La cita, con entrada libre hasta completar aforo, tendrá lugar en el Palacio Europa a partir de las 18.00 horas. Pero antes de ello, Armadans (Barcelona, 1968) ha atendido la llamada de NOTICIAS DE ÁLAVA.
Este jueves va a hablar de construir paz y resistir al militarismo cuando medio planeta se encamina justo hacia lo contrario. ¿Estamos cada día más lejos de estos objetivos?
Está claro que hay una tendencia de más militarización, más guerras y más violencia en general. Y, por lo tanto, los objetivos de construcción de paz se están alejando un poco más de la realidad. Eso lo único que indica es que hay que trabajar más a fondo. Porque renunciar a un escenario de paz es renunciar a mucho. Está más difícil, pero es más necesario que nunca empujar hacia esos objetivos.
¿Por dónde cabría empezar para frenar la actual escalada bélica?
Hay muchísimas cosas, pero una fundamental es fortalecer el sistema de gobernanza mundial. Tenemos las Naciones Unidas, que surgieron del contexto posterior a la Segunda Guerra Mundial, de un momento de desazón colectiva y una sensación de que la humanidad ya había probado los niveles más salvajes de barbarie. Y ahí surgieron esos cimientos para intentar compartir las decisiones, crear unos marcos de participación en los que todo el mundo estuviera y evitar en lo posible esos escenarios de descontrol, de violencia y vulneración de derechos humanos. Todo lo que sea fortalecer estos instrumentos y dar apoyo a la justicia internacional para prevenir crímenes de guerra es imprescindible. En la medida en que se destruya aún más el sistema internacional tan precario que tenemos, estaremos más cerca de un escenario de jungla en el que los poderosos van pisando y sin problemas.
Por desgracia, el respeto a los derechos humanos no casa precisamente con las formas de actuar de los líderes de las grandes potencias.
Ahora mismo parece que hay tres imperios, Estados Unidos, Rusia y China, que por diferentes vías vienen a decir que van a hacer lo que quieran y que no quieren estar sujetos a ninguna cortapisa ni a ningún tipo de control democrático global. El resto de los países tienen que recordarles que eso no debe funcionar así. Y desde Europa esto hay que exigírselo no solo a China y a Rusia sino también a Estados Unidos, que está haciendo prácticamente lo mismo.
Precisamente la administración Trump habla de “promover la paz a través de la fuerza“. ¿Qué le dice esta declaración de intenciones?
La mejor manera de conseguir paz, que obviamente no es algo fácil ni inmediato, es promover la paz, respetarla y profundizar en ella. Todo lo que sea imponer las cosas por la fuerza supone que después habrá que mantenerlas con la fuerza. Y esa es la deriva bélica en la que estamos. La negociación y el diálogo son lentos, difíciles, farragosos... pero lo que pueda conseguirse a la larga tendrá más solidez. Un mundo más violento, más injusto, más caótico, con menos respeto a la ley internacional y más impunidad es el mundo que ahora mismo sufren los ucranianos o los palestinos. Pero no es bueno para nadie. Por ejemplo Israel con lo que está haciendo en Gaza, se supone que para garantizar su seguridad, no va a tener ese resultado por el desastre y el odio que está generando. La idea de la fuerza y la barbarie no es buena para los que las sufren, pero tampoco a largo plazo para los que la ejercen.
¿Qué alternativas hay frente a ese mantra de que aumentar el gasto militar es sinónimo de capacidad de disuasión y mayor seguridad?
El ciclo armamentístico ya lo hemos probado y sabemos que más gasto militar no implica una mayor seguridad. Los conflictos armados y las muertes se han disparado en los últimos 25 años y las personas que huyen de las guerras y se convierten en desplazadas se han más que duplicado. Ya tenemos esa perspectiva. Incrementar aún más el gasto militar seguramente no nos va a dejar un mundo más seguro, sino más caótico, más incendiado y más violento. A partir de ahí, si queremos aspirar a un mundo más pacífico y ordenado deberíamos invertir en políticas de paz y multilaterales, en crear mejores condiciones de justicia para todos los pueblos. Seguramente no es una solución perfecta, pero la inversión militar en sí misma lo único que garantiza es que la espiral belicista aumente. Ya lo vivimos en la Guerra Fría. Los países que quieran mejorar las condiciones de paz y derechos humanos deberían impulsar más que nunca los mecanismos de coordinación y los sistemas multilaterales y dar apoyo a la justicia internacional. Desgraciadamente, al revés de lo que se está haciendo. Hay estados que actúan de forma delincuencial ante las normas del Tribunal Penal Internacional.
Visto lo visto, ¿hay algún margen para la esperanza?
Estamos en un momento decadente, de regresión, con un futuro muy incierto y desconcertante. Pero a pesar de ello, se han vivido otros momentos más oscuros y dramáticos en los que ha habido un empuje de la sociedad civil y los organismos responsables que han hecho que las cosas pudieran avanzar y mejorar. Aunque ahora mismo el presente sea duro y el futuro difícil de prever y analizar, todas las personas, organismos y entidades que quieran impulsar perspectivas de paz, justicia y derechos humanos tienen que ponerse a trabajar y ya veremos los resultados. Por difícil que se vea, todo está abierto y hay que empujar hacia futuros de paz y justicia. Ha habido momentos mucho más oscuros que este y las cosas han podido avanzar pese a todo. El Holocausto, Hiroshima y todas las salvajadas de la Segunda Guerra Mundial no es un recuerdo lejano, de hace siglos, sino de décadas.