Que eche a temblar el Barcelona si no es capaz de llevarse al Camp Nou el próximo martes un buen resultado que ponga a su favor el pase a los octavos de final coperos. Este Deportivo Alavés se ha ganado con creces el respeto de sus rivales, por grandes que sean, cuando le toca actuar como visitante. La afirmación inicial puede resultar exagerada tratándose del considerado mejor equipo del mundo, pero el hecho de que este Glorioso es un conjunto letal cuando le toca actuar a domicilio queda perfectamente demostrado a través de unos registros abrumadores que en Liga y en Copa, con siete partidos disputados lejos de Mendizorroza, solo presentan la mácula del tropiezo cosechado en Eibar, donde once minutos catastróficos condenaron al equipo de Natxo González. El resto, cuatro compromisos en el torneo de la regularidad y otro par de ellos en el del K. O., se han saldado con seis victorias en unos partidos en los que el conjunto vitoriano solo ha encajado un gol y ha materializado cinco dianas en Liga y otras seis en Copa. Números espectaculares que hacen de este Alavés el líder del Grupo II gracias a esta efectividad cuando le toca jugar fuera.
Es a domicilio cuando el equipo de Natxo González aprovecha mejor sus virtudes. Cuando actúa en Mendizorroza le toca llevar durante mucho más tiempo el peso de los partidos y los rivales le permiten encontrar menos espacios para montar sus furibundos contragolpes, pero esta situación cambia cuando son los rivales los que intentan arrimar el ascua a su sardina y se estiran en busca de hacer valer el factor campo.
A pesar de que ayer el conjunto vitoriano protagonizó, en conjunto, el peor de todos los periodos de la temporada -exceptuando ese tramo demencial ante el Eibar en el que encajó tres goles sin casi darse cuenta- con una primera parte en la que durante demasiado tiempo estuvo a merced de la Unión Deportiva Logroñés, los pupilos de Natxo González supieron rehacerse para, en el arranque de la segunda mitad recuperar todos sus valores.
Así, el Alavés volvió a ser el mismo visitante aguerrido y batallador de siempre, ese que ya había ganado echando mano de solvencia en Barakaldo, Teruel y Pamplona, a los que hay que añadir el doble triunfo copero en Valencia. Recuperación y salida a la contra para sumar una nueva victoria, esta vez gracias a una acción por banda de Barahona que la mano de Jano convirtió en un penalti que Guzmán se encargó de transformar. Hubo que sufrir hasta el pitido final, pero el equipo vitoriano reafirmó su condición de peligroso visitante.