Tras tres cierres y reaperturas, después de un año de pandemia, el ánimo en la hostelería vitoriana no es el mejor a pesar de que este miércoles bares y restaurantes han abierto por sentencia judicial. A estas alturas, la incertidumbre genera angustia, el tener que estar pendientes del comportamiento de la clientela o de las visitas de la Policía crea mucha tensión, y el paso de los meses provoca mucho desgaste.
Fernando, del restaurante Rosi, en la esquina de la Herrería con el Cantón de la Soledad, lo lleva "mal" porque "no hay liquidez y cada vez que nos recuperamos, que te cuesta tres semanas, nos vuelven a cerrar. Ahora estamos con la incertidumbre de qué pasará el viernes, si nos cierran el interior de los bares y sale lloviendo, ¿qué vamos a hacer, servir con paraguas?"
Fernando insiste, la liquidez es el mayor problema de los hosteleros en esta situación, el tener que pagar "la luz, la renta o la hipoteca", pendientes de unas ayudas que no acaban de llegar. "La última, la de noviembre, todavía no la hemos cobrado, la del Ayuntamiento sí, y la de junio; yo no sé si no se dan cuenta de qué queremos trabajar, no para irnos de fiesta, sino para poder comer", afirma.
Fernando se pregunta por qué los hosteleros son "los demonizados". Se pregunta si "el que se comporta mal en el bar se va a comportar bien en la panadería, en un centro comercial o haciendo reuniones sociales en su casa. ¿La gente se cree que si me comporto mal en un bar, me quito la mascarilla, hablo en alto o no mantengo las distancias no voy a hacer eso en mi vida social, en mi casa o en mi trabajo?"
Al menos, en el Rosi, un restaurante y bar de día, no se dan los problemas que puede generar un local de copas, aunque "también hay de todo. Si vienen ocho, se sientan en dos mesas y piden ocho cubatas...", apunta. En la otra cara de la moneda está la clientela habitual, que procura seguir consumiendo y ayudando a los hosteleros a capear el temporal, que Fernando confía en que amaine según avance la vacunación, "si se las ponen los que se las tienen que poner, porque a este paso acabaremos en 2030". La esperanza es que "si has trabajado hasta ahora no tienes por qué no trabajar cuando acabe todo esto".
Por el momento toca resistir, y poco a poco se va aprendiendo, por ejemplo a la hora de gestionar el producto. "Te vas poniendo la mosca detrás de la oreja, vas afinando y no te la juegas a coger cosas, es inevitable tener un barril pinchado, la comida, pero no te cargas de material para no tener que quedarte sin liquidez, ese el problema, no es cuestión de hacerlo bien o mal, el problema es que hay que pagar".
"Cuesta mantenerse optimista"
Algo parecido le ocurre a Roberto, del cercano restaurante Neptuno. "Como ya es la tercera vez que abrimos y cerramos le vamos pillando el truco, intentamos perder menos producto, tirar algo más de congelado que pueda aguantar; estamos haciendo un master acelerado", bromea. Roberto está satisfecho por poder abrir de nuevo, pero sigue ahí "la incertidumbre; el miedo en la sociedad vive latente".
En su caso ha seguido trabajando con la comida para llevar durante los cierres, porque "aparte de recuperarnos económicamente queremos dar un servicio a la gente que viene habitualmente, clientes habituales que te recompensan también así, comprando comida para casa. Se nota, la verdad es que gran parte de la clientela de hostelería es muy agradecida, es lo mejor de todo esto", aunque Roberto explica que ya en enero, tras las Navidades, se han servido menos menús para llevar.
Además del género, hay otros problemas con los que lidiar, "los proveedores, el personal", y entendiendo que "lo principal es el tema sanitario", Roberto recuerda que "mucha gente vivimos de esto, intentamos minimizar perdidas, pero a veces cuesta mantenerse optimista".
