bandas y en la línea de mediapuntas... Reconocidas y alabadas fueron todas las virtudes que condujeron al Deportivo Alavés al ascenso, pero está claro que Natxo González no ha tenido aún el tiempo suficiente para insuflar en su equipo todos los parámetros necesarios para que este nuevo proyecto albiazul salte a un terreno de juego con todas las garantías. Y es que ninguno de esos aspectos que convirtieron al Glorioso en un equipo sólido y solvente durante el pasado curso se pudo ver anoche en Montilivi en el regreso del conjunto vitoriano a una Segunda División de la que se ha ausentado durante cuatro años y que a las primeras de cambio le ha demostrado que ofrece una exigencia bastante superior a la que ha existido durante las últimas campañas.
Natxo González construye todos sus equipos sobre la solidez de su defensa y precisamente de estabilidad fue de lo que careció ayer el Alavés en Montilivi. La pretemporada ha sido excesivamente corta y algunos jugadores, encima, se han sumado demasiado tarde a la misma. Todo eso se pagó ayer. Los errores fueron una constante en una zona en la que cada fallo se paga caro. Particularmente sangrante en este sentido fue la actuación de todo un veterano como Pepe Mora. El castellonense lleva ocho temporadas consecutivas acumulando muchos minutos en la categoría de plata, pero su falta de adaptación le llevó a cometer una serie de errores nada habituales en jugadores con tantas batallas a sus espaldas. Cuestión de tiempo, el necesario para conocer y asimilar todos los automatismos y aplicarlos a una categoría en la que el ritmo el distinto.
Bien lo pudieron comprobar los alavesistas que la pasada campaña militaban en Segunda B. Entonces, Jaume y Beobide fueron amos y señores en casi todos los partidos, mientras que ayer naufragaron. También Rubio, a banda cambiada, sufrió como nunca. O el mismo Viguera fue incapaz de sacar magia de su chistera. Es el peaje que suelen pagar los debutantes, que en el caso del Alavés se vio incrementado por una serie de errores impropios de la categoría.
Si a esos fallos en los pases y en la circulación en la zona de atrás se le une una capacidad ofensiva muy reducida, el resultado no puede ser otro que la derrota. Y es que tan sangrante como lo timorato del entramado defensivo fue la escasa presencia en el juego de una vanguardia que estuvo desaparecida a excepción de algunas individuales puntuales. Y es que, sin tirar ni una sola vez a puerta es imposible ganar. Todavía hay que mejorar.