El medio agrario en general vive momentos de mucha incertidumbre. Suministros, precios y mano de obra condicionan su futuro y dificultan la planificación del futuro. Sin embargo las gentes del campo –los agricultores y los ganaderos– están dispuestos a pelear por mantener rentables sus explotaciones.

¿Cual es el pulso hoy en día del campo alavés? ¿cómo están los ánimos?

A día de hoy contemplamos el campo alavés con muchos cambios, mucha incertidumbre y con mucho nerviosismo en las explotaciones… Ahora mismo todo está prácticamente en pérdidas o rozando las pérdidas, no se ve un cambio a corto plazo, se sigue especulando con nuestros productos sobre todo en cuanto a las materas primas: no saber a cuánto va a estar un abono, si va a haber, el gasoil, cualquier producto que necesitamos… y esto nos produce incertidumbre y un miedo a tener pérdidas, porque estamos rozándolas. En algunos casos, incluso se está trabajando a pérdidas.

Con ese panorama debe ser difícil planificar un futuro viviendo del campo. ¿Hay razones para mantenerse?

Creemos que si porque, de lo contrario, ya nos habríamos marchado y yo el primero. Pero sí que es verdad que nos tenemos que mover todos, porque por mucho que digamos que todo viene de fuera, como hemos visto durante la pandemia, en el momento que te cortan los transportes nos quedamos sin nada. ¡Hay que producir aquí también!, porque tiene muchas ventajas el tener la comida cerca. Por eso nosotros tenemos que luchar en Álava por km0, por los productos de calidad y ahí es donde tenemos que hacer nuestro trabajo. No podemos competir con países como Ucrania que produce el cereal.

Álava ha pasado de ser los mayores productores de patata a dejarlo en poco más de 1.200 hectáreas. ¿Qué ha pasado?

Durante unos años bajó mucho la producción de patatas. No llegó a desaparecer el cultivo, pero donde éramos los pioneros en patata de siembra y de consumo prácticamente desapareció por la baja rentabilidad del cultivo.

Y ahora, ¿hay previsión de crecer?

Ahora estamos volviendo a sembrar más patatas por dos razones: la primera porque el cultivo ha remontado un poco a la hora de ganar dinero. Y, en segundo, porque tenemos a Udapa, que es una empresa, una cooperativa, que está traccionando al sector.

¿La cooperativa está siendo un motor para la recuperación?

Udapa está haciendo un buen papel por los agricultores, por los productores, con lo cual bienvenidos todos, porque son todos los que ganan, tanto lo que es la transformación como lo que es la producción. Por eso opino que es un buen modelo.

La patata de siembra alavesa también goza de un merecido prestigio.

La patata de siembra, antaño, era más importante que la de consumo. Ahora otras zonas, como, los Países Bajos y otros, han copado todo lo que es la semilla de patata y competir con ellos es muy complicado. En Álava ha bajado el peso de la semilla, pero seguimos haciendo nuestros ‘pinitos’ y tenemos nuestras zonas de patata de siembra.

De la patata a la uva. El viñedo se enfrenta a una campaña difícil.

Todo apunta a que la calidad de las uvas que vienen es buena, pero hay dudas en cuanto a la cantidad. Sabemos que hay unos cupos, este año no es como otros en los que hubo que tirar uva al suelo porque había exceso, algo que no ocurre ahora, y el reto es saber si llegamos a esos cupos, porque igual no se consigue.

Lo que es endémico fue la fijación de precios en su momento, ¿no es así?

Ese es un problema. La Ley de Cadena Alimentaria es una ley que ha salido adelante pero hay que ponerla en marcha y hay que articular unas herramientas, que se están creando pero van muy despacio, para poder marcar unos precios de antemano. Eso es por lo que tenemos que seguir luchando para no trabajar con la incertidumbre.

Pues a pesar de esa falta se está entregando uva a los elaboradores

Estamos viendo que autonomías cercanas ya están vendimiando y están cogiendo las uvas sin saber precios, cuando eso es ilegal porque todo el mundo tiene que entregar con un contrato. La verdad es que ya sabemos como son estas cosas. Al final se hará un contrato de mínimos y luego se reajustará seguramente. Esperemos que aquí, que todavía nos queda un poquitín, empiecen ya marcando unos precios definitivos, para poder estar más tranquilos.

UAGA es pionera en el trato con los temporeros. ¿Por qué hay problemas desde hace un par de años para encontrar cuadrillas?

En el viñedo vemos que falta mano de obra por todos sitios. No sé qué está pasando, pero es así. Mucha gente que trabajaba en el campo se ha ido a la hostelería, a la construcción y cada día hay menos gente dispuesta a trabajar en el campo. La verdad es que está costando mucho encontrar cuadrillas que vayan reponiendo a las que se van jubilando.

Y Rioja Alavesa en concreto, ¿tiene algún problema para atraer mano de obra?

