Vitoria. Más allá de los tres puntos que se ponen en juego mañana por la tarde y con los que el Deportivo Alavés pretende seguir alargando sus esperanzas de clasificarse para el play off, lo que se juega la plantilla albiazul ante el Lemona es su credibilidad. Para culminar una semana especialmente caliente en la que la directiva ha abierto a los jugadores un expediente sancionador para castigar su bajo rendimiento en lo que va de temporada, al equipo albiazul se le presenta una oportunidad única de demostrar que le sobran ganas para seguir compitiendo hasta que las matemáticas no digan lo contrario. Se juega mucho El Glorioso en el plano deportivo, pero se juega mucho más fuera que dentro del césped. Todo lo que no sea una victoria, y a ser posible convincente, podría desencadenar un final de curso dramático con una más que probable ruptura con una afición que ya se ha cansado de aguantar bodrios y esperpentos a lo largo de una temporada que está resultando mucho más nefasta de lo que cabía esperar cuando dio comienzo allá por finales del mes de agosto.
Desde el punto de vista meramente deportivo, tiene el Alavés la posibilidad de volver a engancharse a la pelea por la cuarta posición. El Amorebieta sigue concediendo oportunidades y ha llegado el momento de que el conjunto vitoriano saque provecho de alguno e los múltiples tropiezos que está sufriendo el equipo vizcaíno, sobre todo cuando le toca actuar como visitante. Teniendo en cuenta el mal curso que están protagonizando los pupilos de José Carlos Granero, el hecho de que se le presenten tantas opciones de redimirse habla bien a las claras de lo barato que se ha puesto el cuarto puesto este año. En otras campañas tantos errores ya hubiesen supuesto esa condena a la que parece abocado este equipo.
Para conseguir engancharse de nuevo a esa pelea y quedarse a tiro de piedra del Amorebieta, el Alavés solo tiene que ganar mañana al Lemona, un equipo que llega a Vitoria desahuciado, a punto de certificar su descenso a Tercera División y pensando en la final de la Copa Federación que comenzará a disputarse la próxima semana y en la que los futbolistas cementeros se juegan ganarse el sustento, ya que se encuentran sin ver un euro casi desde el inicio del curso. Si el conjunto alavesista no es capaz de conseguir los tres puntos ante un oponente que llega en estas circunstancias a Mendizorroza, lo mejor sería echar la persiana y ponerse a pensar en la planificación de la próxima temporada cuanto antes.
ambiente caldeado Ahí entrará en juego todo el mar de fondo que se ha vivido a lo largo de la semana y que hace prever, a pesar del mal tiempo, una tarde de lo más caliente en Mendizorroza. Los jugadores se someten a un particular examen en el estadio del Paseo de Cervantes ante una afición que ha superado ya los límites de su paciencia, lo que unido a lo vacacional de las fechas puede propiciar que en las gradas la presencia de público llegue a ser irrisoria. Llegados a este punto, y con el realismo que dictan las dificultades existentes para alcanzar el play off, lo que el alavesismo de a pie no desea es que el equipo no vuelva a protagonizar un episodio de ridículo y esperpento como alguno de los muchos que ha vivido a lo largo del presente curso.
Con todos estos condicionantes, intentar adivinar la alineación de Granero en el partido de mañana es incurrir en tareas de adivinación. No sería de extrañar que el preparador valenciano le diese una vuelta casi completa a su once titular, teniendo opciones de debutar incluso jugadores como Pablo Gallardo o Alex Sánchez, sobre todo este segundo tras la pequeña rotura fibrilar que le impidió ayer entrenarse a un David Rangel que no ha ofrecido su mejor nivel en las últimas citas.
Sea de una u otra manera, con unos u otros jugadores, el tren vuelve a pasar por delante de la estación en la que tanto tiempo lleva estancado el cuadro alavesista y, ahora sí, la de mañana es la última oportunidad de subirse al último vagón de esa pelea por el ascenso que ha dado segundas, terceras y hasta cuartas oportunidades. Todo lo que no sea ganar supondría dar por finiquitada una temporada en la que los momentos de pena siempre han estado por encima de los de gloria.