Que hay alaveses y alavesas a los que la festividad del patrono les gusta mucho es algo obvio y que no a todo el mundo que vive en la provincia le gusta disfrutar de esta fiesta y hay quienes prefieren escaparse de vacaciones estos días, también. Además de estos dos colectivos, hay personas que tienen vinculación con Álava, pero que ya no viven aquí, que en algún momento de sus vidas han disfrutado de esta fiesta, pero que ya no lo hacen; personas que miran de reojo a San Prudencio, pero a quienes les cuesta festejar porque en sus nuevos lugares de residencia no es fiesta; personas que, sin embargo, guardan un buen recuerdo de los 28 de abril pasados.
Marian Mellén, Neurocientífica en Madrid
Cuando con 20 años Marian Mellén se marcho a estudiar a Madrid, por su cabeza no pasaba la posibilidad de que jamás volviese a vivir una festividad de San Prudencio. Sus estudios y su formación le han tenido desde entonces en la capital española, Roma y Nueva York, lejos de su Álava natal, tierra a la que vuelve siempre que puede, porque aquí vive su familia. Profesora en la Universidad Francisco de Vitoria de Madrid, científica e investigadora en el laboratorio de Biología Molecular en la Universidad Rockefeller de Nueva York y especialista en genómica y neurociencia, tiene que echar la vista muy atrás para recordar cómo vivía esta festividad. “¡Es que hace veinte años que no estoy!”, exclama. “La noche del 27 la recuerdo por el ambiente, era siempre muy especial, aunque también me acuerdo de que siempre hacía malo”, explica antes de dejar claro que, pese a que trasnochaba, “nunca faltaba a las campas de Armentia, era impensable no subir” y comer caracoles en casa por esas fechas era una tradición que tenían los Mellén.
En la actualidad, su vinculación al patrón llega a través de la televisión o las redes sociales, donde ve las publicaciones de sus amistades, y le gusta que su hija Lucía conozca esta tradición para que la tenga como suya también. “Una de las razones por las que volvimos de Nueva York a España es para estar más cerca de la familia. En verano, Lucía pasa parte de sus vacaciones aquí e incluso sabe algo de euskera”, explica. Ataviadas con el delantal y el gorro de cocineras y posando en la escalinata de la Diputación Foral de Álava para la foto de DNA, Lucía y Marian Mellén echan la vista al futuro y no dudan que algún año lo podrán celebrar en vivo y en directo, aunque reconocen que por ahora es complicado porque en Madrid no es festivo y eso dificulta estar en la capital gasteiztarra un 28 de abril.
Alfonso Muñoz y Sergio Belakortu, Hosteleros en Gran Canaria
Durante mucho tiempo Alfonso y Sergio han sido los encargados de servir las consumiciones que muchos gasteiztarras tomaban en sus locales del Casco Viejo. Lo hicieron en La Cassette durante diez años y ocho en Dolce Vita todos los fines de semana y, por supuesto, San Prudencio no era una excepción. Pero llegó la pandemia, se dieron cuenta que su idea de acabar viviendo en Canarias no tenía por qué esperar y desde noviembre de 2021 residen en Gran Canaria.
Esta festividad para ellos era sinónimo de mucho trabajo y la visita a las campas de Armentia estaba vetada porque por la mañana era cuando estaban descansando del trajín del 27 y por la tarde-noche les tocaba atender a la clientela que regresaba a la ciudad. Incluso lo de comer perretxikos y caracoles había que dejarlo para días posteriores. Sin embargo, pese a todo ese esfuerzo, guardan recuerdos fantásticos de esas fechas. “Trabajábamos muy bien y para nosotros ser partícipes desde la barra de los buenos momentos de la gente ha sido algo que siempre nos ha gustado”, señalan.
En su local de la calle Nueva Fuera era donde durante muchos años quedaban las majorettes y aguadoras que salían en la Tamborrada. “Antes de irse a las sociedades a cenar venían a nuestro local y estaban allí bailando y pasando un gran rato juntas”, recuerda Alfonso, que desvela que el día de su boda unas cuantas de ellas se presentaron en el restaurante, bailaron para ellos y les regalaron un caracol con su nombre. “Fue muy emotivo y es una buena muestra de nuestra vinculación con la fiesta”, apunta mientras también recuerda cómo había clientes a los que les guardaban el tambor después de la Tamborrada o cómo esa noche había que hacer que la Retreta sonara en más de una ocasión. “Primero nos la traían en pendrive, luego ya estaba en muchas plataformas”, dice mientras suelta una carcajada.
Ahora, disfrutando de la buena climatología canaria, se les hace más complicado celebrar de alguna manera la fecha. “¿No era el santo meón? Pues aquí de eso poco”, bromea Alfonso que, además, señala que es más fácil que en esta fecha sean las amistades gasteiztarras las que les visiten a ellos allí que ellos vengan a disfrutar de la Romería en Armentia.