Ahora, una vez reabiertos, toca volver a controlar que los clientes sigan las normas, teniendo en cuenta que la mayor parte de las veces en que se vulneran es porque "ni se dan cuenta". "Vienen a tomarse un vino -añade-, les tienes que decir que se tienen que sentar para que no les multen ni a ellos ni a nosotros y no les gusta, aunque no te lo demuestren. Algunos se toman el vino a todo correr porque no se quieren sentar, pero no nos queda otra que hacerlo así, por nuestro bien y por el de toda la sociedad".
"Época difícil"
El 2 de enero abrió sus puertas el bar Wonders, en la plaza de los Fueros. Desde detrás de la barra, Sebastián afirma que aprovecharon enero para hacer alguna reforma antes de abrir en lugar de servir café o comida para llevar. "Es un bar muy complicado de llevar solo con el take away, no es lo mismo que uno más pequeñito", apunta.
En todo caso, pequeños y grandes viven la situación con mucha preocupación. "Estamos contrariados, hemos abierto en una época un poco difícil pero creíamos que a peor no íbamos a ir", y ahora "estamos a la espera de que ver qué pasa a final de semana. Si nos vuelven a cerrar les dejará muy mal", asegura.
Mientras Sebastián piensa en "los trabajadores, en los ERTE que no vamos a cobrar hasta abril", debe cuidar además de que en el local no se vulneren las medidas de seguridad. "Por ahora la gente se comporta, a partir de la tarde llegará lo interesante, cuando haya más meneo", explica el hostelero, que no asume con gusto el papel de policía. "Tenemos que andar diciendo a la gente solo se baje la mascarilla para comer o beber, y la verdad es que casi todo el mundo se comporta, pero hay algunas personas que parece que entran a los bares y aquí no hay normas".
Sebastián, por otro lado, rechaza que el sector sea un caldo de cultivo para los contagios, al menos más que otros espacios. "En Navidades, con la hostelería abierta, bajó el número de casos, y después de las fiestas ha subido. Habrá quien piense que bares y restaurantes son responsables, nosotros desde luego no".
Empatía policial
El Na+T abrió sus puertas el pasado mes de julio en la calle Siervas de Jesús, y hasta la fecha Juanjo y Manoj no han podido trabajar con normalidad. "Estamos jodidos, como todo el mundo, llevábamos siete meses abiertos y nos ha tocado todo", explica Manoj, quien que afirma incluso en los periodos en que han podido abrir "han metido tanto miedo a la gente que no viene tanto, entran muy pocos". En las etapas de cierre, el Na+T preparaba también pintxos, cafés y comida para llevar, pero "hay días en que trabajamos más o menos, y hay veces que nada, en vez de estar en casa venimos y si vendemos dos cafés, pues dos cafés, así andamos", afirma.
Además, la Policía no ha actuado con ellos con la empatía necesaria, según Juanjo. "Estaría bien que les enseñaran un poco de educación, ya lo vamos a hablar con Seguridad Ciudadana para que cuando vengan los municipales no empiecen sacando el talonario. Yo puedo entender me digan que la gente está de pie y que hay que controlarla, pero no que vengan y me digan que como tenía un tío ahí afuera te voy a multar, se han dado casos así".
Juanjo explica que con otros compañeros han creado la Asociación de Hosteleros de Vitoria y Álava. "Al presidente le llegó un día un municipal y le multó porque había una persona en la terraza de pie cogiendo una cerveza... Hay que tener un poco de manga ancha o tendrán problemas, la gente se cansa", dice.
Además, Juanjo considera que "la gente se está comportando demasiado bien para la situación que vivimos; es cierto que hay gente para todo y que es más difícil de llevar cuando se toman dos o tres copas, pero a nuestro modo de ver se está comportando bastante bien". Además, cree que "igual habría que empezar a pensar cómo va el tranvía, o que si nos cierran la gente hace botellones o monta las fiestas en su casa. Es más un problema de cómo se comportan fuera de locales hosteleros".