Vitoria. De entre los muchos tópicos que se utilizan para hablar de fútbol, el Deportivo Alavés repescó ayer ese que dice que el gol es la salsa del deporte del balompié. Ya se puede desarrollar el juego más efectista del mundo, que si a esos fuegos artificiales no se les acompaña de efectividad toda fiesta queda aguada. Largo y tendido podría hablar del tema el conjunto vitoriano, brillante en sus dos últimas comparecencias pero negado en la suerte máxima. Todo eso varió ayer ante el Burgos. Quizá el juego desarrollado por los de José Carlos Granero no fue el más espectacular del mundo, pero el plato, seguramente no el más jugoso, quedó perfectamente completado con la salsa de tres goles que permiten al cuadro albiazul reencontrarse con la victoria para pasar la noche en puestos de play off.
El Alavés se hizo en los primeros minutos con el control del balón e intentó sorprender al Burgos con la movilidad de su línea de cuatro mediapuntas, sobre todo de un Sendoa que en cada ataque aparecía por una zona diferente. El vizcaíno se ha convertido en la particular dama del ajedrez de Granero en los últimos partidos y actúa con libertad absoluta moviéndose por todas y cada una de las zonas de ataque. Ese aparecer ahora por fuera para seguidamente ocupar una posición más centrada le creó serios quebraderos de cabeza a una zaga visitante que, finalmente, acabó por verse sorprendida ante semejante alarde de movilidad.
Así, una cómoda internada de Indiano ante la pasividad de una defensa demasiado cerrada permitió a Sendoa recibir un pase en ventaja en la frontal del área. Desde ahí, y sin nadie que le atosigase, el vizcaíno cargó la zurda con la pólvora de su calidad. Jaque mate para Aurreko, incapaz de llegar adonde Sendoa puso el balón, pegado a la base del palo.
En apenas 18 minutos, el Alavés volvía a navegar con el viento en las velas. Así, la opción del repliegue y la búsqueda de los contraataques es ya una variante conocida. No tiene empacho el conjunto de Granero para retrasarse unos cuanto metros, juntar mucho sus líneas defensivas y dejar que sea el rival el que intente encontrar unos espacios apenas inexistentes con el control de un balón que le acaba quemando entre las piernas, regalándolo en muchas ocasiones a un Alavés ávido por aprovecharlo.
Lo que pasa es que en esos minutos el conjunto vitoriano no estuvo especialmente activo, olvidando la impresionante presión que llevó a cabo en partidos precedentes en Arlonagusia o Lezama. Las recuperaciones llegaban casi siempre en zonas muy retrasadas, con mucho campo por delante para recorrer. No le preocupó mucho a los albiazules ante la candidez burgalesa del centro del campo para adelante. Los de Álvarez Tomé sacaban el balón raseado con cierta soltura, pero en las zonas determinantes no eran capaces de encontrar ideas.
En uno de esos intentos por salir desde atrás, ya en el descuento de la primera parte, llegó el fallo en un pase que recuperó Sendoa para transformarlo en una asistencia a Jito, que con algo de fortuna resolvió el partido antes de enfilar los vestuarios. La efectividad que había abandonado al equipo en sus dos últimos compromisos regresó ayer para volver a vestirse de albiazul.
En el arranque de la segunda parte el guión se repitió, pero con un Alavés bastante más intenso y ganando metros al campo. No es cuestión de dejar pasar la oportunidad de hacer sangre cuando se presenta y el mazazo recibido por el Burgos con el segundo gol había resultado definitivo. Por si acaso, una magistral jugada con cambio de orientación de Indiano a la izquierda desde donde Sendoa dibujó una milimétrica asistencia para un fenomenal testarazo de Jito sirvió para finiquitar el choque. Quedaba casi toda la segunda parte por jugarse, pero en sus siguientes aproximaciones no tuvo el Alavés la fortuna que le había acompañado en las primeras. Ya daba igual, los tres puntos estaban asegurados tras haber recuperado la puntería.