Vitoria. El gran anhelo de Josean Querejeta cuando se embarcó en la aventura de hacerse con la mayoría accionarial del Deportivo Alavés pasaba por acabar siendo aclamado como el salvador de un club abocado a la defunción. Hoy por hoy, un año después, han surgido demasiados obstáculos por el camino para que el máximo dirigente del Baskonia irrumpa en el escenario con un semblante tan inmaculado como le habría gustado. Pero su excelente gestión de la negociación subterránea, la que queda al margen de los focos, le va a permitir salir airoso de un embrollo que habría fracasado de ser cualquier otro empresario el que hubiera llevado las riendas.

Querejeta ha sabido mover los hilos entre bastidores para que todos los inconvenientes que han ido surgiendo en los últimos meses quedaran reducidos a meras anécdotas. Y sí, va a salvar al Alavés. Con un poso fuera de lo común, ha manejado los tiempos. Incluso en las fases más críticas del proceso, cuando todo el mundo incluido el grupo inversor se temía lo peor, Querejeta movía a sus peones. Seguía trabajando en la búsqueda de soluciones.

A pesar de la insistencia de agoreros con palmarés y escaso sentido de la oportunidad, que ayer mismo redundaban en el riesgo de desaparición al que se enfrentaba el Glorioso, hace meses que la resolución definitiva a este culebrón era sólo cuestión de tiempo. La labor de zapa que han desarrollado los colaboradores más próximos del presidente de Saski Baskonia ha desbrozado el terreno en todos los ámbitos: instituciones, fuerzas políticas, medios de comunicación, trabajadores del club, plantilla y los habitualmente ruidosos colectivos del entorno albiazul. Todos han acabado poniéndose al servicio de Querejeta, cuyo mayor mérito reside en su capacidad para hacer entender que su opción resultaba la única factible para evitar el anunciado deceso de la nonagenaria institución.

Sólo los problemas para alcanzar un acuerdo con la familia Ruiz de Gauna, la lucha de egos que han iniciado los diferentes grupos políticos implicados y, sobre todo, las trabas impuestas por Caja Vital a la concesión del crédito han trastocado los planes de un hombre que en breve va a asumir un tremendo poder de decisión sobre el deporte de élite en la provincia. Querejeta deseaba una operación de relevo sin traumas, mucho más aseada, pero al final ha sabido vencer esos problemas desde la sombra.

Cada una de las conquistas que ha ido logrando suponían, por un lado, un paso adelante en la consecución del relevo, si bien por otro acababan exponiendo más su figura a la luz pública. En una ciudad pequeña como Vitoria todo se sabe. E incluso al rescatador, al único capacitado para salvar al Alavés, le han salido al paso voces críticas.

La labor de sus colaboradores para facilitar el pacto con la actual directiva incluyó dos maniobras magistrales. Querejeta había fijado como condición sine qua non para su entrada en el Alavés que la masa social del club aceptara su candidatura. Las reuniones que mantuvieron sus colaboradores con ciertos iconos del alavesismo bastó para azuzar las posturas contra los Gauna. Tras ganarse a los jugadores y técnicos, descontentos como cualquier trabajador impagado, dio el primer gran paso hacia el relevo. A Ruiz de Gauna no le quedó otra salida que aceptar sus términos.

Las negociaciones con las instituciones y los partidos políticos las ha dirigido más de cerca. Toda vez que desde el principio recibió el apoyo de la Diputación, principal acreedor y elemento clave de la salvación de la entidad albiazul, el resto del trabajo ha consistido en gestionar los intereses partidistas que cada cual quería obtener de la operación.

El PP ha sido el último grupo en sumarse. Fortalecidos tras su éxito electoral, los populares ganaron peso. Y Querejeta supo captarlos para la causa con un guiño que supuso la implicación del nuevo alcalde y una dosis adicional de presión para Caja Vital, que era el último gran obstáculo. A partir de ese momento, con todos de su parte, sólo quedaba hallar una fórmula aceptable para articular la concesión del préstamo. El lunes se encontró. Fue la recompensa a una excelente labor en la sombra.