Vitoria. Desde el ya lejano 13 de mayo el hijo menor del Glorioso ha vivido en el alambre. Los cimientos sobre los que, parece, se va a construir buena parte del futuro albiazul o eso se ha pregonado desde Mendizorroza tras la contratación de Javier Zubillaga y Nacho González. El Alavés ya puede respirar tranquilo. Los jóvenes babazorros, aquellos, algunos, que algún día vestirán la zamarra albiazul vivirán un año más en la Tercera División, buen punto de partida para foguear a una camada cuya pervivencia en Preferente se antojaba mucho menos rentable en lo deportivo.
La cronología de este sinvivir para los jóvenes alavesistas arrancó, como antes se mencionaba, hace poco más de dos meses. El Alavés caía por tres goles a cero ante el Zalla en la última jornada liguera, resultado que le situaba, de manera definitiva, en el puesto décimo séptimo del Grupo IV de la Tercera División. Un final que, a la postre, se ha convertido en principio de este periodo de inquietud.
Para los no versados en estas cuadraturas competitivas en lo concerniente a las categorías primeras del fútbol no profesional, habrá que explicar las razones de este desasosiego. Los grupos de la Tercera División se dividen en comunidades autónomas, siendo el grupo cuarto el que acoge a los equipos del País Vasco. El siguiente escalafón en la jerarquía futbolística, la Segunda División B, obliga a convivir, de nuevo en el aspecto competitivo, a clubes de diversas procedencias. Al finalizar cada campaña, estos grupos, los de Segunda B, se reestructuran con el fin de que los desplazamientos sean lo más llevadero posibles para cada una de las escuadras de la categoría. Y aquí es cuando se han de realizar los ajustes pertinentes.
El caso del Alavés en este agónico desenlace del curso tiene varios actores. El primero a citar es quien ha acabado adjudicándose el papel protagonista. El Barakaldo ha terminado siendo el bueno de la película, el que ha permitido al filial del club del Paseo de Cervantes mantenerse en Tercera División. Pero para entender el porqué de esta interconexión entre alaveses y vizcaínos hay que tener claros un par de conceptos. El descenso del Lemona -el único vasco de los clubes que perdieron la categoría desde el Grupo II de la Segunda División B, donde se encuentran los equipos de Euskadi- implicaba forzosamente el ascenso de otro equipo vasco para equilibrar la permuta. Uno por otro. Existía otra posibilidad que consistía en un segundo descenso, éste administrativo debido a los impagos de la directiva hacia la plantilla, de los cementeros. De esta manera el Grupo IV de la Tercera División únicamente hubiera recibido nuevos miembros desde la Preferente en caso de que nadie hubiera logrado subir.
En lo puramente deportivo, las esperanzas alavesistas residían en tres equipos. Los tres que se jugaron el ascenso desde Tercera: Laudio, Portugalete y Barakaldo. Si uno de ellos subía la plaza que dejaría vacante sería ocupada por el descendido Lemona y todos tan contentos. Esto implicaría, como finalmente ha sucedido, tres descensos para cuadrar el grupo y no cuatro, número de equipos de los que hubiera sido necesario deshacerse, vía Preferente, para seguir contando con veinte clubes en el Grupo IV de la Tercera División.
Así las cosas, los miembros del Alavés B fueron hinchas del Portugalete, Laudio y Barakaldo durante la fase de ascenso que han disputado. El Portugalete fue el que antes se despidió de la posibilidad de competir el curso próximo en una categoría superior. Tras pasar ante el Mar Menor San Javier, el Águilas le apeó de aquélla. El Laudio era el que, a priori, más fácil lo tenía. Su condición de líder de grupo le concedió la oportunidad de jugárselo a una carta ante el Ourense. Falló. Pese a vencer al Llosetense balear, el San Fernando le usurpó la plaza en Segunda B el pasado sábado.
Era, pues, el Barakaldo el único que podía certificar la continuidad del Alavés B en Tercera. Los vizcaínos se deshicieron primero del Parla, más tarde del Real Ávila y, finalmente, terminaron vengando a sus coterráneos en el match ball (0-0 en Barakaldo y 1-1 en Murcia) que supuso, a la postre, su regreso a la categoría de bronce del fútbol estatal y la permanencia del filial albiazul.