El reloj marcaba las once de la mañana cuando la plaza Aldai de Laudio vio entrar, a bordo de un camión-grúa, a Terencio XIV: el enorme cerdo que protagonizó la Feria de San Blas en su vigésimo octava edición.
Mucho antes de que el txarri –criado de nuevo en el caserío Ostenko por la familia Orueta-Respaldiza– llegara al recinto ferial para convertirse en el centro de atención de todas las miradas, este ya se encontraba abarrotado de personas dispuestas a disfrutar de una de las costumbres más típicas del caserío vasco: la txarriboda.
La jornada amaneció primaveral y, tras varios años de ausencia –por la lluvia del año pasado o su cancelación en los dos precedentes a consecuencia de la pandemia– el público pudo disfrutar en pleno centro urbano del trabajo de quemado, raspado y limpieza del animal.
“Por fin hemos tenido suerte con el clima y hemos podido hacer en público la txarriboda. ¡Y menudo ejemplar, es muy grande!”, explicó Txus Corredor, portavoz de la asociación Kukutze San Blas, organizadora del evento, en relación a la peso-quiniela.
Adivinar el peso
Un juego de gran aceptación que consiste en adivinar el peso del animal en canal y que tuvo lugar después de la rifa que marcó el fin de fiesta pasadas las ocho de la tarde. “Por cada apuesta se paga un euro y quien más se acerque a la cifra sin pasarse se lleva toda la recaudación”, informó.
La feria también englobó en su franja vespertina danzas vascas con Itxarkundia, degustación de castañas y romería con Lorratz, que dieron continuidad a la ingente actividad matinal.
Y es que, por el recinto pasaron los dantzaris locales de Untzueta, nada menos que 17 albokaris en torno al grupo de folklore euskaldun FiTaFik, y una novedosa exhibición de barrenadores, en el capítulo de deporte rural, que acercó desde Las Encartaciones un desafío en torno al duro y peligroso oficio de preparar los agujeros en la roca, para meter la dinamita con la que se trabajaba en sus famosas minas de hierro.
Tampoco faltaron las voces de Los Arlotes que entretuvieron al personal antes de que subiera al escenario la pareja de homenajeados del día. Se trataba de Lourdes Barbara Barbara y Pedro María Isusi Camino, del caserío Goizabal, por continuar todavía hoy dedicándose al mundo rural, que recibieron emocionados una placa con una foto de su baserri de recuerdo, txapela, estola de lana y un ramo de flores, en reconocimiento a toda una vida dedicada al duro trabajo del caserío y a la salvaguarda de las costumbres y tradiciones.
“Con ellos ya son 52 los baserritarras que llevamos homenajeando. Para eso surgió esta fiesta, para que no olvidemos el pasado rural de nuestro pueblo y el duro trabajo que, aun hoy, realizan nuestros baserritarras y ponerles en valor.
Por desgracia, el sector no atraviesa su mejor momento, y cada vez van quedando menos explotaciones, aunque a ellos les debemos eso que esta tan de moda y que denominan productos de kilómetro cero”, subrayaron desde Kukutze.
Otros que no faltaron a la cita fueron los miembros de la Academia del cerdo Txarriduna de Bilbao, que se encarga desde hace más de dos décadas de otro de los principales atractivos de la feria: el concurso gastronómico de txarripatas o manos de cerdo en salsa vizcaína.
Un certamen único en su especie y al que ayer se presentaron 23 cazuelas. “Hemos tenido años hasta con 60 cazuelas, pero el descenso de participantes lo compensa con creces el aumento de la calidad.
El nivel de este año, pese a la dificultad que entraña la receta, ya que lleva su tiempo dar con el punto exacto, es realmente alto. Da gusto levantar las tapas y catar”, aseguraron desde Txarriduna, que otorgó el primer puesto a la joven Aroa Zaballa de Areta. Barrio del que también llegó el segundo clasificado, Carlos Jiménez, aunque el tercero fue el txoko Gorobel del vecino Amurrio.
Morcillas y varas
En la feria tampoco faltó la exhibición de elaboración de morcillas que llevaron a cabo Luisa Nogales y Esther Iturribarria, o el concurso de varas de avellano que, tras un año de ausencia, volvía a la cita.
“Que conste que las mías son mejores, porque no me presento que sino...”, apuntaba socarrón el artesano de Orduña, Javier Irabien, que acudió con su flamante puesto de cuernos tallados y, por supuesto, primorosas varas, usadas sobre todo “para ir al monte a coger setas”, aclaró.
En las cercanías, la txosna fue otra cita obligada para degustar un talo o un txakoli, mientras que en el céntrico puesto de cordones (bendecido a primera hora por el párroco local) no daban abasto para atender a los clientes que, creyentes o no, no dudaron en anudarse uno al cuello para prevenir los males de garganta, como dicta la tradición.
Por nuestra experiencia, sabemos que en un día como hoy se venderán en torno a 5.000, porque cada vez nos llega más gente”, aseguró su encargada Marisa Eguia.
Asimismo, la feria contó con un mercado paralelo de productos baserritarras y artesanos, que exhibieron su pericia con el cincel y la madera, o enseñando a los más pequeños a elaborar vasijas de barro y cerámica.
“Stands de venta de productos baserritarras como tales habrá unos 75, pero con los artesanos y los de la organización superan el centenar”, matizaron desde Kukutze, que volvieron a movilizar a una treintena de voluntarios para el buen transcurrir de un festejo que fue impulsado, por Enrique Gastaka y Vicente Urkijo, allá por 1994, en un intento de que el municipio recuperase o al menos no olvidase su esencia agrícola, antes de la fuerte industrialización de los años 30.
La feria se saldó con un nuevo éxito de público, y con todas las miradas puestas en la edición de 2025. No obstante, la próxima cita de Laudio con el sector primario se desarrollará el 22 de marzo, con motivo de la no menos tradicional feria ganadera de Viernes de Dolores.