hace un tiempo recordábamos en un artículo titulado “El Dragón de Vitoria” como un grupo de muchachos escapados del hospicio habían logrado capturar un cañón a las tropas napoleónicas. Y es que, el caos tras la batalla de Vitoria, fue total en el ejército francés cuando se vio acosado y perseguido por la caballería británica en su huida por la carretera de Salvatierra.

Se tienen noticias de que hasta tres mil carros llegaron a bloquear los caminos cuando fueron abandonados, junto a las pertenencias de los seguidores de José Bonaparte y sus familias. El relato de una de las personas que acompañaban a Wellington habla de que “el terreno que rodeaba la ciudad estaba lleno de carros rotos de todo tipo, cajas, maletas, baúles y equipaje, mientras que masas de papeles, mapas, libros de contabilidad y cartas yacían por doquier en cantidades que lo asemejaban a una nevada”.

Pueden parecer datos exagerados, pero hay que recordar que, meses antes, el hermano del emperador Napoleón Bonaparte, al que apodaban Pepe botella por haber eliminado los impuestos sobre las bebidas alcohólicas, o el rey plazuelas, por su afición a crear plazas, tuvo que dejar Madrid llevando consigo un botín que, en palabras de Benito Pérez Galdós, era “tan inmenso que, al verlo, creeríase que en la capital de la monarquía no quedaba un alfiler”.

Para el traslado de dicho tesoro, compuesto por todo tipo de obras de arte, oro, joyas y documentación, se requisaron cuantos vehículos y bestias se encontraban por las calles de la Villa, transportándolo primeramente a Valladolid y posteriormente a Vitoria, donde se instalaría la corte, en el palacio de Montehermoso.

Una vez en la capital alavesa, en la jornada del 21 de junio de 1813, dio comienzo la famosa batalla en la que una coalición formada por británicos, portugueses, italianos, polacos, alemanes, suizos y españoles, acabarían con la invasión napoleónica de la Península Ibérica. Entre los regimientos que participaron se encontraba el 14º de Dragones Ligeros Ingleses, que, desde el comienzo de la guerra, habían tenido ocasión de luchar contra los invasores en todas las batallas de importancia.

Cuando llegaron a Subijana de Álava, a las 8 de la mañana, y después de haber atravesado el Zadorra por La Puebla de Arganzón, no se les asignó ninguna misión concreta, por lo que se dedicaron a acosar ferozmente a los soldados de Napoleón que abandonaban las posiciones elevadas ante el ataque de la infantería británica. Pero sobre las seis de la tarde, cuando los franceses se vieron desbordados y comenzaron su precipitada huida, el coronel Hervey dio orden a su regimiento de húsares de intentar capturar al rey José I, el cual, ante la persecución al que estaba siendo sometido, había abandonado su carruaje y huía a caballo protegido por la caballería francesa.

bastón de mando En aquella persecución se dieron situaciones tan dantescas como la pelea entre un cabo de los dragones con un tambor de infantería, ambos del ejercito inglés, por hacerse con el bastón de mando del mariscal francés De Jourdan, llegando a romperlo en el transcurso de la trifulca.

Y, aunque no lograron alcanzar a José I, sí que se toparon con su carruaje, en el que un soldado llamado Wymondham localizó el equipaje del rey, junto a los documentos oficiales, las cartas de amor que intercambiaron José Bonaparte y la marquesa de Montehermoso, y una caja de madera en cuyo interior se encontraba el orinal de plata y el lienzo de lino con el que limpiaba sus reales posaderas.

Si bien, todas las posesiones localizadas fueron entregadas a Sir Arthur Wellesley, nadie quiso hacerse cargo de un elemento tan indecoroso, por lo que aquel “pot of voiture” paso a formar parte de la cubertería del regimiento, no sin antes limpiarlo debidamente. Se da la circunstancia de que aquel orinal había sido un regalo personal del propio Napoleón Bonaparte a su hermano, por lo que se le dio el nombre de Emperador.

A raíz de este episodio, no tardaron en empezar a llamar a los miembros del cuerpo de Dragones “Las damas de cámara del emperador”, apodo que, en contra de ofenderles, han mantenido orgullosos hasta el día de hoy.

Prueba de ello es que, dos veces al año, la unidad celebra dos cenas denominadas la una “dining-in” en la que dan la bienvenida a las nuevas incorporaciones, y la otra “dining-out” en la que despiden a quienes la abandonan.

Vestidos con el uniforme de gala se sigue un ceremonial muy concreto, al más puro estilo británico. Poco antes de su finalización, el oficial al mando descorcha una botella de champán para brindar en honor de los caídos en combate, para lo que se utiliza como recipiente dicho orinal, que un día perteneció a un rey y formó parte del botín de guerra de la batalla de Vitoria.