Hay que reconocer que en Rioja Alavesa las campañas son muy cortas en comparación, por ejemplo, con el pimiento en Andalucía donde al final están tres meses. Debemos reconocer que no somos, en ese aspecto, atractivos. Pero estamos tratando de encontrar gente nueva, que vengan los que han venido otros años, en mejores condiciones.

¿Iniciativas como Viñedos de Álava son una respuesta a ello?

El paraguas de Rioja es muy bueno y de hecho nadie ha sacado ninguna viña de lo que es la Denominación de Origen y creo que de cara al exterior es algo que nos da una fama y un cobijo para poder vender. Otra cosa es que también haya bodegas, y creo que ahí sí podemos estar, que quieran buscar otra manera de vender, no exportar tanto, hacer más vino de autor, por ejemplo. Son bodegas más pequeñas y ahí podría haber un nicho para diferenciarse y cada uno tiene que buscar su manera de lograr rentabilidad.

Por tanto, ¿cuál es su postura con respecto a esta iniciativa?

Nosotros estamos diciendo que la Denominación de Origen tiene que estar, pero tampoco estamos diciendo que no haya gente que quiera hacer de otra manera las cosas.

¿La remolacha ha venido a ocupar en las tierras alavesas el espacio dejado por otros cultivos?

Después de que fallara hace años la patata, Álava se acogió a la remolacha. La verdad es que fue una producción bastante fuerte para lo pequeños que somos en la provincia de Álava y se sembraron muchas hectáreas. ¿Qué fue lo que pasó? Pues que los precios fueron cada vez más reducidos hasta que llegamos a trabajar en pérdidas. Y gracias a las subvenciones de la Diputación y Gobierno Vasco hemos conseguido salvar el cultivo de momento.

Pero la política de subvenciones no puede durar para siempre, ¿no?

Claro. Lo que pasa es que no se puede estar eternamente pagando y trabajando a pérdidas. Sí que parece que se están empezando a mover los precios un poco al alza a nivel mundial, pero lo que se está reclamando es que, lo mismo que los demás, entren en la ley de cadena alimentaria. Si no llegan a los costos de producción tendrán que pagar más.

¿La anulación del Acuerdo marco fue un error por parte de la empresa?

Ese es el gran problema. Creo que teníamos unas normas de funcionamiento y de trabajo marcados por el Acuerdo Marco Interprofesional. En el momento que Azucarera incumplió ese acuerdo lo está poniendo muy difícil para que el sector subsista. Lo cierto es que la posición dominante y autoritaria de Azucarera está haciendo mucho daño a que la gente produzca este cultivo.

¿El precio de la leche puede acabar con la ganadería?

El sector ganadero fue el primero que empezó a notar la subida de precios en los piensos y materias primas. Y, mientras, los precios de la leche no se han movido. Después de meses, cuando veían que ya se estaba cerrando las dotaciones y veían que era inviable producir a esos costes han comenzado a subir los precios. Ahora, de lo que nos estamos dando cuenta es de que no va a haber ganaderos que produzcan leche.

Este año está en boca de todos, con mayor intensidad, la situación de sequía. ¿También en Álava?

Este verano no ha habido tormentas generalizadas en las cuales se hubiera parado una o dos semanas de riego, como ha pasado siempre en las que bajaban las temperaturas, llovía y no había que regar. Este año no ha sido así, se está regando todas las semanas, incluso más cantidad porque las temperaturas han sido muy elevadas y las plantas se queman con demasiado sol.

¿Qué se puede decir para el futuro con respecto al regadío?

Lo importante es mentalizar a la opinión pública y a las administraciones de que no nos sobra regadío, que hay que almacenar agua para futuros regadíos, para cultivos alternativos, pero también para el consumo y para la industria. El agua tenemos que tratar de retenerla cuando vienen las grandes tormentas, que no arrastre y se nos lleve las tierras y los ríos. Que cuando haya escasez tengamos unas reservas tan potentes que no veamos mermar nuestra capacidad de riego.

Pues algunos regantes, como Tumecillo, han visto el parón a su planificación de regadío.

En parte me refiero a eso. Cuestionar ahora mismo el hacer balsas, no hacer retenciones de agua en invierno, limpiar presas que tenemos en ríos creo que es dar un paso atrás, es no ver hacia donde va el futuro que todo el mundo achaca al cambio climático. Ese cambio ya lo tenemos aquí y cada vez va a llover parecido, pero muy poco tiempo: igual estamos tres meses sin llover y en un rato nos cae lo de medio año.

¿Qué se debería hacer?

Pues retener parte de esa agua. Primero para prevenir las inundaciones y segundo para tener almacenada agua. Hay que mirar hacia el futuro y esas obras no se hacen de la noche a la mañana. Si las paramos ahora, igual cuando las tengamos que hacer es tarde y tardaremos muchos años en terminarlas. Si miramos todos los caudales que ha habido este año veremos que ha habido capacidad para llenar balsas, pantanos y todo lo que hubiéramos querido. Hemos visto como se han llenado los pantanos de Álava en cuestión de dos o tres días y de estar desembalsando como casi nunca, con las puertas abiertas. Y esa agua se podría haber almacenado.