reza el dicho que "jugador de chica, perdedor de mus", pero esta máxima tiende al error cuando la partida se decide con un órdago a pequeña. Javier Maroto ha sabido jugar de manera magistral las escasas cartas con las que el Partido Popular contaba en la timba de la capitalización del Deportivo Alavés y ha irrumpido en la escena cuando todo parecía perdido para asumir el papel de héroe en esta película. En un escenario en el que el PP ha ejercido más de conciencia y de hermano envidioso que de colaborador entregado, el desenlace definitivo ha ofrecido la impresión de que el club albiazul sigue con vida gracias a la aparición postrera del hombre que el sábado se convertirá en alcalde y que ayer ejerció como portador de la buena nueva que el alavesismo llevaba tanto tiempo esperando.
La habilidad táctica del edil popular ha quedado patente en la resolución del truculento culebrón que han protagonizado Querejeta, sus socios, la familia Ruiz de Gauna, las instituciones, los partidos políticos, la plantilla del equipo y los grupos del entorno albiazul durante los últimos meses. A pesar de que la postura del PP llegó a convertirse en uno de los grandes temores para el grupo inversor que relevará a la actual directiva del Glorioso, el giro de los acontecimientos ha convertido al próximo alcalde de Vitoria en el principal vencedor de una partida que nadie ha sabido jugar.
Maroto ayer demostró sus dotes de tahúr. Pero también un profuso manejo del lenguaje político y de la oportunidad. Incluso en la estética que empleó para escenificar el gran momento de liberación para tantos corazones compungidos exhibió un cuidado extremo. Maroto, siempre pulcro, con el traje como segunda piel, compareció en la sala de prensa como si acabara de abandonar una maratoniana y agotadora reunión en la que se estaba decidiendo el futuro de la ciudad.
Sin americana, aunque con el toque de distinción de una corbata oscura, y las mangas de la blanca camisa remangadas, tiró de recursos estéticos para variar su imagen de tipo distante, seco, y comenzar a adoptar la pose del alcalde cercano y volcado con la ciudad. Un ejercicio de habilidad política destacable. Aunque todos los artificios resultan vanos para ocultar la realidad.
El protagonismo que ayer adquirió Maroto supone el precio que han tenido que pagar el resto de protagonistas implicados en el proyecto para reflotar al Alavés para contar con el apoyo de los populares. En realidad, el mayor riesgo que corre como primer edil del Consistorio gasteiztarra al adoptar este movimiento -que ni siquiera consultó al resto de formaciones con representación en el Pleno municipal- pasa por asumir que muchas otras empresas de la ciudad pueden denunciar un trato de favor hacia el club albiazul y exigir luego la misma solidaridad avalística cuando vengan mal dadas.
Al contrario de lo que ha sucedido en territorios vecinos, donde las instituciones y las entidades financieras han inyectado ingentes cantidades de dinero a fondo perdido a Real Sociedad y Athletic, aquí el rescate financiero del Alavés se ha vigilado con lupa y ha consistido, sobre todo, en el aval paternalista para la concesión del crédito y en el importante esfuerzo que el actual Gobierno foral realiza para corregir, no lo olvidemos, el desaguisado que otra Diputación, en este caso gestionada por el también popular Ramón Rabanera, permitió nacer.
Aun con todo, Maroto ganó ayer la partida con dos ases mal acompañados. Algún alavesista de pro llegó a afirmar que "por una vez el alcalde de Vitoria parece de Bilbao o Donosti". Todavía sin acceder al cargo, el futuro alcalde ejecutó su primera jugada maestra.