El presidente de la Sociedad Filatélica Numismática Armuru de Amurrio, Juan Luis Perelló, se ha embarcado en una nueva iniciativa editorial, en esta ocasión especial sobre Fichas del País Vasco-Euskadi. Una publicación en la que vuelve a ser coautor junto a Daniel Torres Micó (Madrid) y Francisco Macías Serrano (Castellón).

De esta manera, presentan un trabajo de investigación con el que se pretende rellenar un campo poco explorado de la numismática: el de las monedas y fichas usadas en las diferentes sociedades y entidades vascas, desde finales de siglo XIX hasta 1970, con alguna excepción hasta los años 80, y entre las que cabe destacar las cooperativas de consumo.

De hecho, “fueron de gran ayuda a la supervivencia de la población, suministrando alimentos básicos como azúcar, aceite o carbón a más bajo precio, y retrasando el pago de lo consumido a cuando cobraba el cooperativista en su trabajo, bien fuera a la semana los obreros o al mes los empleados”, ha avanzado Perelló, que presentará el libro en la casa de cultura de Amurrio, a las 18.00 horas del próximo lunes 11 de marzo.

Fichas de cooperativas de consumo.

La publicación, que ha contado con el patrocinio de Konfekoop (Confederación de cooperativas de Euskadi), quiere servir de homenaje “a todos los trabajadores vascos, al tiempo que dé reconocimiento al esfuerzo de los pequeños comercios de barrio”, ha matizado el de Amurrio.

Perelló también ha adelantado que toda la información “ha sido analizada y contrastada meticulosamente” y que, para ello, han contado con la ayuda de coleccionistas, museos del País Vasco y personas que de alguna manera pudieran tener información relacionada con estas fichas.

“A todos ellos les agradecemos su aportación”, ha incidido. No obstante, no obvia que puedan surgir errores tanto de lugar como de fecha “porque no se puede evitar”.

La Esperanza de Vitoria

Y es que, este libro profundiza detalladamente en el tema, añadiendo mucha información y objetos inéditos, a lo largo de 355 páginas en las que se va desgranando todas las piezas conocidas, ya sean de metal, baquelita o cartón, de las ya citadas cooperativas de consumo.

Entre éstas se encontraba la de La Esperanza en Vitoria-Gasteiz, que estuvo en funcionamiento desde 1920 hasta los años setenta del siglo pasado.

“Su primer presidente fue Manuel Palenzuela y su primer domicilio un local de la plaza Bilbao, aunque en 1931 y siendo presidente José Bravo, se derribó la casa y trasladaron su oficina a la calle Mendoza 19.

Fichas bares de Vitoria.

En 1940 aparecen en la calle Olaguíbel 2, siendo su presidente Francisco Fernández de Castillo, manteniendo dicha dirección hasta su cierre.

Contaban con varios establecimientos para ofrecer a sus cooperativistas un gran surtido de comestibles como pan, leche y artículos de mercería; así como farmacia en calle Postas (año 1921), mercería, carnicería en calle Correría 3 (dirigida por señor Acebo en 1939) y tejidos en la calle Banco de España”, aporta.

Con todo, también las hay de mercados de frutas, cuya venta se asentaba principalmente en los cascos viejos de las tres capitales vascas y, más concretamente, “en los mercados de la Ribera y Ensanche, en Bilbao, la Brecha en San Sebastián y Abastos en Vitoria, habiendo algunas fruterías esparcidas por los pueblos”; así como de cafés, bares y cervecerías, parroquias y catecismos, pequeñas tiendas y bazares, además de casinos y centros penitenciarios, “que se exponen por provincias, dentro de ellas por poblaciones y dentro de ellas por orden alfabético, para así facilitar su búsqueda”, aclara el autor.

El Círculo Vitoriano

Los cafés, bares, y cervecerías de las tres capitales, de hecho, eran los locales más diversificados de la ciudad, donde aparte de consumir bebidas y comidas, servían como puntos de reunión a la salida de los trabajos, esparcimiento, socialización, y centro de reunión de figuras literarias, saltimbanquis o periodistas.

Y a ellos hay que sumar los casinos o sociedades de recreo, que estaban muy extendidas por los pueblos de Euskadi. “En algunos de estos se introdujo el juego de azar y las apuestas, para lo que se utilizaron diferentes tipos de fichas, que, tal y como se muestra en este libro, presentaban muy diferentes valores, siempre en función de la solvencia del jugador y casino”, explica.

