Vitoria - Llegó por fin el día 8 de enero en el calendario y con él, el primer día de clase en el anhelado centro de educación Infantil y Primaria (CEIP) Errekabarri, tras tres años y cuatro meses de espera, puesto que las previsiones iniciales eran abrirlo en septiembre de 2016, pero transcurrió "con total normalidad", tal y como lo describió Lourdes Ruiz de Arbulo, directora de este colegio público, el segundo de este tipo en el barrio de Salburua, que ayer se estrenó con 530 niños desde Infantil hasta 4º de Primaria. "Ha ido todo muy tranquilo. Pensábamos que los niños podían estar más nerviosos por el cambio de colegio (del Cándido Ruiz de Garibay, de Zaramaga, su ubicación provisional desde el curso 2013 y donde han estudiado hasta el pasado 20 de diciembre), pero no ha sido así porque tienen las mismas andereños y los mismos monitores del jantoki que en el otro colegio y desde hoy mismo ya tenemos el servicio de comedor", resaltaba.
Hacía estas declaraciones pasado el mediodía, momento en el que muchos de los progenitores y abuelos se concentraban frente a su puerta de entrada para recoger a los alumnos que a y media iban a comer a sus casas, y que eligió para comprobar qué tal iban los trabajos de los obreros para pintar las marcas amarillas reservadas en la calzada "para el al autobús que vamos a tener porque 26 niños que viven en Zaramaga todavía lo seguirán utilizando. Les dieron la opción de si querían venir aquí y dijeron que sí", aclaraba la máxima responsable de este centro.
Donde también continuaban ayer las máquinas faenando era en la zona de la entrada del nuevo colegio, "donde irá el nuevo aparcamiento" -precisaba- "pero otra parte del patio mañana mismo (por hoy) ya se podrá usar".
Para evitar complicaciones, la propia Ruiz de Arbulo salió a primera hora de la mañana, junto a un grupo de profesores, a recibir a los escolares. No en vano, en ese primer día de aulas todo era nuevo para progenitores y abuelas como Marisol García, con cuatro nietos allí matriculados de 8, 7, 5 y 4 años. "Muchos no sabemos aún dónde está la entrada del colegio, por eso he venido más pronto porque hoy todos somos una especie de conejillos de indias", decía esta entregada abuela que no dudó en coger el autobús de la línea 6 de Tuvisa para ir a recoger a los cuatro vástagos de sus dos hijas, ambas residentes en Salburua. "Falta media hora para que salgan pero voy a ir a casa antes de eso a poner la calefacción, para que no esté fría, cuando lleguen", añadía con una sonrisa. La misma con la que se subió a esa línea de Tuvisa, dado que vive en la plaza de la Constitución. "El Cándido Ruiz de Garibay me pillaba mucho más cerca, a diez minutos, pero siempre es mejor que los niños estén en el colegio de su barrio, porque ya les ha costado abrirlo, que mi nieto, el de 8 años, cuando tenía 2 o 3 años, ya tenía que haber entrado".
Sin miedo alguno Si bien, como añadía, no había temor alguno entre los padres y madres a que el cambio de cole pudiera suponer a los txikis algún tipo de trauma al respecto, teniendo en cuenta que la mudanza se ha hecho en enero, con el curso ya empezado. "No hay miedo porque van los mismos profesores y hoy les están ayudando cuando llegan a clase", declaraba García.
Y lo mismo opinaba el resto de personas consultadas por este diario, como Juliette, madre de tres niños de 7, 5 y 3 años, quien a mediodía llamaba al portero automático para que Rhema, el mediano, volviera a clase tras acudir al médico. "Cuando he entrado esta mañana, me ha parecido que estaban muy bien las instalaciones". El único pero de esta mujer era la zona de la entrada, "que todavía está en obras". Pero nada grave, a su juicio, pese a que le hubiera visto "verlo ya acabado".
En cambio, el matrimonio compuesto por Trini y Jesús Alonso sí que se preguntaba cómo sería por dentro la nueva escuela, mientras esperaban la salida de su nieta Jare, de 2,5 años, porque, como añadían, "ya era hora de ver" el nuevo edificio, tras el retraso que acumulaban sus instalaciones, "porque hasta que no te toca, no te enteras de nada de este tipo de cosas. Lo único que ella va a echar de menos será el autobús, porque sí que le gustaba ir en él", puntualizaba este señor.
Por eso, ayer había "muchas ganas e ilusión" por sentarse en los nuevos pupitres, tal y como apuntaba Arantza, madre de Anaitz, un niño de 2 años. "Ahora nos pilla mucho más cerca y nos quitamos de tener que coger el coche y de salir más pronto", enfatizaba esta amatxu, que, como añadía, la espera había merecido la pena. "La clase que tiene es muy grande, con mucha luz y da a una zona verde. Además, hacía bastante calor. Yo creo que es todo a mejor y el cambio que han tenido que hacer de colegio, en enero, no creo que les afecte porque los niños se adaptan muy bien", especificaba.
Otro que salía al mediodía del CEIP de Errekabarri con una sonrisa era Arturo Campos, nada más recoger a la pequeña Iris, de 2 años, del mismo, y a quien llevaba consigo en una silla portabebés, en su parte delantera, a modo de canguro. "Todo ha ido bien. Yo tenía miedo de que esto pudiera ser un caos en este primer día, pero todo ha estado bien organizado", afirmaba satisfecho. Igualmente, Campos temía que con esta nueva vuelta al cole, desde cero, en un edificio completamente nuevo, y en otro lugar, trajera consigo el tener que "volver a hacer un nuevo periodo de adaptación, pero nada de eso ha pasado. Ella ha estado muy a gusto y no ha habido problemas ni al ir a las gelas, ni con los profes".