El pasado 1 de abril, la Casa del Vino de Laguardia confirmó que la cosecha de vino de la última vendimia tenía la consideración de excelente. A esa calificación se llegó después de los rigurosos controles realizados por el Servicio de Viticultura y Enología de la Diputación Foral de Álava y gracias a la labor conjunta de agricultores, bodegueros y condiciones climatológicas.

Según el Consejo Regulador, a fecha 25 de enero de 2023, con la uva procedente de la cosecha de 2022, se habían elaborado en Rioja Alavesa, bajo el amparo de la DOCA Rioja, 69,9 millones de litros de vino de los cuales 61,3 han sido de vino tinto, 6,3 de blanco y 2,3 millones de rosado.

En su conjunto, según la Casa del Vino, si la cosecha 2022 destacó por algo fue por su extraordinaria sanidad. La práctica ausencia de oídio, mildiu y botritis, debidas al calor y la sequía, restringió el número de tratamientos fungicidas prácticamente a los preventivos y las bayas alcanzaban la vendimia con un aspecto visual y unos inmejorables índices indicadores de sanidad.

Un segundo elemento ayudó a completar el proceso. Y es que, a pesar de la precocidad del inicio de la vendimia, las lluvias que llegaron ya con la uva enverada propiciaron una uniforme maduración con lo que, aparte de sana, la uva entraba en bodega con racimos de poco tamaño y granos sueltos, de intenso color, en la línea de lo que en las últimas campañas ya nos vamos acostumbrando, y con la maduración perfectamente culminada.

Con esa situación y gracias a la labor de los técnicos de las bodegas, los vinos que han llegado a la estación enológica de Laguardia han completado sus fermentaciones sin mayores complicaciones en el trabajo en bodega, en correspondencia con la buena sanidad de la materia prima, ponderada concentración de azúcares y los medios tecnológicos disponibles cada vez más avanzados.

Desarrollo de la campaña

El inicio de la campaña, con lluvias e incluso nieves tempranas de otoño y principios del invierno resultaron a la postre providenciales, permitiendo acumular un mínimo de reservas de agua para una campaña que se saldó como una de las más calorosas y áridas de los últimos años, según este servicio foral.

El mes de enero resultó de los más secos de los últimos 30 años, lo mismo que febrero, también muy por debajo de los registros medios de la serie climatológica en Rioja Alavesa. Marzo por fin se mostró lluvioso, pero los apenas 30 l/m2 que cayeron en Rioja Alavesa, no lograron ni con mucho compensar el déficit acumulado del invierno. En cualquier caso, el viñedo agradeció esas exiguas precipitaciones.

La primavera comenzó con lluvias abundantes, e incluso nieve en cotas bajas los primeros días de abril. Valores de temperatura que no se habían registrado en invierno lo hicieron en primavera con el desborre de las variedades más tempranas ya iniciado. Hasta -3 °C señalaron los termómetros al principio de abril, con nieve a partir de los 700 metros de altitud. Estos fríos afectaron solo levemente a los viñedos de Rioja Alavesa, al estar aun saliendo de la parada invernal.

Al periodo inicial de frío de abril le siguieron unos diez días con temperaturas inusualmente elevadas, más propias del verano, lo que hizo que la viña empezara a “mover”. La última parte del mes de abril fue fresca y dejó lluvias que aliviaron un poco el déficit del invierno y la primavera. Las heladas de primeros de abril y las temperaturas bajas del final de mes ralentizaron el desarrollo de los recientes brotes, con lo que a primeros de mayo la viña llevaba un retraso de unos 15 días. Las perspectivas eran en ese momento buenas, al contar el suelo con agua abundante y no haberse producido apenas daños por las heladas.

El retraso del cultivo pronto se neutralizó por las temperaturas inusualmente elevadas la mayor parte del mes de mayo, dando lugar a una floración con más de una semana de antelación respecto a lo habitual. Justo a mediados del mes de junio se registra una nueva ola de calor, con temperaturas récord para la época, algunos días con máximas por encima de los 40 °C, pero a mediados se podían ver la mayoría de viñedos con fruto en sus racimos.

El mes de julio comenzó fresco, con frecuente amenaza de tormentas pero sin agua. Al inicio de este mes se podían ver algunos racimos de tempranillo iniciando el envero, una fenología inusitadamente adelantada. Pero pronto el calor retornó: a partir del 10 de julio llegó la segunda ola de calor. En esos momentos el estado del viñedo en el secano era preocupante, con grandes incógnitas sobre su posible evolución ante un verano con calores extremos y tan seco. En variedades más sensibles como el graciano se podían ver muchos granos quemados por el sol.

Superada la segunda ola de calor del verano las temperaturas en los últimos días de julio estuvieron más en la línea de lo que es la época, especialmente las nocturnas, lo que dio un respiro a la viña y manteniendo la sanidad intacta.

En agosto los calores retornaron persistiendo todo el mes. Desde el 3 de agosto la inestabilidad atmosférica había dado lugar a la formación de tormentas, las cuales dejaron agua de forma irregular en los diferentes parajes de la comarca.

De esta manera, a mediados de agosto se apreciaban en Rioja Alavesa dos panoramas diferentes en función de que se hubiera podido o no regar. Las viñas de secano se encontraban la mayoría enveradas, con irregularidad de evolución por parajes, poco vigor y reducido tamaño de la baya. Por su parte, los viñedos con riego estaban en mucho mejor estado, con el calendario más adelantado y sin tantas diferencias en su fenología, previsión de vendimia para primeros de septiembre y sin la incertidumbre, en cuanto a rendimiento y calidad, que cundía sobre las fincas de secano. Los viñedos, lo mismo en secano que en regadío, seguían presentando una sanidad excelente.

En la segunda parte de agosto, el paso de una DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) subtropical dejó agua de forma irregular en Rioja Alavesa y rebajó las temperaturas. Los días más cortos, las pequeñas lluvias caídas y la bajada de temperaturas, dieron un respiro al viñedo, propiciando que la masa vegetativa del viñedo se mantuviera, sin agostamientos y caídas.

Primeros remolques

Los primeros remolques con uva entraron en Rioja Alavesa iniciado septiembre, empezando por las variedades blancas más tempranas (tempranillo blanco y foráneas). Enseguida, sobre el 10 de septiembre, se iniciaba la vendimia del tempranillo tinto en las fincas y áreas más tempranas.

A mediados de septiembre, el buen estado del viñedo tranquilizó los ánimos y ralentizaron la recolección, que continuó de forma más tranquila y selectiva hasta alcanzar la máxima intensidad de entrada de uva en bodegas a partir de la segunda decena de septiembre.

La vendimia llegaba en Rioja Alavesa a su pico máximo el 22 de septiembre, con más de 5 millones de kilogramos de uva recogidos ese día, y continuaba con intensidad hasta una semana antes de El Pilar. Los remolques más retrasados fueron los procedentes de las zonas más altas, pero también de parcelas en el resto de Rioja Alavesa en las que los bodegueros decidieron apurar su maduración fenólica hasta el momento que consideraron óptimo.

En resumen, según confirma la Casa del Vino, después de muchas incertidumbres debidas al calor y la sequía, la cosecha alcanzaba en la mayoría de los viñedos rendimientos suficientes, culminando con un perfecto estado de sazón y significándose en su ingreso en bodega como una de las más sanas que se recuerdan.