Se estima que el 10% de la población infantil podría presentar trastornos en su desarrollo desde la etapa prenatal hasta la primera infancia, a partir de múltiples factores biológicos, psicológicos y sociales y sobre una base genética determinada. “El abanico es muy amplio, pero en los últimos años nos estamos encontrando con un importante número de problemas en el desarrollo en el ámbito comunicativo”, señalan desde el Área de Personas con Discapacidad del IFBS. Dichos problemas van desde el caso de un menor que no se expresa bien, al que le cuesta comunicarse, hasta casos de Trastorno del Espectro Autista (TEA), cuya prevalencia es de entre un 0,5% y un 3% en los países desarrollados. Por su parte, la prevalencia de casos de parálisis cerebral es de uno a tres casos por 1.000, y la de discapacidad intelectual, del 1%.
España, Francia, Islandia, Dinamarca, Suiza, Portugal, Australia o Estados Unidos han constatado dichos incrementos, y desde los territorios vascos se coincide en apuntar esa misma tendencia.
La gran pregunta es si esa creciente presencia de trastornos del desarrollo se debe a una mayor capacidad de detección o a un incremento de casos reales en relación a épocas precedentes. “Aún es pronto” para saberlo con certeza, apuntan desde la Diputación. Por una parte, es cierto que hay una mayor rapidez en el diagnóstico, gracias a los sistemas educativo, sanitario y social, y también a unas familias mucho más sensibles a este tipo de trastornos que hace unos años.
Por otro lado, sin contar aún con una evidencia científica al respecto, los expertos sí creen que el número de niñas y niños con trastorno del desarrollo va a más, y queda pendiente dar con las causas de ese fenómeno que se está constatando. “Se cree que puede estar relacionado con la alimentación, pero todavía todo esto hay que cogerlo con pinzas”, señalan los expertos forales.
Detección temprana
Sea como sea, la atención temprana a estos trastornos puede suponer su completa superación en un número importante de casos, y en otros muchos se consiguen mejoras muy importantes. “Si atiendes y das respuesta muchas veces desaparecen, no siguen adelante. Si no los atiendes, si no aprende a sentarse, a tener la cabeza erguida, a comunicarse, mediante intervenciones preventivas, fisioterapia y estimulación, luego no lo vas a poder hacer, no se consigue”, explican desde el IFBS.
Trabajar en esas edades, por tanto, es vital porque es cuando se interactúa a nivel biológico, psicológico y social, cuando las familias pueden detectar un problema o el riesgo de que ocurra. En estos primeros años los menores van adquiriendo funciones como el control postural, la autonomía de desplazamiento, la comunicación, el lenguaje verbal y la interacción social, a la par que va madurando su sistema nervioso y su organización emocional y mental.
Según la confederación Autismo España, el TEA (Trastorno del Espectro del Autismo) es un trastorno de origen neurobiológico que afecta a la configuración del sistema nervioso y al funcionamiento cerebral, dando lugar a dificultades en dos áreas principalmente: la de la comunicación e interacción social y la de la flexibilidad del pensamiento y de la conducta. Si bien no está determinada la causa que explique la aparición del TEA, sí se sabe de la implicación genética en su origen.