Vitoria. El alavesismo se encuentra ausente. Sin presente, por la recién terminada campaña que le ha dejado a un lado en cuanto a lo que la lucha por el ascenso a Segunda División se refiere; ni futuro, por mor de la ley del silencio impuesta desde las altas esferas del club. Queda pues, mirar a un futuro más lejano aún en el horizonte. A un futuro a largo plazo que puede constituirse en un halo de esperanza. Dicen que esto es lo último que se pierde.

La estadística, que ha excluido al Alavés del play off en dos de sus tres campañas en Segunda División B tras su descenso desde la categoría de plata del fútbol estatal, otorga alguna que otra cifra para el optimismo. En estos tres años, el equipo babazorro ha hecho gala de una progresiva mejoría en el feudo que defiende cada quince días. Mendizorroza es cuna de esperanza para el futuro albiazul.

Desde la temporada 2009-10, en que tuvo lugar su reencuentro con el Grupo II de la Segunda B, el club ahora gestionado por Saski Baskonia ha llevado a cabo una progresiva mejora en sus números como local. En ese curso, el equipo que arrancó en manos de Javier Pereira para ceder el testigo, a mitad de campaña, a un hombre de la casa como Iñaki Ocenda, sumó 32 puntos cuando jugaba a la vera del Paseo de Cervantes. Aquello, junto a los treinta conseguidos como visitante, no fue suficiente para disputar el play off de ascenso.

La temporada posterior se volvía a reconstruir un grupo que era entregado a un técnico de prestigio en la categoría como Álvarez Tomé. Una maldición le perseguía; había jugado doce eliminatorias de ascenso sí, pero no había conseguido subir a uno sólo de sus equipos. Se dice que la estadística está para romperse pero en esta ocasión permaneció inquebrantable. El entrenador leonés, el único que ha colocado al Alavés en el play off a lo largo de este periplo y el único que ha aguantado el año entero, se quedó a medio camino. Sin embargo, sus números en casa mejoraron con respecto a los del año anterior. 34 puntos. Dos más que el curso pasado. Piano piano.

Poco hay que recordar la traumática temporada que ha acabado, para los integrantes de la plantilla alavesista, hace escasos días. Primero Luis de la Fuente y, más tarde, José Carlos Granero guiaban al Alavés de nuevo a la orilla de las eliminatorias por el ascenso. Entre ambos volvieron a incrementar la cantidad de puntos cosechada en Mendi. Fueron 36 esta vez. De nuevo dos más que en la pasada campaña.

Quizás suene ingenuo augurar la proyección del equipo en una progresión tan insignificante. 32, 34 y 36. Pero existen dos factores que, de nuevo desde el optimismo, alzarían la cotización albiazul de cara a la próxima temporada. El primero de ellos es uno de los más manidos a lo largo del curso que acaba de finalizar: los empates. Durante este periplo de tres años, sólo el Guijuelo -con diez empates y la posición décimo quinta en la temporada 2010-11- y el Mirandés -que cosechó otros diez en el curso 2009-10 quedando décimo tercero- han superado la cifra de tablas firmadas en casa por los alaveses. Es de recibo recordar que únicamente perdió un partido esta campaña, contra una Ponferradina que aún pelea por ascender. Aunque también se debe indicar que este alto número de empates no se suele dar en un candidato a subir. Por ello, lo normal es que este aspecto se mejore.

En segundo lugar, la campaña como foráneo del club albiazul ha sido para echarse a llorar. 23 puntos han cosechado los pupilos de Granero y de la Fuente en este curso. Guarismos paupérrimos, de nuevo, para un candidato a la Segunda División A. Ha habido equipos en esta última etapa que han alcanzado el play off con números similares pero siempre habían superado la cuarentena de puntos como local. El Amorebieta es un buen ejemplo de ello. Este año se hizo fuerte en Urritxe donde amarró 44 puntos. Fuera se quedó en 18. Ganó sólo tres partidos.

Por todo ello, Mendizorroza se postula como origen y final de las ilusiones albiazules. Porque, al menos aquí sí, se está en el camino.