ES curioso el arranque liguero de los principales equipos de nuestro grupo. Una circunstancia que la vivimos en nuestras carnes con el Deportivo Alavés y que se podría extrapolar al resto de clubes implicados en meterse en la promoción de ascenso a la Segunda División. Lo que parece una ventaja que es el hecho de jugar en casa, con tu gente, se está convirtiendo en un calvario para las distintas escuadras de la zona noble.
El ejemplo más significativo lo tenemos en el actual lider de la categoría. El Eibar solo ha cedido puntos en Ipurua, dos derrotas y un empate en seis partidos, contra las cinco victorias consecutivas cuando juega a domicilio.
Esto también se ve en los equipos que están en el play off de ascenso como la Gimástica de Torrelavega y el Mirandés. El dicho futbolero de "convertir nuestra casa en un fortín" ha quedado en un segundo plano. El Alavés lleva un punto más en casa que fuera habiendo jugado, eso sí, un encuentro más en Mendizorroza. La respuesta la podemos tener en el sistema de juego que estamos viendo en el grupo norte, tirando más a la presión y la garra que a tener la posesión del balón. Y eso sí que es la tónica habitual de muchos equipos, les cuesta coger la responsabilidad de los partidos, de llevar la voz cantante y de orquestar una sinfonía bonita en la busqueda de la victoria.
El sistema de juego de Miguel Ángel Álvarez Tomé, gran conocedor de este tipo de futbol, es muy similar. Al equipo vitoriano siempre se le ve más cómodo cuando enfrente hay un equipo que deja espacios y que tiene más iniciativa en el choque que cuando se mide a un equipo que se encierra atrás. No es tampoco hablar de buen o mal juego, es hablar de un sistema menos vistoso para el aficionado pero más efectivo. Eso sí, uno echa de menos lo que decía un maestro del balompié, Alfredo Di Stéfano: "El balón está hecho de cuero, el cuero viene de la vaca, la vaca come hierba, así que hay que echar el balón a la hierba".