adie sabe ni podrá jamás imaginar lo que los ojos de una enfermera pueden llegar a ver...

Nadie jamás sabrá lo que puede oler o llegar a tocar...

Ningún ser humano que no sea profesional sanitario puede llegar a imaginar lo difícil que es sonreír a un paciente cuando en la habitación de al lado se te acaba de morir otro...

Pero como no quieres pararte a llorar porque eso te quita tiempo para atender a los que siguen vivos, sigues haciendo tu trabajo, solo que un poco más seria... Y a veces casi sin hablar porque si hablas te tiembla la voz... Y lo que tú no quieres es que te tiemble nada, porque si no, esos pacientes que siguen vivos luchando por recuperarse, pueden notar tu tristeza y ponerse ellos también tristes. Y como tú sabes que eso no les ayuda, pues mejor te callas para que no te lo noten y sigan fuertes... Pero entonces pasa algo curioso... Esos pacientes te miran raro y dicen entre ellos que la enfermera es antipática... Una bruja... E incluso te ponen una reclamación...

Y tú te callas... Porque sabes todo lo que ellos ignoran... Sabes que no eres antipática, sino que para cuidarles mejor y que no noten tu dolor, no has hablado demasiado o has respondido más seria hoy...

Y eso sin contar con que en momentos como los que corren, una siente miedo...

Pero claro, nadie te lo puede notar porque si no, los pacientes tendrán miedo también y eso no es bueno para ellos... Así que te haces la valiente.

Y cuando llegas a casa, todos quieren que sigas siendo valiente y amable, porque eres enfermera y eso significa para todos que tienes que ser tierna 24 horas al día.

Y entonces tratas de serlo, porque ya has perdido la esperanza de que alguien se dé cuenta de que tú también necesitas que alguien te cuide, que alguien sea cariños@ contigo, que sea valiente por ti... Porque a ti, después de dar tanto amor en tu trabajo ya te queda muy poco dentro para cuidarte a ti misma...

Y tienes que vivir siendo valiente y ocultando tu miedo a que tu paciente te contagie gravemente...

Y haces como si nada..

Pero nadie ve eso...

Todo siguen siendo exigencias...

-“Has tardado mucho en traerme el antibiótico”.

-“¡Cuánto tarda el desayuno!”.

-“Tu compañera de ayer no lo hacía así, ¿cómo es que aún no me habéis hecho la cura?”.

Timbre: “Quítame el suero”.

Timbre: “Tengo calor”.

Timbre: “Bájame la persiana”.

Timbre: “Ah... No me acuerdo para qué te llamé”.

Y tú ponte y quítate todas las protecciones cada vez.

Y sigues cuidando, cuidando y cuidando. Y nadie te cuida. Hasta que un día, sin saber muy bien cómo ha pasado, escuchas un aplauso precioso de tantas personas que nunca antes habían reparado en que te estaba faltando un poquito de eso...

Y entonces, ya no ves lo difícil tan difícil.

Ya no ves el peligro tan peligroso.

Ya no temes nada de tu paciente, ni de lo que mañana verás, ni de lo que sufrirás.

Ya no hay nada malo en tu vida de pequeña enfermera, porque ahora resuena un aplauso dentro de tu alma. Y te hace sentir reconfortada, amada, querida, fuerte y ya para siempre valiente.

Nunca he llorado tan bonito.

De una enfermera a la gran sociedad.

*Es enfermera en el Hospital de Txagorritxu