vitoria. Pasar de una situación idílica en la que prácticamente se rozaba ya con la punta de los dedos el primer puesto definitivo a la conclusión de la temporada regular a la actual en la que, pese a seguir conservando el primer puesto provisional, el Deportivo Alavés nota en el cogote el aliento de sus enrachados perseguidores y está obligado a firmar un pleno en las cuatro jornadas de curso que restan para no verse desahuciado del ático de lujo que ha venido ocupando desde que arrancó la competición, necesita llevar a cabo una profunda reflexión para tratar de encontrar las causas. Sin duda, son múltiples y variadas. Pero también resulta evidente que hay una que ha tenido una influencia clara en el desarrollo de los acontecimientos.

El equipo que durante gran parte de la temporada se había mostrado prácticamente infranqueable para sus adversarios es ahora un conjunto mucho más permeable, lo que le ha llevado a perder casi por completo el colchón de seguridad que se había ganado con su gran trayectoria. Cuando la Liga está a punto de entrar en el mes decisivo, la solvencia albiazul se ha transformado en inseguridad y la peligrosa sombra de la duda ha comenzado a dibujarse en el horizonte.

Todo ello resulta más que evidente si se ponen sobre la mesa algunos datos de la marcha del Alavés. De esta manera, en las nueve jornadas más recientes -las que van de la 26ª a la 34ª-, ha encajado ocho goles. Aparentemente no parece una cifra demasiado alarmante, pero cuando adquiere su verdadera dimensión es al compararla con los datos precedentes. Porque en los veinticinco primeros encuentros de Liga solamente fueron doce los tantos recibidos. Es decir, que en este tramo reciente prácticamente se ha duplicado la frecuencia con la que los adversarios perforan la portería albiazul. Mientras que en la primera fase la media de goles encajados era de 0,48 por partido, en el periodo actual se ha incrementado hasta los 0,88. Como consecuencia lógica, a mayor número de dianas de los contrarios, menos puntos llegan al casillero de la entidad del Paseo de Cervantes.

En principio, no resultaría demasiado sencillo explicar las causas de la metamorfosis del infranqueable acero que recubría el muro albiazul en la frágil arena actual. Sin embargo, las alineaciones de Natxo González pueden ayudar a comprenderlo. En estos últimos partidos de Liga, el Alavés no ha repetido ni una sola vez la formación de su línea defensiva. Por unos u otros motivos continuamente se han ido produciendo variaciones y lo que parece claro es que el resultado no ha sido ni mucho menos satisfactorio. Lejos de haber ayudado a eficacia de la zaga y aumentar la solvencia de la misma, se ha producido precisamente el efecto contrario. De este modo, la inestabilidad se ha traducido en inseguridad en la retaguardia.

El único que ha disputado todos los minutos de este tramo de Liga es el guardameta Iván Crespo -que, no obstante, es el tercero en tener la condición de titular desde que arrancó el curso tras Miguel Martínez y Urtzi-. Otro que ha rozado el pleno es Óscar Rubio, que únicamente se ha perdido el encuentro del pasado domingo en Santander por sanción. Ellos dos son los únicos que pueden considerarse con un sitio fijo en la defensa albiazul en estos momentos.

El resto de integrantes de la zaga ha sido un continuo carrusel en el que se han visto implicados prácticamente todos los miembros de la plantilla que pueden actuar en esas demarcaciones. Por lo que respecta al lateral izquierdo, Juanje y Manu García se han ido alternando hasta disputar cinco y cuatro partidos respectivamente cada uno de ellos. En la primera vuelta el vitoriano fue indiscutible pero la llegada del andaluz en el mercado de invierno permitió a Natxo González utilizarlo en una posición más avanzada. Sin embargo, el cambio no ha terminado de convencerle del todo y dio marcha atrás en varios encuentros.

En el eje de la defensa es donde más variaciones se han producido puesto que, en estos últimos nueve partidos, han actuado los cuatro centrales del equipo formando diferentes parejas. Las lesiones de Javi Hernández y Agustín más las sanciones que se han ido produciendo han ido erosionando la seguridad del núcleo duro de la retaguardia y por ahí se han escapado varios puntos valiosos. Una asignatura pendiente que el Alavés deberá recuperar para aprobar el examen del ascenso.