"Los centros educativos deben ser referentes en el uso responsable de la tecnología"

El pasado martes 3 de junio se celebró una mesa redonda con expertos en la que se analizaron los efectos del uso excesivo de dispositivos digitales en la salud de los menores. Junto al psiquiatra Dr. Miguel Gutiérrez y la pediatra Dra. Leire Ferrero, participó el educador Aitor Pérez de San Román, maestro y director del colegio Urkide, quien explica a este periódico cómo el mal uso del entorno digital impacta negativamente en la salud física, mental, sexual y social de la infancia, afectando desde edades tempranas al neurodesarrollo y al aprendizaje.

¿Cómo es la situación actual?

Desde el Gobierno Vasco, a nivel estatal, europeo e internacional, cada vez hay más evidencias del perjuicio que supone pasar muchas horas frente a las pantallas, del uso abusivo de las redes sociales y de los riesgos en edades tempranas. Hay familias que están informadas, concienciadas, preocupadas y ocupadas. Ya no son una minoría: ahora existe un grupo crítico y un porcentaje de familias conscientes de lo que ocurre y que están tomando medidas. Pero todavía queda mucho por hacer. Algunas no tienen información, otras carecen de medios o les cuesta enfrentarse a esta situación: la exposición prolongada a pantallas. O bien son familias vulnerables que deben trabajar mucho y el teléfono se convierte en vía de comunicación.

¿A qué edad se suele recibir el primer teléfono móvil?

Queda mucho por hacer, porque muchísimos niños y niñas reciben el móvil antes de los 16 años. En Álava, en quinto y sexto de Primaria, casi todos tienen móvil. Poco a poco está cambiando; incluso en algunos centros educativos, en ciertas clases, en Primero de la ESO ya lo tiene menos de la mitad. Y eso evidencia un cambio de tendencia. No importa qué centros sean, lo importante es que ese cambio se está produciendo. Hay una preocupación creciente, pero todavía no está generalizado.

¿En qué consiste el proyecto Reset Eskola?

Nace a partir de una situación vivida en nuestro colegio. Desde el departamento de orientación y el equipo directivo estábamos preocupados por la salud mental del alumnado. Detectamos casos de autolesiones, trastornos alimentarios, incluso acoso o ciberbullying. Consideramos que hay una relación directa. Tenemos una parte reactiva, pero también una proactiva: evitar que ocurra. Entonces, decidimos hablar con las familias con total transparencia. Propusimos un pacto social para posponer el móvil hasta los 15-16 años. La propuesta tuvo muy buena acogida. Hablamos con Fundación Vital, que nos apoyó, y elaboramos una formación que ya han recibido 28 centros educativos de todo Álava.

¿Cómo se puede predicar con el ejemplo?

Los adultos tenemos que servir como ejemplo. En primer lugar, hicimos una reflexión interna en el colegio, y acordamos que los alumnos no nos vieran usando el móvil. Podemos usarlo si es necesario, pero no a la vista del alumnado. También lo trasladamos a las familias: pedimos que en el patio no usaran el móvil. El 83% de las familias de Infantil y Primaria firmaron el acuerdo. Se trata de hacer piña, de funcionar en grupo. En cambio, en ESO y Bachillerato solo firmó el 11% de las familias. Una vez que tienen el móvil, es mucho más complicado.

¿Cuáles son los principales riesgos en el uso de los móviles?

El mayor riesgo es la pérdida de atención. Están acostumbrados al scroll infinito, a lo inmediato, lo que dificulta la concentración en clase. Otro riesgo es la inteligencia artificial. Hay que repensar las tareas, a menos que el objetivo sea enseñar a formular buenas preguntas o prompts. Estamos en un momento de transición. También están los problemas de redes sociales: cuerpos estereotipados, sexualización de la mujer... Han aumentado los trastornos de alimentación, autolesiones, problemas psicológicos y psiquiátricos. Los pediatras indican que ha crecido la obesidad infantil y que los trastornos del lenguaje aumentan, porque los niños aprenden a hablar más tarde.

¿Cómo construir un uso responsable de las pantallas?

Es complicado. Pensamos que el Chromebook no es un teléfono, pero tampoco un ordenador al uso. Hay que establecer filtros, en el colegio y en casa. Por ejemplo, en Primaria, a las ocho de la tarde deja de funcionar. Es un momento interesante para reflexionar. No se trata de llenar los centros de pantallas, ni de eliminarlas por completo. Hay que mantener la calma y tomar decisiones con perspectiva. Creo que habrá una reducción del uso de pantallas y que pasaremos a un uso más lógico y controlado.

¿Qué papel juegan los centros educativos?

Es fundamental. Las familias educan, pero el centro educativo debe acompañar. Los adultos debemos tener coherencia: lo que se hace en casa y escuela debería estar alineado. No siempre lo conseguimos, pero ese debería ser el objetivo. En prácticas como ir a comprar el pan, siempre digo que el lobo no está en la calle, está en el teléfono, donde están los mayores peligros. Tenemos que dar ejemplo y al mismo tiempo ofrecer autonomía.