Vitoria. La carrera de vallas en la que se ha convertido la pelea del Deportivo Alavés por meterse en el play off de ascenso presenta de nuevo un tramo de carrera lisa y libre de obstáculos. No será por oportunidades, ni mucho menos. Cada compromiso a domicilio de un Amorebieta incapaz de ganar lejos de Urritxe supone una nueva ocasión para el equipo de José Carlos Granero, aunque este Glorioso se ha mostrado tozudo ya en demasiadas ocasiones, persistiendo una y otra vez en sus mismos errores. Las buenas noticias llegaban ayer por la tarde al autobús albiazul directamente desde Lezama, donde su gran rival en la pugna por el cuarto puesto no fue capaz de pasar del empate. No fue el mejor resultado posible para los intereses vitorianos, ya que pase lo que pase en Ponferrada el Amorebieta seguirá por encima en la clasificación, pero ese único punto vuelve a abrir la puerta de la esperanza, seguramente por última vez esta temporada. Todo lo que no sea una victoria del Alavés en El Toralín reduciría a la mínima expresión las ya de por sí escasas opciones que tiene este equipo de acceder a la cuarta y última plaza que da derecho a jugar por el ascenso de categoría.
El cuadro albiazul lleva jugando finales ya unas cuantas semanas, así que una más no supone novedad alguna. La victoria vuelve a convertirse en obligación, pero esta necesidad es cada vez más perentoria al presentar el calendario un fin cada vez más cercano en el horizonte. Y es que de nada sirven los constantes errores del Amorebieta si el conjunto vitoriano no es siquiera capaz de meterle el miedo en el cuerpo a su gran rival. El ejemplo más reciente son los dos puntos perdidos ante el Salamanca, que vienen a sumarse a la catarata de pérdidas de este equipo que, pese a sus males, continúa vivo.
Todo lo que no sea ganar esta tarde, y el rival es de los grandes, supondría que el Amorebieta llegase a la que se plantea como la jornada decisiva del curso con una ventaja que podría ser casi determinante. El objetivo albiazul pasa por llegar al último compromiso liguero dependiendo de sí mismo y para ello necesita meterle de nuevo presión a un Amorebieta que en siete días se la jugará ante un rival muy peligroso como el Logroñés.
Como viene siendo costumbre a lo largo de toda la temporada, los problemas físicos en jugadores relevantes marcan en parte los planes del preparador albiazul, que incluso se ha visto obligado a llevarse a tierras bercianas a diecisiete jugadores por si a Javi Casares o Salcedo, dos jugadores que han estado toda la semana entre algodones, recaen de sus molestias en el último momento.
El de las lesiones ha sido un lastre muy pesado a lo largo de todo el curso, pero jugándose lo que se juega este equipo esta tarde no debe quedar espacio para los temores infundados. Es un partido de jugarse el cuello y las piernas y así de claro lo ha dejado Granero dentro del vestuario. El barco se sigue hundiendo, pero su capitán pretende que toda la tropa se mantenga sobre la cubierta hasta el final.
Se mide el cuadro albiazul a un equipo al que Granero conoce como la palma de su mano y que mantiene en gran parte la configuración que el preparador valenciano le dio hace un par de temporadas cuando condujo a la nave berciana al ascenso a Segunda. Una de las mejores plantillas de la categoría, con presencia en el play off ya asegurada desde el segundo puesto y que plantea desde su dirección, la que ejerce Claudio Barragán, un ensayo general esta tarde de cara a esas eliminatorias decisivas, tan determinantes como los partidos que viene jugando el Alavés a lo largo de las últimas semanas, aunque con el paso del tiempo el margen de seguridad se ha extinguido dejando paso a un estado de máxima necesidad.