agurain - La llegada de la Cuaresma viene precedida por la celebración del Carnaval, fiesta que aúna magia, danza y color. En las diferentes localidades que conforman la comarca se dio rienda suelta a la fiesta tras máscaras y ropajes de toda índole. Zalduondo revivió ayer la tradicional quema de Markitos, símbolo de todo lo malo en los carnavales de la localidad, mientras que en Agurain, curiosos personajes inundaron de color y misterio sus calles.
A la una en punto del mediodía, Markitos, trajeado, con txapela a la cabeza y trece cáscaras de huevo pintadas de rojo, verde y blanco por color salió por la puerta del palacio de los Lazarraga para convertirse para su desgracia y alegría de los zalduondarras en protagonista del Carnaval rural de la localidad, uno de los más antiguos del territorio.
Su final está escrito. Acabar en la hoguera. Antes y desde la mañana el mítico personaje zalduondarra sufrió el escarnio de sus paisanos. Primero lo pasearon a lomos de un burro ante la algarabía general, después lo empalaron en la lata (una estaca de seis metros de alto) ante la sorna del nutrido grupo de hombres, mujeres, niños y niñas que danzaron a su alrededor durante unos minutos ante la atenta mirada de Markitos desde las alturas.
Allí continuó hasta que a eso de las cinco de la tarde volvió a recibir la ira de sus vecinos y vecinas, esta vez acompañado de una cohorte de variopintos personajes como sus padres, el viejo y la vieja, el predicador, el cenicero, el barrendero, el pastor y las ovejas o los porreros, entre otros. Un paseo hasta el frontón donde tuvo lugar el enjuiciamiento.
El predicador leyó el discurso que sirvió de razonamiento jurídico para dar buena cuenta de Markitos. El sermón del predicador es nuevo cada año y culpa a Markitos sobre los distintos males que ha sufrido el pueblo a lo largo del año. Las muertes de los vecinos, la crisis, las desigualdades, el pinchazo de las ruedas, el mal tiempo o las riñas vecinales, entre otras, fueron algunas de las razones que han llevado a lo largo de los años a la hoguera. Su vida ha sido fugaz, como el Carnaval.
El Carnaval rural de Zalduondo es mucho más que una fiesta popular. Tras él se mueven fuerzas rituales ancestrales que deambulan entre la evidencia y el misterio. Es uno de los más antiguos del territorio desde su recuperación hace más de cuarenta años por Blas Arratibel y Martiniano Martínez de Ordoñana con la ayuda de Joaquín Jiménez. Máscaras, música y danzas se dan cita en los pueblos alaveses, sobre todo, en Zalduondo, envolviendo el ambiente en una magia seductora.
El Carnaval rural se extendió también a Agurain. Después de dos días en los que personajes como payasos, superhéroes, protagonistas de la Casa de papel, indios o vaqueros inundaron las calles ayer los trapos viejos, los sacos o las máscaras se adueñaron del Carnaval aguraindarra. La plaza Euskal Herria y la de Dulantzi de la localidad se convirtieron en centro de reunión de extrañas criaturas ataviadas con pieles, sangre brotando por los cuatro costados y puntiagudos tridentes bajo el embrujo de la música. La fiesta de los carnavales en Agurain goza de gran tradición. De ella se tienen noticias al menos desde 1678. La representación sirve para rememorar los tiempos antiguos donde todos vivían el Carnaval con ilusión. Astas, rudimentarias armas, cencerros, caretas o sombreros con pañuelos que tapaban completamente la cara sirvieron a los participantes en el espectáculo para dar mayor dramatismo al momento. cargo de varias sociedades gastronómicas de la localidad. Un año más, las danzas, la magia y el color protagonizaron el carnaval rural de la Llanada.
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Agurain. La fiesta de los carnavales en Agurain goza de gran tradición. De ella se tienen noticias al menos desde 1678. La representación sirve para rememorar los tiempos antiguos: astas, rudimentarias armas, cencerros, caretas o sombreros con pañuelos que tapan completamente la cara sirven para dar mayor dramatismo al momento.
Zalduondo. La quema de Markitos, que representa todo lo malo del pueblo, centra el Carnaval rural de esta localidad, uno de los más antiguos de Álava. Markitos va trajeado, con txapela y trece cáscaras de huevo pintadas de rojo, verde y blanco.