Conservar imbatida la portería propia por encima de todo y perforar la del rival ha sido el objetivo principal de todo equipo desde que se inventó el fútbol. El gol se convirtió desde entonces en la esencia de este deporte que después de tantos años sigue volviendo loco a tanta gente a pesar de que la parte que tiene de espectáculo, en demasiadas ocasiones, se queda en intento. Además ayer, para los albiazules el lugar, el campo y la situación anímica después del varapalo anterior no eran los más idóneos por lo que ni tan siquiera se esmeraron en presentar una faena apañada, ni mostraron el más mínimo signo de espectacularidad en el juego (por incapacidad o por omisión) para cautivar el ánimo de los aficionados, propios o rivales, en definitiva del fútbol, que allí se encontraban congregados.

Después del encuentro precedente, lo que importaba era vencer (el cómo en nuestra situación era secundario) al rival y sumar los tres puntos. Era preciso ganar en Guijuelo, en Santa Marta de Tormes, o en una cancha de fútbol sala. En cambio, la derrota ha dado un paso más a un incremento de inestabilidad y preocupación en este Alavés (endeble, bajo de moral, triste) y su entorno. Y no hace más que aumentar las sombras y dudas sobre este equipo ya que las sensaciones que transmite no son las deseables. De dos encuentros ante rivales teóricamente débiles se ha conseguido un punto. Poco bagaje para un conjunto, el alavesista, que pretende estar arriba. En respuesta, el rival también colaboró en que el encuentro fuera mediocre mostrando unas carencias importantes que hicieron insalvable cualquier atisbo de buen juego, pero aun con eso, se llevó los tres puntos sólo por ser superior en entusiasmo y esfuerzo continuados.

El Alavés se ocupa, como lo ha demostrado hasta ahora, de buscar el marco rival con ahínco, a veces con cierta calidad; de hecho ha conseguido marcar en todos los encuentros disputados hasta la fecha. Pero cuando de defender se trata no lo hace con el rigor y la fuerza necesarios. Es su materia pendiente. Ayer, de nuevo, se le ofrecía otra oportunidad inmejorable para conseguir el triunfo ante uno de los conjuntos más débiles hasta el momento, puesto que era el último en la clasificación. Y se ocupó desde el primer minuto, pero enseguida se vino abajo propiciando que el Guijuelo terminara dominando el encuentro y lograra marcar antes de finalizar el primer tiempo. Sólo al final del choque volvió con nuevos bríos, cuando la derrota se veía venir.

Lo que ocurrió en la tarde de ayer en Salamanca a propósito del encuentro de fútbol es muy sintomático en los alavesistas: ataque goleador y defensa débil (ha marcado y le han marcado en todos los partidos hasta la fecha), un juego mediocre y la misma mala imagen que ha ofrecido en otros. Pero estoy tranquilo, como lo están el presidente, el entrenador y los jugadores. Según estos están mejorando y solo les queda ganar para jugar bien. Si ellos lo dicen no tengo nada más que decir. Aunque a este paso…