- La cuarentena total que impone el estado de alarma sumió ayer al territorio alavés en la parálisis, en una larga parálisis que se prolongará al menos durante las próximas dos semanas para tratar de mitigar la expansión del coronavirus. No fue, desde luego, un día fácil para comenzar a adaptarse a esta situación de excepcionalidad. Domingo y, por tanto, festivo para la mayoría de los vecinos, adornado además con un sol espléndido hasta media tarde, quedarse en casa no fue la opción escogida por muchos pese a que salir de ella sólo está permitido ya para adquirir alimentos y otros productos de primera necesidad, ir a trabajar o a los centros sanitarios o asistir a personas vulnerables, y siempre en solitario. Aunque con algunas excepciones.
Precisamente a esa picaresca que permite una situación del todo anómala como ésta se agarraron, sobre todo durante la mañana, decenas de vecinos que -desconocedores o no de la norma- salieron a pasear en pareja o incluso con los niños, a hacer deporte, a andar en bici por el anillo Verde de Vitoria, a visitar a sus domicilios a amigos o familiares... Sin embargo, agentes de la Ertzaintza y la Policía Local comenzaron a desplegarse progresivamente por las calles de todos los barrios de Gasteiz -periferia incluida- y de numerosas localidades del territorio para advertir, por ahora sólo advertir, de la prohibición de toda actividad de ocio en la vía pública o que se salga de la batería de restricciones impuestas por el gobierno central, como también puede ser viajar dos personas en el mismo coche sin un motivo que lo justifique.
A partir de hoy, las advertencias pueden convertirse ya en importantes multas económicas, según recordaron varias patrullas por megafonía. Las sanciones pueden ir de los 1.500 a los 600.000 euros. Con el paso de las horas y el empeoramiento de la meteorología, las calles comenzaron a quedarse, ahora sí, prácticamente desiertas.
Quien pisase a primera hora de la jornada las calles de Gasteiz pudo comprobar fácilmente que la de ayer no iba a ser una jornada como las inmediatamente anteriores, en las que la capital alavesa, poco a poco, había ido echando el cierre, en muchos casos por iniciativa propia. Con los bares y muchos de los comercios que acostumbran a abrir los domingos totalmente cerrados por decreto, apenas daban color a la vía pública unos cuantos vecinos paseando a sus perros, mientras que los autobuses urbanos y los tranvías circulaban semi vacíos. Los escasos establecimientos que el estado de alarma permite abrir, como pueden ser los quioscos de prensa, las panaderías, las tiendas de alimentación o las farmacias, presentaron por contra importantes colas, favorecidas también por la necesidad de mantener una distancia de seguridad de un metro y medio entre las personas para evitar nuevos contagios.
Ante el cierre de las parroquias y la supresión de las celebraciones litúrgicas públicas, la diócesis de Gasteiz aprovechó todo el potencial que ofrecen las redes sociales y el obispo, Juan Carlos Elizalde, ofreció la misa de las 11.30 horas en streaming. Mientras tanto, lugares de ocio habitualmente muy concurridos como el Casco Viejo, gran parte de cuyos tasqueros cerraron ya sus puertas el pasado viernes por la tarde, o la céntrica Virgen Blanca presentaron también durante la jornada el aspecto desangelado que se deriva de esta nueva situación. La presencia policial también fue importante en puntos como este último. La inmensa mayoría de los vecinos optó, por prevención, por permanecer durante todo el día en casa.
Con la noche ya cerrada y bajo un intenso aguacero, miles de gasteiztarras volvieron a salir a las ventanas y los balcones de sus casas para dedicar un cálido y prolongado aplauso a los profesionales sanitarios que están luchando contra el Covid-19 desde dentro del propio sistema de salud. Un gesto que ayer se adelantó dos horas respecto al sábado, hasta las 20.00, para que los txikis también pudieran sumarse a él y que a lo largo de esta larga cuarentena de dos semanas se repetirá a diario. Empezando por hoy, primera jornada laborable de este largo encierro de 15 días, en la que miles de alaveses tendrán que acudir a sus puestos de trabajo, principalmente en sectores donde el teletrabajo tiene imposible aplicación. Será un buen termómetro para calibrar si la ciudadanía comienza a acostumbrarse ya a este escenario nunca antes conocido.