illamaderne se encuentra a solo 36 kilómetros de Vitoria, tal y como atestigua un mojón de piedra situado en el corazón del pueblo, pero esa distancia parece bastante mayor después de atravesar las estrechas y sinuosas carreteras que conducen a él. Tras cerca de 45 minutos de trayecto, el visitante que llega desde la ciudad tiene premio instantáneo: un silencio apenas roto por el viento y el canto de los pájaros se funde con el deslumbrante entorno natural y toda una joya arquitectónica como la espadaña románica de la iglesia.

Fernando Cantón, agricultor jubilado y uno de los “13 o 14” vecinos fijos de esta localidad, ejerce de amable anfitrión con DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA. “Llevo toda la vida aquí y estoy muy a gusto. A mí la mar no me gusta, pero si tengo que subir a aquel pico de ahí, voy ahora mismo. El entorno es muy bonito. Después de tanto tiempo, parece que no lo apreciamos”, confiesa de primeras, mientras sujeta una huevera recién repuesta en su gallinero.

“Esto es lo bueno que tenemos. Esto, también la huerta...”, enumera orgulloso Cantón, quien por encima de todo destaca la “tranquilidad” que siempre se ha respirado y se respira en este pueblo pegado a Espejo. Muy cerca de su casa se ubica el agroturismo Ganbara, que gestiona uno de los hijos de Fernando, y por donde estos días ha pasado un grupo de Sevilla.

Sin embargo, el paso del tiempo ha pasado una cara factura a Villamaderne, que a día de hoy es uno de los 16 núcleos rurales alaveses en riesgo “muy alto” de despoblación según un reciente estudio de la UPV/EHU y la Asociación de concejos de Álava (Acoa) encargado por la Diputación. Otros 42 se encuentran, además, en riesgo “alto o muy alto”. Todos están en la Cuadrilla de Añana.

Junto a Villamaderne, el primer grupo lo integran otros seis pueblos enclavados en el municipio de Valdegovía, que es el que más representación tiene en este ranking. Se trata de Bóveda -el más poblado de todos, con alrededor de 60 residentes-, Acebedo, Guinea, Lahoz, Nograro y Basabe.

Otros seis, Etxabarri-Kuartango, Jokano, Iñurrieta, Marinda, Andagoia y Aprikano, pertenecen al municipio de Kuartango, mientras que dos más están en Ribera Alta: Basquiñuelas y Leciñana de la Oca. Cierra la lista Atiega, que se ubica en Añana.

El viaje prosigue en esta última localidad, donde Ángel Salazar hace un pequeño alto en sus rutinas. “Estoy a gusto aquí, porque a mí los pueblos grandes no me gustan. Yo tenía una casa buena en Salinas de Añana y la he vendido”, ratifica este vecino de 80 años. Salazar nació, creció y se jubiló en el pueblo, que apenas suma “seis o siete” habitantes permanentes. Como en todos los núcleos de este entorno fuertemente golpeado por la pérdida de población, el verano siempre anima las calles.

“Yo aquí me he quedado y me quedaré. No sé hasta cuándo, porque con los años igual tengo que marchar a otro sitio. O buscar una mujer, que estoy soltero”, bromea Salazar. Afortunadamente, este “muy tranquilo” pueblo sí que ha visto crecer su padrón -aunque con altibajos- en los últimos 50 años. Hace medio siglo, de hecho, en Atiega solo quedaban además de Ángel su madre y uno de sus hermanos. “Estuvimos unos cuantos años solos, pero luego empezaron a comprar casas y ahora hay algo más de movimiento”, certifica.

De vuelta a la A-2622, la vía que atraviesa toda esta comarca, toca detenerse en Basquiñuelas, una de las localidades con menos vecinos no solo de Añana, sino de todo el territorio alavés. Únicamente eran cinco el pasado 2020, según el INE. Y solo ocho 20 años atrás. Al pueblo se accede por una angosta y parcheada carretera que discurre entre grandes campos de girasoles. Una vez allí, la cobertura del teléfono móvil desaparece y solo los ladridos de los perros rompen la calma.

Aunque vecino de Antezana de la Ribera, que es una las 42 localidades en riesgo “alto o muy alto” de despoblación, Jesús Berganza ha pasado en incontables ocasiones por Basquiñuelas como exalcalde de Ribera Alta -un cargo que ocupó durante 22 años- y todavía taxista rural en esta zona.

“La gente no valora mucho lo bueno que tenemos en los pueblos. Es un lujo de calidad de vida. No de servicios, porque ya se ve lo que está pasando con las cajas o con el transporte comarcal, pero estamos más cerca de los polígonos que los que viven en el centro de Vitoria. Se puede vivir perfectamente en esta zona y trabajar allí. Porque luego terminas y respiras paz”, remarca Berganza, quien tiene un piso en la capital pero prefiere mantenerlo alquilado.

Raúl Martínez de Estívariz también reside en uno de estos pequeños pueblos alaveses amenazados por la despoblación, Aprikano, pero trabaja en la ciudad, algo que no le ha hecho renunciar nunca a la “paz” que desprende este bonito núcleo enclavado a orillas del río Baias. “Vecino desde hace 58 años”, se autodefine Martínez de Estívariz, que también es el alcalde del concejo. “Lo bueno de vivir aquí es la tranquilidad, el monte... La vida es muy tranquila”, insiste este vecino.

La falta de servicios y de mejores comunicaciones son las lógicas desventajas que comparten todos estos pequeños núcleos rurales, hándicaps que no han impedido que, en algunos casos, incluso hayan atraído a nuevos vecinos en plena pandemia, como ha sucedido en Aprikano y Villamaderne. “Ha venido ahora a vivir una pareja joven. Algo es algo”, celebra Martínez de Estívariz. “Hace un año un chico de unos 30 años se compró un chalé y va a Vitoria a trabajar. Está encantado”, celebra, por su parte, Cantón. Savia nueva para unos pueblos que, a pesar de todo, siguen latiendo.

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Pueblos alaveses están en riesgo “muy alto” de despoblación. Son Bóveda, Acebedo, Guinea, Lahoz, Nograro, Basabe, Villamaderne -Valdegovía-, Etxabarri-Kuartango, Jokano, Iñurrieta, Marinda, Andagoia, Aprikano -Kuartango-, Basquiñuelas, Leciñana de la Oca -Ribera Alta- y Atiega -Añana-. Otras 42 localidades se encuentran en riesgo “alto o muy alto”.

“Llevo toda la vida aquí y estoy muy a gusto. Parece que no lo apreciamos después de tanto tiempo”

Vecino de Villamaderne

“Los pueblos grandes no me gustan. Tenía una casa buena en Salinas de Añana y la he vendido”

Vecino de Atiega

“La gente no valora lo bueno que tenemos en los pueblos. Es un lujo de calidad de vida”

Taxista rural y exalcalde de Ribera Alta

“Lo bueno de vivir aquí es la tranquilidad, el monte, la paz... La vida es muy tranquila”

Alcalde de Aprikano