Las tormentas acontecidas en las tres primeras semanas de junio en Rioja Alavesa, han supuesto un cierto alivio para la prolongada situación de estrés hídrico que veía sufriendo el olivar alavés. Como ya se comentó en el informe anterior de Aprora (Olivos y Aceite de Rioja Alavesa), a pesar de la abundancia de flores, el cuajado ha sido escaso, seguramente de forma natural el olivo ha concentrado sus posibilidades de desarrollo viable en unos pocos frutos que garanticen su supervivencia.
Por esta razón, a pesar de estas lluvias, Aprora sigue recomendando el riego durante los meses de julio y agosto, intensificándolos en septiembre, tanto para garantizar la mejor cosecha posible como para dotar al árbol de reservas suficientes para desarrollar ramas de fructificación del año siguiente.
En este momento, el olivo debe alimentar a sus frutos o aceitunas incipientes, llamadas drupas. Además, el olivo tiene que hacer crecer nuevos brotes para que florezcan al año siguiente. En este momento se produce el crecimiento de la aceituna. El aumento del tamaño de la misma dependerá de la genética y los nutrientes de los que disponga el olivo. Posteriormente se produce endurecimiento del hueso, momento delicado para el olivo.
Este mes de julio es el período recomendado para realizar los análisis foliares que determinen el buen estado nutricional (carencias y toxicidades) de las plantas y decidir en su caso, la aplicación de algún elemento nutritivo.
Respecto a las plagas, con el fin de la floración, en estos días se observa el fin de la generación adulta antófaga de la polilla del olivo, Prays Oleae. Por contra, en las próximas semanas se comenzará el seguimiento de la mosca del olivo Bactrocera Oleae.