Vitoria. Poco espacio había quedado a lo largo de la semana para hablar en primera persona de fútbol y el Deportivo Alavés se encargó ante el Lemona de dar los justos motivos para la mínima esperanza que ya puede quedar de alcanzar el play off de ascenso. El 5-0 con el que concluyó el partido dio para sumar tres puntos y poco más. Teniendo en cuenta el rival, desahuciado ya, que había delante y la mínima oposición que presentó, bastante le costó al cuadro albiazul asegurarse el triunfo. Atisbo de mejoría no pudo apreciarse por ningún sitio, pero tampoco es ya el momento de pensar en fútbol de filigrana. El triunfo era la única exigencia para el equipo en el contexto de una semana que no ha sido nada fácil dentro del vestuario y el conjunto alavesista se encargó de cumplir con el expediente con más pena que gloria. Que a nadie engañen los cinco goles. El equipo es el mismo hoy que ayer. En casi nada ha cambiado a lo largo de toda la temporada, simple, pura y llanamente porque se advierte que no da para mucho más.
Arrancó el partido con los jugadores del Lemona arrodillados en señal de protesta por los impagos de toda la temporada y a partir de ahí comenzó el Alavés a cumplir con el mínimo exigible ante un oponente que presentaba escasa resistencia. Con un poco de juego combinativo y velocidad bastaba para desarbolar por completo a toda la zaga cementera y se pudo comprobar desde el principio que el gol solo iba a tardar en aparecer el tiempo que necesitasen los albiazules para hallar esa puntería que en tantas ocasiones han echado en falta a lo largo del curso.
Así ocurrió en una ocasión clamorosa de Casares, en la que estrelló el balón contra el portero en un tres contra uno y en varias acciones consecutivas más en las que los alavesistas pusieron precio al marco defendido por Alcalde.
Al final tanta insistencia en esos compases iniciales acabó encontrando temprana recompensa al culminar Azkorra, en el minuto 10, un centro de Óscar Rubio desde la derecha que Casares tuvo la habilidad de dejar correr entre sus piernas. Una acción brillante, como varias más, pero dentro de un duelo que no parecía tal.
Y, pese a ello, se encargó el Lemona de encrespar todavía más los ánimos de un despoblado Mendizorroza con un par de acciones en las que Rangel tuvo que echar mano de reflejos. La misma inquietud de casi siempre, al ser los pupilos de Granero incapaces de culminar alguna de sus claras oportunidades. Sin esa sentencia temprana, cada acción ofensiva de los cementeros -alguna de ellas desbaratada por un arbitraje casero como pocos- se convertía en motivo de desconfianza.
De ese desacierto para conseguir la sentencia nació una segunda parte en la que los habituales nervios alavesistas volvieron a tomar posesión del césped de Mendizorroza. Una historia perenne en este equipo, acostumbrado a caminar sobre el alambre con la certeza de que en cualquier momento puede desmoronarse por alguno de sus constantes traspiés.
Vino a solucionarlo todo Lázaro con un gol de alta escuela. Echar en cara a algunos jugadores el mal año que se está firmando es tremendamente injusto. Ahí está el ejemplo del centrocampista navarro. Y no por el regalo que hizo ayer al alavesismo con un gol antológico. Trabajo abnegado y esfuerzo constante. Poco más se le puede exigir. Mucho menos si de vez en cuando deja perlas como la vaselina de ayer con la que el partido quedó visto para sentencia.
Todo lo que vino después ya fue parte de otra historia. El partido ya se había terminado con el gol de Lázaro y los tres que llegaron después no sirvieron absolutamente para nada. Lo único, para solventar la batalla del gol average. Meza Colli, Óscar Rubio -con otro golazo- y Palazuelos se encargaron de escribir los últimos renglones que dejaban el expediente zanjado hasta que dentro de una semana el equipo se vuelva a ver en la obligación de ganar en Burgos para alargar sus ilusiones.