l mercado ambulante de los viernes en Amurrio, la Feria del caserío de Okondo o la del aceite de Moreda, el Mercado agrario transparente de la gasteiztarra plaza de los Celedones de oro, la feria ganadera del Viernes de Dolores en Llodio o el Mercado de la flor y la huerta de Elciego entre un continuo suma y sigue… Los citados son alguno de los eventos que, relacionados con el sector primario, se han cancelado en la última semana por toda la geografía alavesa a consecuencia del estado de alarma decretado para poner freno a la expansión del Covid-19.

Citas que para el común de los mortales son sinónimo de fiesta pero que, para las personas que se encuentran tras cada uno de los puestos de venta son una de las pocas formas que tienen de dar salida a sus productos y, en definitiva, ganarse el sueldo. “El sábado pasado no estuvimos pero el miércoles de esta semana sí, para tantear un poco el terreno y ver cuál es la situación a la que nos vamos a tener que enfrentar durante un tiempo que nadie sabe decirnos, y el panorama era desolador. No había nadie”, explica Leire Ibarrola, de la quesería Izoria, de Ayala, respecto a uno de los pocos mercados de productos baserritarras que se ha salvado del tsunami de suspensiones temporales: el de la plaza Santa Bárbara de la capital alavesa.

Y es que, al igual que un supermercado, esta cita cumple con la función de acercar productos frescos y de temporada a la población, “cumpliendo escrupulosamente con los protocolos de higiene y seguridad, porque es una plaza cubierta con muchísimo espacio; pero yo creo que ni la gente ni muchos productores saben que se puede celebrar. No sé si llegamos a la decena. Eso sí, los pocos ciudadanos que pasaban, comprasen o no, nos daban las gracias por acudir y poner un poco de normalidad en todo lo que está pasando, y eso es algo emocionante”, subraya.

Emociones a parte, lo cierto es que esta pastora retornó a su baserri en el Valle de Ayala gastando más en la gasolina del viaje de ida y vuelta a la capital que lo que ganó vendiendo sus quesos y miel, y eso en el balance de cualquier negocio o empresa es un problema. “No sabemos lo que va a durar esto y es lo que nos trae de cabeza, porque nuestros ingresos son exclusivamente de la venta directa en ferias y mercados, la mayoría de ellos suspendidos, o de la gente que viene a casa a comprar que, desde que se decretó el estado de alarma, asciende al número de cero; aunque sí es cierto que en los días previos vino más gente de lo habitual, supongo que para aprovisionarse para el encierro”, apunta la que, pese a todo, no tiene más remedio que seguir trabajando al mismo ritmo “porque la naturaleza no para”.

De hecho, éste es el ciclo anual de mayor ajetreo en cualquier quesería y ganadería, ya que al nacimiento de los corderos, se le suma la necesidad de ordeñar mañana y tarde a las ovejas, y elaborar quesos para dar salida a la leche. “Nosotros contamos con unas ventas por acudir a tal mercado o equis feria que, esta campaña, no existen, por lo que nuestro sistema de cálculo para producir en base a esa previsión se ha volatilizado. ¿Qué hacemos entonces? Pues en vez de producir tanto queso fresco, lo llevamos a cámara a madurar, que es un proceso de cinco meses y así no perder la leche e intentar salvar el año. Pero las cámaras se llenan y no sale nada, vemos que nuestros ingresos van a ser cero, en vete a saber cuánto tiempo”, explica.

En el otro extremo del Valle de Ayala, en Lezama, otra ganadera que prefiere mantener su nombre en el anonimato reconoce que su día a día sigue igual, en cuanto al ya de por sí arduo y continuo trabajo con las vacas y ovejas de su explotación ganadera, pero sí ha tenido que adaptarse a las medidas de seguridad en lo que respecta a sus congéneres, en base a las circulares sanitarias que les van llegando. “Por aquí vienen cada semana veterinarios, los del suministro de piensos y detergentes, así como los de la recogida de la leche, con los que se ha aumentado la distancia de seguridad a cinco metros… Pero la única cita que, de momento, hemos tenido que aplazar ha sido la de control lechero por no poder garantizar esa distancia”, relata.

Sin embargo, en lo que a venta de su producto atañe, aún no ha notado mucha diferencia. “Cordero seguimos matando. De hecho, el miércoles vino el camión del matadero, pero las medidas sanitarias con los animales son las mismas de siempre, solo han cambiado las del trato entre humanos”, insiste. Con todo, sí reconoce que esta semana va a hacer un sondeo entre sus clientes de venta directa “para decidir si seguimos suministrando o no, porque puede que muchos no quieran que nos acerquemos por casa, mientras dure la pandemia”, matiza.

Y es que el de la elaboración de las denominadas “cestas” entre productor y cliente es un sistema de venta que se ha puesto en boga en el último lustro, entre personas que apuestan por productos de temporada, frescos y de cercanía, y que en esta crisis sanitaria pueden salvar de la quiebra a más de un baserritarra. “Para mí, por ejemplo, las ferias son un extra, mi sueldo lo logro a través del mercado semanal de Amurrio (el baserritarra no el de la plaza San Antón) y de las cestas”, explica Alberto Campo, de Lureder en Amurrio, productor de hortalizas, verduras y frutas.

Además, éste reconoce que esta época para la horticultura no es tan primordial como puede serlo para una quesería “porque toda la temporada del queso fresco se les ha ido al traste. Nosotros ahora en huerta tenemos puerros, berzas, coliflores, escarolas y poco más, y completamos las cestas con nuestros zumos y conservas. Eso sí, llega a pasar de julio en adelante y nos arruina, porque es cuando empieza a salir todo”, indica.

Con todo, no entiende como se cierran unos mercados y otros no, “cuando todos vendemos productos de primera necesidad. Será por evitar conflictos, pero veo que cada uno va a lo suyo y solo protesta si le afecta a él directamente”, subraya. Campo también reconoce que el sábado pasado “no fui al de Santa Bárbara de Gasteiz por el bulo ese que circuló de que habían cerrado la capital, y este miércoles por el miedo a contagiarme y traer el virus a casa. Te levantas y no sabes ni que hacer. ¿Recojo la poca verdura que tengo en la huerta, voy hasta el mercado, no vendo nada y encima lo tengo que tirar? Es todo muy complicado y no sabemos lo que va a durar, con lo que se crea mucha incertidumbre, aunque una cosa tengo muy clara: a mi familia no le va a faltar de comer pase lo que pase, porque tenemos huerta, frutales y gallinas”, recalca.

Además, tiene depositadas sus esperanzas en una iniciativa surgida en la dirección de Comercio del Gobierno Vasco, que le ha sido remitida desde la asociación ayalesa de desarrollo rural Zabaia a quien le ha llegado, a su vez, a través de Aenkomer (la organización de empresario de comercios y servicios de Álava), con la que estudian la posibilidad de poner en contacto a los baserritarras con los establecimientos de alimentación del comercio de cada zona para que éstos puedan vender los productos de los primeros y compensar, en cierta medida, el menoscabo económico y la pérdida de alimentos frescos que ha traído consigo la anulación de los mercados. “Me parece una idea muy buena y una medida positiva para ambos sectores, tanto ahora como en un futuro próximo. Yo desde luego les voy a pasar información de mis zumos, mermeladas y conservas, a ver qué pasa”, sentencia Campo.

“Nuestros ingresos son exclusivamente de la venta directa en ferias y mercados”

Quesera

“Llega a pasar de julio en adelante y nos arruina, porque es cuando empieza a salir todo”

Agricultor