Vitoria. Hacía ya cinco temporadas que el Deportivo Alavés no pasaba una eliminatoria de Copa del Rey. Ayer lo hizo y ya espera oponente de entre el San Luqueño y el Cartagena, partido que se disputa hoy.
Lo hizo con autoridad. Ésta fue la noticia. La solvencia con la que el equipo gasteiztarra se deshizo de su rival fue el hecho noticioso de esta primera jornada copera. Un rival inferior sí, pero tras el pasado reciente del equipo babazorro en sus desempeños competitivos y pese a la seriedad que se le ha otorgado a la Copa desde el club, ningún seguidor alavesista se sentó ayer con tranquilidad plena frente al transistor.
Las sensaciones que se desprenden son más importantes, en este caso, que el propio resultado. Las sensaciones que se desprenden de este encuentro, del primer partido liguero y de la pretemporada. Todo ello preludia un Alavés sólido, batallador, destajista. Un Alavés que nace desde la zaga. Un Alavés que aún no ha recibido un gol en 180 minutos de competición oficial jugados todos ellos a kilómetros de Mendizorroza. Un Alavés equidistante al de campañas anteriores. Así se vio en el césped artificial del campo sobre el que el cuadro valenciano ejerce de anfitrión y así se viene viendo en los primeros compases de esta campaña.
Se mejoró claramente en la segunda mitad, merced, en buena parte, a cambios introducidos por Nacho González como el de Guzmán Casaseca, desbordante desde la banda derecha. Pero una de las virtudes de este nuevoAlavés reside en la homogeneidad de sus piezas.
Las sensaciones que transmite el equipo de Nacho González son las de un equipo con mayúsculas. Los hombres que ordena sobre el verde el técnico alavés son versátiles y cumplidores. Por ello, la dinámica implantada el once apenas se ha resentido ante los cambios introducidos por el preparador. Habrá que achacar esto a la elección de jugadores pero también a la decisión de contar con un reducido grupo de incuestionables que, de momento y aunque parezca pronto para afirmarlo, dan seguridad. Éste es el envite del nuevo Alavés, del que se ha desprendido de sus ínfulas para canjearlas por trabajo sin renunciar al talento.