La asociación Laguntza de Amurrio ha recaudado en sus dos primeros día de liquidación por cierre de su ropero social 600 euros, que suponen más de mil artículos reciclados con una segunda vida.
“Aún tenemos los percheros llenos y más material guardado en cajas, así que mañana y pasado volveremos a abrir la venta y continuaremos en abril hasta agotar existencias. Todo lo recaudado se donará a una ONG”, explican desde la agrupación.
Laguntza anunciaba el pasado martes el fin de su actividad tras veinte años ayudando a las familias más necesitadas del municipio haciéndose cargo del reparto mensual de alimentos, procedentes del Banco de Alimentos de Álava, cuyos lotes han estado completando adquiriendo productos de primera necesidad con el dinero que lograban de la venta, a precios simbólicos de la ropa, calzado y otros productos que les donaba la población y que ellos, de forma previa, lavaban y reparaban en su famoso ropero.
El último reparto
Una labor ardua la de estos voluntarios, que les hizo merecedores en 2010 de la insignia Guk de Oro del municipio, pero que ha llegado a su fin.
De hecho, entre los pasados jueves y viernes afrontaron el que fue su último reparto de alimentos a las familias necesitadas que atienden que, según las últimas cifras, se elevan a 187 (589 personas). El balance de actividad del último año también ha puesto sobre la mesa que en 2023 realizaron 4.075 horas de voluntariado, repartieron 141 toneladas de alimentos (unos 300.000 euros), y que a través de su ropero ellos mismos lograron otros 12.000 euros, que reinvirtieron en la adquisición de productos de primera necesidad.
"Nos ha costado mucho tomar esta decisión, porque hay historias humanas que ponen los pelos de punta”
“Ambos servicios van unidos, por lo que si dejamos de repartir los alimentos, el servicio de ropero también pierde su razón de ser, y de ahí que hayamos decidido cerrar ambas cosas. Nos ha costado mucho tomar esta decisión, porque hay historias humanas que ponen los pelos de punta”, esgrimen quienes confían en que las instituciones cubran, a partir de ahora, “la labor que hemos estado haciendo. Pero no podíamos seguir con esta incertidumbre”.
Los motivos
Y es que llevan trabajando “con una espada de Damocles” sobre sus cabezas desde que en 2017 se les comunicó que todos los perceptores de ayudas alimentarias iban a requerir de una valoración económica por parte de un profesional del campo social que, en 2021, se tornó en exigencia.
“Hasta entonces lo veníamos haciendo nosotros, en base a los criterios más objetivos que podíamos, y consultamos al Servicio Social de Base del Ayuntamiento a ver si podía hacerlo, teniendo en cuenta que las familias que requieren de alimentos lo más seguro es que necesiten de otras ayudas, pero se nos respondió que lo más que podían hacer era un certificado de vulnerabilidad, y así hemos estado tirando los dos últimos años”.
Sin embargo, esta solución no implicaba la requerida valoración económica y eso hizo que se les disparara el número de familias a atender, y la consiguiente carga de trabajo. “De repente no nos daba con un camión, teníamos que alquilar dos, tampoco con las horas que dedicábamos… y no le veíamos lógica porque no había pasado nada que justificara ese aumento, ya sea por incremento de inmigración o una empresa que cerrara, y no tuvimos más remedio que ir al Ayuntamiento a explicarles que no podíamos seguir así”.
Así fue como se les propuso –extremo confirmado por el propio alcalde, Txerra Molinuevo– que contrataran a alguien para hacer la valoración económica a sus usuarios y que el Ayuntamiento se haría cargo del coste.
Al ser Laguntza una asociación muy pequeña, de voluntarios y sin personal asalariado, la única forma posible de contratación era recurrir a una persona autónoma. “Encontramos a una que trabajó con nosotros de junio a diciembre de 2023, y que hizo todas las valoraciones económicas. Un trabajo ímprobo, porque fueron casi 200 familias, pero nos comunicó que tenía que dejarlo y buscamos a otra persona”, continúan.
9.000 euros de presupuesto
El 20 de noviembre presentaron al Ayuntamiento un presupuesto de 9.000 euros, que equivalía a un contrato semanal de seis horas. “Se nos dijo que era mucho, que lo iban a estudiar y nos daban una respuesta. Luego nos enteramos que habían consultado con Cruz Roja si podían hacerse cargo de las valoraciones económicas, luego que sí las podían hacer… pero todo esto echándose el tiempo encima, y ya llevábamos tres meses sin saber nada, y con nuevos usuarios pidiendo comida a los que no sabes ni qué responder, por lo que pedimos al Banco de Alimentos de Álava que nos dejara meterles en listas pendientes de la valoración económica, y eso es lo que hemos estado haciendo desde diciembre", apuntan.
"Pero con esta incertidumbre no se puede trabajar y, a finales de febrero, le comunicamos al Ayuntamiento que si no teníamos respuesta, el de marzo sería nuestro último reparto de alimentos, y eso es lo que ha ocurrido”, explican con pesar y despidiéndose. No sin antes dar las gracias a los pioneros “que vieron una necesidad y crearon algo de la nada que ha permanecido durante 20 años”, a todo el voluntariado “que ha dedicado su tiempo y su esfuerzo a la ayuda de mucha gente que atravesaba situaciones difíciles”, y a todo el personal del Banco de Alimentos y de otras asociaciones, entidades y personas que, de una forma u otra, han colaborado con Laguntza.
De ellas no excluyen al Ayuntamiento, pues no olvidan que ha sido el que les cedió la sede de su ropero y que también les proporcionó otro espacio en el Refor, además de hacer frente a los gastos corrientes. No obstante, no pueden evitar cierto “descontento” por la ausencia de diálogo de los últimos meses.
Futuro modelo
De qué va a pasar, a partir de ahora, con las familias que dependían de Laguntza todo apunta a que serán atendidas a través de un convenio con Cruz Roja.
Y es que, según el alcalde de Amurrio, esta entidad tramita para las familias más vulnerables unas tarjetas monedero con las que adquirir alimentos de forma autónoma, y tiene en su estructura a trabajadores propios para esta tarea.
La intención del Ayuntamiento era establecer lazos de cooperación entre las diversas entidades para poder aunar esfuerzos y recursos. “Una solución sensata, acorde a las necesidades de Laguntza, y que se ajustaba a las condiciones que les demandaban desde el Banco de Alimentos”, enfatiza el regidor. Este también señala que esta alternativa se adelantaba al futuro modelo que va a rediseñar estas actuaciones, el Programa Básico del Fondo Social Europeo.
“La puesta en marcha del Programa Básico puede hacer que una parte importante de las personas a las que Laguntza repartía alimentos ya no vayan a recibirlos"
“La puesta en marcha de este Programa Básico puede hacer que una parte importante de las personas a las que Laguntza repartía alimentos ya no vayan a recibirlos, ya que afecta a familias con menores que cumplan una serie de requisitos”, reconoce el alcalde. Molinuevo, no obstante, no descartaba estudiar opciones “para poder canalizarlas también vía acuerdos o lo que fuere”.
Molinuevo admite que el cierre de Laguntza le ha producido “sorpresa”, aunque respeta la decisión adoptada y agradece a la misma la labor prestada en el municipio durante sus veinte años de andadura. El tiempo dirá quien les tomará el relevo, porque la necesidad es obvia.
Y es que como bien han esgrimido siempre desde Laguntza, “lo ideal es que asociaciones como la nuestra no tuvieran que existir, pero entre el idealismo y el realismo hay un trecho”.