AMURRIO - El topónimo Ayala y su gentilicio (ayalés) son términos en torno a los que hay una confusión generalizada, que mucho tiene que ver con la historia. Y es que los límites fronterizos de la famosa Tierra de Ayala de la época medieval no coinciden con los de la actual Cuadrilla de Ayala, y mucho menos, con lo que hoy se denomina municipio de Ayala. “A partir del siglo XIX, con la reorganización racionalista del territorio, surgen las provincias actuales y se derogan todos los señoríos, incluido el de Ayala, que pasa a formar parte de Álava. No obstante, esta tierra se las ingenia para mantener hasta nuestros días muchas particularidades como su fuero, redactado en el siglo XIV, y al que aún puede acogerse cualquier nacido en la Tierra de Ayala”, explica a DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA el historiador Miguel Antonio Cabeza Sánchez que, a las 19.30 horas de este jueves, en el salón de actos del edificio Catequesis de Amurrio, presentará su libro Ayala medieval. Un trabajo de 330 páginas y más de cien fotografías y mapas con el que, el también diplomado en Estudios Avanzados (Edad Media) por la Universidad del País Vasco (2001), ha querido sacar a la luz toda la información recogida en el trabajo de investigación sobre Ayala entre los siglos VIII y XVI que le sirvió de tesina, “eliminando los tecnicismos y empleando un lenguaje más llano, pero con todo el rigor histórico, apoyado en documentación real, profusa bibliografía y decenas de viajes a la zona”, enumera.
TRABAJO GLOBAL En concreto, la Tierra de Ayala abarcaba los hoy municipios de Okondo y Amurrio “salvo el Valle de Arrastaria”, las aldeas de la Sopeña, Respaldiza y demás localidades englobadas en el hoy municipio de Ayala; “más los pueblos de Mendieta, Sojoguti, Santa Coloma y Retes de Tudela” que, en la actualidad, forman parte de Artziniega. Municipio que, en la Edad Media, junto a la hoy ciudad vizcaína de Orduña, “eran las villas comerciales más importantes del entorno, pero no Tierra de Ayala, como tampoco lo era el Valle de Llodio”, matiza. En este sentido, “tan ayalés es uno de Amurrio, como uno de Sojoguti o Respaldiza”, señala. En cambio, a alguien de Llodio o Artziniega, aunque hoy día pertenezcan a la Cuadrilla de Ayala, no le ampara el Fuero de Ayala.
Otro adelanto en torno a esta sugerente monografía de historia medieval ayalesa, es que “no solo cuento batallas, fechas, nombres de reyes y obispos, sino que abordo ese período desde una temática muy variada”, apunta Cabeza Sánchez. De hecho, a través de sus páginas el lector se sumerge en la economía, la sociedad, el poblamiento, el poder político y la religiosidad de aquellos hombres y mujeres que poblaron la Tierra de Ayala del siglo VIII al XVI. “Vamos descubriendo cómo existe un poblamiento de pequeños núcleos dispersos entre sí desde las primeras referencias documentales, pero muy delimitado, bien estructurado y con personalidad propia; o la importancia que el sector ganadero ha tenido siempre en la historia de Ayala; también el hecho de que a lo largo del período estudiado haya pertenecido a diversos reinos cristianos peninsulares, así como la implantación de una red de relaciones feudo-vasalláticas”, explica en relación a los tributos que pagaba el pueblo y cómo los señores se van apropiando de bienes comunales como los molinos o las fraguas. Igualmente se incide en la historia eclesial, su organización y encuadramiento en varios obispados, y en el importante aspecto de las iglesias de patronato, fuertemente implantadas en Ayala. “Junto a la particularidad jurídica del Fuero ya citado, está la de que la mayoría de iglesias no son del obispado, sino de patronato particular, generalmente de hidalgos o señores. Una curiosidad compartida también con otras áreas del norte de la actual Álava, como Aramaiona y el Valle de Llodio”, puntualiza.
Asimismo, el libro reserva un espacio para los protagonistas de la historia: mujeres y hombres, nobles, comerciantes, campesinos y clérigos que poblaron la Ayala medieval, con especial mención a los componentes de la Casa de Ayala, “dado su gran peso durante siglos en la Corona de Castilla”. El trabajo también da cuenta de la división estamental, los conflictos políticos o económicos, el sentir religioso de cada grupo y la cultura -o culturas- desarrolladas en la época, incluido un aspecto tan importante como es el del idioma -o idiomas- de expresión de aquellas gentes. “El romance castellano surgió en los siglos VI-IX muy cerca de la Tierra de Ayala, en lo que se denomina Castilla Vieja con capital en Villarcayo, así que yo tengo la hipótesis de que el 99% de la población hablaba euskera y que fue, a partir del siglo XIII-XIV cuando fue entrando el romance castellano pero sólo en las grandes élites y los hidalgos que querían relacionarse con los nobles, así como a través de los escribanos y los comerciantes y posaderos, dado el importante trajín de mercancías como lana, hierro y pescado que había en la zona.