urante la crisis del coronavirus se ha engrandecido la labor de los sanitarios, aunque las alabanzas y aplausos se han centrado en los trabajadores de los hospitales dejando, en ocasiones a un lado, la labor del personal de las residencias de mayores. O al menos así lo sienten muchos de los afectados. "Si estamos consiguiendo sacar todo adelante es gracias al equipo humano que tenemos. Están siendo la barrera al virus", apela Kesia Gómez, administrativa responsable en la residencia Aitona Etxea. Sin embargo, "si estás en el hospital eres un héroe, pero a la hora de hablar de geriatría o de residencias de mayores, me da la sensación de que se nos ha criminalizado un poco, como si tuviéramos la culpa de que los abuelos se muriesen en las residencias", afirman. Una percepción extensible al resto de centros consultados por este periódico.

DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA ha hablado con responsables de varias residencias de mayores para conocer cómo viven la pandemia desde dentro y para conocer las luces y las sombras que esta crisis socio sanitaria ha traído a los centros geriátricos. Explican que las residencias han cuidado a los mayores antes del coronavirus y lo están haciendo durante la pandemia, siempre cumpliendo todos los protocolos para salvaguardar la salud de los residentes, así como la de los trabajadores. Aun así, la crisis les ha hecho trabajar bastante más que antes y tener bastante más sensibilidad con los residentes, tal y como aseguran las residencias consultadas. Además, indican que existe un apoyo total de Osakidetza, así como del servicio de psicología del Ayuntamiento, un recurso disponible para todas las personas que lo necesiten.

Desde la residencia de Florida Etxea la encargada Alicia Sáez Santamaría asegura que "la situación en ocasiones ha sido un poco caótica debido a la falta de material y, con lo poco que hemos tenido, los abuelos han sido muy comprensivos". Mientras que desde la residencia San Antonio la gerocultora Patricia Cárdenas explica cómo han tenido que habilitar otro comedor para hacer las comidas o que han incrementado, como todas las residencias consultadas, las limpiezas y desinfecciones con lejía de las instalaciones.

En cuanto a las medidas adoptadas para hacer frente al covid-19, hay diversidad de opiniones, pero coinciden la mayoría en que llegaron tarde. Y es que, el cuándo es el gran quebradero de cabeza. Y aseguran que, pese a que en estos momentos la situación es aceptable, las medidas de seguridad básicas no llegaron a tiempo. En este sentido indican que las medidas tomadas en un principio por el Gobierno central fueron tardías, aunque a día de hoy, en la mayoría de centros consultados, reciben el apoyo necesario de las instituciones públicas. "Mantenemos un contacto continuo con Bienestar Social, así como con Osakidetza y nos dan protocolos de actuación", indican en la residencia Aitona Etxea.

Además en el mismo centro añaden que como medida excepcional han limitado el personal a los imprescindibles para no cometer riesgos. "Los que estamos dentro -añaden- tenemos más carga de trabajo, pero el mayor problema con el que nos encontramos es el emocional. El físico, por supuesto que está ahí, pero una cosa va ligada a la otra. Para nosotros, los residentes son más que usuarios y estamos más pendientes de ellos que nunca".

En el Jardín de José Lejarreta, por su parte, la directora Conchi Morán explica que en pleno apogeo del coronavirus tuvieron tres bajas de personal sanitario e incluso se plantearon dormir en el centro, aunque finalmente "no lo tuvimos que hacer". Blanca Velasco, directora de la residencia Tagore, añade que "todos los días están siendo iguales" y que organizan toda la semana actividades para que haya movimiento. "Usamos mascarillas, nadie puede acceder a la residencia, hay zonas predefinidas para andar y organizamos bingos por las mañanas para que los mayores estén entretenidos", enumeran. Además, "hacemos mucha labor de escucha para entender a los ancianos y poder explicarles la situación que vivimos porque tienen mucho miedo", confiesan. Óscar Fernández, gobernante de la residencia de San Prudencio, asegura que tienen material, aunque "llega a cuenta gotas" y, ante el miedo de quedarse sin mascarillas, "nos hemos fabricado unas y otras nos han donado. Por otro lado, está viniendo gente nueva y necesitamos más personal de limpieza y auxiliares. Intentamos que no haya rotaciones y nos encontramos muy justos de todo. Sobre la marcha lo vamos sacando todo bien", relatan.

Los protocolos han sido un quebradero para las residencias desde el inicio de la pandemia, tal y como asegura Josu Alda, director de Albertia Centro y Campus. "Cambiaban a diario, lo que nos hizo ir adoptando medidas sobre la marcha, una situación que tensionó la labor diaria de las trabajadoras", reconocen. Pese a todo, desde mediados de marzo la situación se estabilizó y ahora viven la crisis con más tranquilidad. Por último, los empleados han vivido a diario con el miedo también a sufrir un posible contagio y a transmitirlo después. "Al llegar a casa estoy aislada en una habitación, me ducho y lavo la ropa porque tengo una niña pequeña y, por si acaso, hay que prevenir. Mis compañeras están igual", concluye Alicia Sáez Santamaría, encargada de la residencia Florida Etxea.