En el País Vasco, los principales se ubicaron en San Sebastián, Vitoria, Bilbao y sus alrededores y, un ejemplo de ello se encuentra en el famoso Círculo Vitoriano de la gasteiztarra calle Dato, que aún luce en su exterior el mismo anagrama de las iniciales entrelazadas “CV” que lucían contramarcadas las fichas que empleaban en sus salones de juego.

Jetones de propaganda del antiguo manantial de Baranbio.

“El Círculo Vitoriano se fundó el 31 de mayo de 1864 por un grupo de liberales con fines recreativos y culturales, pero en 1884 se fusionó con la Sociedad Casino de Vitoria, llamado con anterioridad Gabinete de lectura, que ocupaba parte de los actuales locales del Círculo.

Su objetivo era el de proporcionar a sus socios un centro de reunión, lectura de periódico, obras científicas, literarias y artísticas y demás distracciones y, para ello, disponía de cocina, restaurante, biblioteca y salas de recreo, dedicadas fundamentalmente a los juegos de mesa y al billar, y ¡como no!, salones para los juegos de azar”, relata Perelló.

Una función realmente distinta, la de sus fichas, a las que tenían las de las asociaciones surgidas de la misión personal de este o aquel párroco de auxiliar, tanto espiritual como materialmente a los más desvalidos.

“Dentro de la iglesia nacen asociaciones como las hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl, San Ignacio o Pan de San Antonio, entre otras que, con sus fichas de valor en genero alimenticio, repartían entre los mas necesitados, como en la actualidad las ONG”, explica.

Medio de propaganda

Otros establecimientos como tiendas, bazares, ópticas, relojerías, e incluso fábricas y balnearios, usaban las fichas que se muestran en este libro (los denominados jetones), como propaganda comercial o publicitaria.

Y un caso curioso lo encontramos en el propio Amurrio, o mejor dicho, en la localidad de Baranbio y su manantial de agua azoada bicarbonatada “Rubaundonadéu”, de la que se muestra una medalla publicitaria acuñada en 1895 por los talleres del Señor Feu y cuyo grabador fue José Morato-Reventón.

Un catalán establecido en Madrid, considerado uno de los mejores grabadores en hueco sobre troqueles de acero de su época.

El caso es que en este pueblo alavés usaban el manantial de aguas sulfurosas conocido como Uratz (agua con mal olor, la apestada) para tomar baños, y a raíz de una desviación de sus aguas en 1845 se mezclaron con agua potable.

En 1869, el manantial se declaró de utilidad pública y, en 1898, su propietario (José Rubaundonadéu-Corcellés) pidió permiso para explotarlo sólo como bebida, que le fue denegado pues se consideró que había caudal suficiente para albergar un balneario.

Portada del libro.

Sin embargo, el dueño se saltó las normas y comercializó el agua con el nombre de La Apestada, y fue denunciado por ello. En 1905 la fuente se secó.

“En realidad, en Baranbio no existió un balneario propiamente dicho, sino la casa de Telesforo Inchaurbe, propietario de terreno donde estaban las aguas y que las arrendaba para dar baños con ellas en su domicilio.

Actualmente, existe un letrero que dice: Agua sulfo Asoada del manantial Rubaudonadeu n.º 1005 en Baranbio cerca de Bilbao. España”, relata Perelló.

Economatos carcelarios

La publicación también recoge ejemplos de las fichas que crearon otros locales, como peluquerías, talleres de zapatería y bancos, de cara a identificar con un número el producto que se les entregaba para reparar o, simplemente, para guardar un orden de turno de atención, que hoy dejamos en manos de máquinas y tecnología.

Asimismo, las que comenzaron a emplear los economatos de las prisiones en 1913, a raíz de la publicación del reglamento que regulaba las compras en los mismos, tanto para los presos como para los funcionarios.

“Éstos economatos surgieron a principios del siglo XX, y en ellos se vendía café, bebidas calientes, colas y bebidas frías sin alcohol, bollos, embutidos, enlatados, algo de papelería y algunos productos de higiene y limpieza. En general, productos de primera necesidad”, sentencia Perelló, que confía en que esta publicación despierte tanto interés como sus dos anteriores.

Y es que, el numismático de Amurrio se estrenó en esto de transmitir sus conocimientos a través de libros en 2017, con el lanzamiento del trabajo Monedas de necesidad, jetones de propaganda y fichas de casino País Vasco Euskadi 1900-1960; al que le siguió en 2018 el libro Fichas de casinos españoles, sociedades y juego 1890/1960.