El hospital de Álava que cuida de la fauna silvestre que campa herida por el territorio está de celebración. Cumple nada más y nada menos que cincuenta años. Desde su fundación en 1975, el pionero en todo el conjunto del Estado, el centro de recuperación animal Martioda ha recogido, curado y puesto en libertad a más de 20.000 especies –unas 800 de media anuales–, la mayoría, –que son aves– rescatadas en el entorno de Vitoria al ser la zona con “mayor densidad de población” animal.

Así lo expone a DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA la veterinaria del centro desde hace 22 años, Patricia Lizarraga. En este sentido, el equipo de trabajadores se completa con Iñaki Galdos como cuidador, administrativo y encargado de las tareas de divulgación; Ricardo Gutiérrez –también a cargo del cuidado de los seres silvestres– al igual que Mikel Salvador, que además, es es anillador. Y en las épocas de más entradas, que suelen ser durante los meses de primavera y verano, refuerzan el personal para atender esa demanda; con dos e incluso tres personas más.

Entre ese grupo mayoritario de aves, los hay de la familia de los paseriformes, las conocidas como acuáticas así como rapaces, que son “bastantes”, en palabras de la veterinaria alavesa; entre ellos, el cárabo común presente en una de las fotografías que acompañan a estas líneas. Asimismo, agrega que también cuentan con mamíferos, y en menor porcentaje, con algún reptil o anfibio.

Cárabo común que permanece en Mártioda. Jorge Muñoz

“Los que más problemas traen son los animales carnívoros, porque intentan huir hasta su último esfuerzo, y, teniendo en cuenta la mandíbula y la fuerza que tienen, son más difíciles de capturar”, explica Lizarraga.

Sobre ese proceso de rescate, la profesional apunta que “normalmente son los propios ciudadanos quienes avisan de que hay un animal enfermo, herido o huérfano”. De hecho, a veces son ellos mismos quienes los traen y otras, el equipo de Martioda acude en su búsqueda. De hecho, en algunos casos, “por peligrosidad de la persona”, los especialistas avisan a estas personas que se mantengan quietas en el lugar para que el animal “no huya”; a la espera de que acudan los profesionales a capturarlo.

Aunque no es lo más habitual, hay rescates en los intervienen los agentes de la Policía Local de Gasteiz o la Ertzaintza así como de otros cuerpos de seguridad del territorio.

Desnutridos, crías huérfanas...

En los meses más cálidos del año es cuando llegan hasta el centro alavés un mayor número de crías, tanto de  aves como de mamíferos. A veces presenta un claro estado de desnutrición, las consecuencias de caídas de nido o que están huérfanos.

Gato montés

Asimismo, también cohabitan aquellos que acarrean traumas; de coches contra tendidos eléctricos, atropellos de coches que producen rotura de huesos.

Distribución de los espacios

En lo que a la distribución respecta, cuentan con varios espacios. Una zona de cuidados y vigilancia intensiva (UVI y UCI), donde se encuentran “los animales más delicados”; voladeros intermedios, para cuando ya los animales no requieren el cuidado diario pero todavía no esta completamente sanos así como otro espacio para que las aves se musculen, además de una zona de pajareras para los pajaritos pequeñas, sala de curas, de necrosis y también de cuarentena. 

Radiografía de un reptil que actualmente está en el centro de recuperación.

Por otro lado, en el terreno de los servicios, además de la atención clínica de la fauna alavesa, – “uno de los pilares fundamentales del centro”– poco a poco han ido extendiendo el número de labores; como es el compromiso de divulgación. “Ya que la gente no puede venir al centro por el estrés que pueden sufrir los animales, lo que hacemos es llevar a las ikastolas y asociaciones que así lo soliciten información sobre lo que hacemos”, explica la veterinaria.

Asimismo, aseguran ser también “un punto crítico” en cuanto a la detección de enfermedades emergentes en la zona silvestre del territorio alavés. “Intentamos que no sean transmitidas al ganado o al hombre”, comenta.

Además de realizar necropsias en los animales, para obtener información sobre las causas de la muerte y poder aportar de esta forma pruebas cuando en el marco de los delitos medioambientales. También llevan a cabo el marcaje y la toma de medidas en las aves para conocer su evolución. Además de colaborar con distintos proyectos de conservación para el águila de Bonelli, el visón Europeo o el galápago Europeo, entre otros. Sobre esas labores internas, la veterinaria señala que “ha habido una evolución bastantes positiva, cada vez se hacemos más cosas”

Más concienciación

Por otro lado, Lizarraga expone que el número de animales que llegan hasta las puertas del centro se ha visto aumentado debido a que “cada vez hay más conciencia, hacia el medioambiente en general así como un mayor conocimiento también de la existencia un centro de recuperación. En este sentido, apostilla que son las nuevas generaciones quienes están más sensibilizados con el cuidado del planeta. 

Y todo porque, a diferencia de otros tiempo, ahora se educa el respeto hacia la naturaleza y el cuidado de los seres vivos a edades tempranas. También “para que sepan que si algún día se encuentran a un animal herido, donde tienen que recurrir”. 

Volver a ser libre

No cabe duda de que “el mejor” momento para el equipo de Mártioda es el momento de liberación de la fauna que ha estado rehabilitándose. Un acto bautizado como la suelta, que en definitiva es “la recompensa del trabajo y el esfuerzo realizado”. Eso sí, siempre sin comprometer el bienestar del animal ni el éxito de la suelta.

Azor común

De hecho, en muchas ocasiones hacen un llamamiento a los donantes para que asistan y puedan ser partícipes en vivo y en directo de estas liberaciones. “Es bonito ver a la gente emocionada”, comenta en este sentido.

Pero ese cariño también se ve entre los propios silvestres. “Hay aves que son recibidas por la pareja. Son cosas que te emocionan”, considera.