En Álava se llevó a cabo el estudio de Macsonrisas sobre educación digital durante el curso 2023-2024 en los niveles de Primaria y Secundaria. En concreto, se analizó a 2.300 alumnos de Primaria –entre tercero y sexto curso– y a otros 4.090 de la ESO. Los datos arrojan una realidad preocupante: entre el alumnado de Primaria, un 31% aseguró pasar más de dos horas diarias frente a pantallas entre semana, mientras que otro 10% afirmó hacerlo durante más de cinco horas al día.
Uno de los aspectos más destacados del informe es el uso de los videojuegos. Además del tiempo prolongado que se les dedica, se detectó que muchos de los juegos utilizados por los menores no se ajustan a su edad según el sistema PEGI, un sistema europeo de clasificación por edades que advierte sobre el contenido potencialmente inadecuado para menores.
El 40% del alumnado de sexto de Primaria de Álava usa TikTok
El 40% del alumnado encuestado afirmó usar TikTok de forma habitual, y en sexto de Primaria, la mitad ya dispone de un teléfono móvil. El uso, sin embargo, dista de ser saludable. El estudio advierte de que muchos alumnos comparten imágenes de compañeros y profesores en redes sociales, frecuentemente manipuladas como memes.
La situación en Educación Secundaria resulta aún más alarmante. En primer lugar, por el elevado tiempo de exposición ya que el 42% de los adolescentes alaveses pasa entre 2 y 5 horas diarias con el teléfono móvil durante la semana, un 15% lo utiliza entre 5 y 8 horas, y un 9% incluso supera el equivalente a una jornada laboral.
Además, la presencia de protocolos abiertos relacionados con ideaciones suicidas en institutos confirma la gravedad del problema. Desde relaciones de pareja marcadas por dinámicas de control –como exigir contraseñas, compartir ubicación o controlar la actividad en redes– hasta la normalización de encuentros con desconocidos sin percepción de riesgo, los datos reflejan un patrón preocupante.
Estudios a nivel estatal
El Informe EMO Child 2, elaborado por el Observatorio Español de la Salud Mental Infanto-Juvenil y publicado en 2024, analizó a 5.652 escolares de entre 9 y 16 años en las 17 comunidades autónomas. Revela que la edad media de adquisición del primer teléfono móvil es de 11 años. A partir de los 13 años, el 86% de los adolescentes usa redes sociales a diario, muchas veces como una vía de escape.
Por su parte, el Informe UNICEF sobre el impacto de la tecnología en la adolescencia, que estudió a 41.509 adolescentes de entre 11 y 19 años en todo el Estado entre 2020 y 2021, indica que el 50% de los jóvenes pasa más de cinco horas diarias conectado a internet los fines de semana, y un 31% mantiene ese mismo hábito entre semana. En lo que respecta al sueño, un factor crítico durante el desarrollo físico y cognitivo, 6 de cada 10 adolescentes duermen con el móvil y 1 de cada 5 se conecta durante la noche. El uso de pantallas retroiluminadas una o dos horas antes de dormir provoca insomnio de conciliación, reduce los niveles de melatonina y deteriora la calidad del sueño.
Obesidad, otra consecuencia
Otro de los efectos más estudiados del uso excesivo de pantallas es la obesidad. Tal y como explicó la Dra. Leire Ferrero en la mesa redonda celebrada el pasado martes en Vitoria sobre los efectos en la salud del uso de pantallas en la infancia y adolescencia, el consumo audiovisual afecta tanto a la ingesta alimentaria durante y después del visionado como a la reducción de la actividad física y al aumento del sedentarismo.
Aunque aún existen limitaciones metodológicas en algunos estudios, la evidencia acumulada es suficientemente sólida como para tomar medidas desde el ámbito sanitario, educativo y de las políticas públicas. Las pantallas, especialmente aquellas con acceso a internet, tienen efectos adversos claros sobre el neurodesarrollo y la salud física, mental y social de niños y adolescentes.
Por ello, numerosas sociedades científicas, profesionales sanitarios y gobiernos coinciden en la necesidad de limitar el tiempo de exposición según la edad, acompañar y supervisar el uso de dispositivos, promover contenidos adecuados y prevenir la adicción digital. A su vez, subrayan la importancia del papel institucional para visibilizar, concienciar y regular este problema creciente.